Para malestar de muchos miembros del establishment global, Donald Trump ya es mucho más que el presidente de los Estados Unidos. Él también está en la cima de una avalancha política global que comenzó a ganar velocidad en 2016 con el voto pro-Brexit en el Reino Unido, el barrido republicano de las elecciones de los EEUU y el retumbante «no» en el referéndum de Italia.
Los rumores de esta nueva fuerza política se sentirán seguramente este mes en los hermosos chalets de Davos, el balneario suizo que se ha convertido en una peregrinación anual para los líderes de la globalización y el libre comercio. Durante décadas, casi todos los gobiernos del G20 y las empresas de la lista Fortune 500 han sido delegados en el Foro Económico Mundial en Suiza, donde los asistentes se reúnen con poderosos, celebridades y políticos mundiales.
Pero hoy, dado que el populismo y el proteccionismo parecen cada vez más fuertes tras cada proceso de elecciones celebrado, quizás las élites de Davos comenzarán a poner su atención en los Milwaukees y Middlesbroughs del mundo -los lugares donde los sentimientos antiglobalización son más intensos.
En esta mentalidad, muchos gobiernos elegidos democráticamente han comenzado a decaer precisamente porque han estado muy ocupados protegiendo sus propios objetivos e intereses – no los de las personas por las que fueron colocados en sus cargos. Así que, en una serie de elecciones históricas, aquellos que se sintieron subestimados e ignorados expulsaron a las élites pro-Europa en el Reino Unido, abrieron la puerta a un Trump desafiantemente anti-establishment en EE.UU. y comenzaron a fijar sus miras en nuevas victorias por venir.
Es importante para los inversores no ver estos recientes eventos políticos como hechos aislados y sin conexión. Más bien, son parte de una misma tendencia con raíces profundas.
En términos económicos, una de las razones por las que las fuerzas hasta ahora predominantes de la globalización y el libre comercio están disminuyendo es que se ha creado una creciente clase media en los mercados emergentes a expensas de sus contrapartes en los mercados desarrollados. En términos geopolíticos, como Occidente no resolvió los retos de Irak y Afganistán, Estados Unidos ha estado jugando con el aislacionismo -por el cual Trump hizo campaña- al igual que China y Rusia se han reafirmado en la escena global. Mientras tanto, el creciente populismo en Europa está exacerbando los retos existenciales de esa región.
A medida que el terreno político cambia, la vieja guardia se está viendo a través de una lente muy diferente. Hasta ahora, la narrativa anterior del conjunto pro-globalización era que la democracia y los mercados libres prevalecerían, con la excepción americana como punto de referencia respecto a la cual todos los demás serían medidos. Esa narrativa está siendo desmentida por sus propios líderes anteriores, particularmente los partidarios de Trump, y no por fuerzas externas como el islam radical o el comunismo. Está cada vez más claro que las multinacionales que son las beneficiarias finales de la globalización están, como las elites de Davos, frente a un terreno inestable por delante. La maximización del beneficio, el libre comercio y el consumo conspicuo por parte de unos pocos ya no se ven como el rigeur, sino que se perciben realmente como el problema.
En consecuencia, como inversores debemos comenzar a esperar que las políticas locales y nacionales impidan las cadenas de suministro globales y promuevan el interés económico propio. La asignación eficiente de capital caerá, lo que será un obstáculo para los niveles de crecimiento global ya limitados. Sin embargo, al mismo tiempo, la nueva tendencia política pondrá nuevas exigencias a las instituciones que deben proporcionar este capital tan necesario, y habrá un llamamiento creciente para que los gobiernos y las corporaciones sean vistos como buenos socios. Las prácticas de arbitraje tributario, la deslocalización y la maximización del beneficio para los accionistas pronto podrían ser enterradas, si no eliminadas por completo. Lo que queda cuando pase esta tormenta descansará en gran parte en manos de las personas que se encuentran nuevamente empoderadas.
Opinión de Neil Dwane, Estratega Global en Allianz Global Investors.