Cuesta creer que, durante un periodo importante de nuestra historia, la psicología viviera al margen de la economía y que esta asociación de disciplinas tan evidente, no recibiera la suficiente atención hasta casi los 80. Durante años, las corrientes de pensamiento clásicas plantearon que la toma de decisiones de inversión se basaba en el análisis meticuloso de todas las opciones disponibles. Como si los humanos fuéramos seres perfectamente racionales y los mercados un espejo de nuestra ecuanimidad.
Herbert Simon, conocido por su estudio interdisciplinario de la economía, ya nos enseñó que nuestra racionalidad tiende a ser limitada. Para empezar, porque priorizamos las decisiones satisfactorias en lugar de las óptimas aunque dispongamos de toda la información posible. Seríamos, bajo su óptica, seres parcialmente racionales. Algo que ya nos aleja de la teoría de los mercados eficientes, a partir de la cual los precios reflejan todos los datos disponibles y los humanos somos seres intelectuales capaces de sepultar nuestras emociones.
De la mano de Tahler, la economía conductual llamó a nuestra puerta con ímpetu, para recordarnos que sin emociones no hay vida, pero también que el no poder controlarlas durante el proceso de inversión, puede convertirnos en esclavos de nuestros sesgos. Y no es un tema menor. Ya sabemos que hay quienes dicen que no hay peor enemigo de la gestión que la emoción.
El cierre del año 2018 nos puso muy a prueba en este sentido. Nadie se ha olvidado de las caídas generalizadas ni de todos los índices en negativo. La frustración llegó a todos los rincones del planeta, así como ese sentimiento de que, por favor, acabara esta mala racha cuanto antes. Posicionarse lo mejor posible era la ambición de todos. Quizá una de las lecturas positivas de esta sangría fuera que, quienes consiguieron liberarse del yugo del miedo, acabaron sacándole rentabilidad al imponente desafío que supone aguantar el tipo.
Decir que el temor nos paraliza no es una metáfora. Los estados de pánico pueden llegar a alterar la corteza prefrontal de nuestro cerebro; esa que precisamente nos permite pensar racionalmente. Hay que estar militar o mentalmente muy entrenado para no ceder ante el entumecimiento del miedo. Se trata de una emoción ancestral, útil y adaptativa. Quizá una de las más fuertes a la hora de alterar nuestra fisiología y conducta. El miedo puede salvarnos la vida pero también llevarnos a cometer las mayores torpezas.
En esos momentos tan complicados, muchos pensamos que la debacle sería un hecho aislado. Un suceso sorpresivo y de alto impacto, no muy alejado de la teoría del “cisne negro”. Pero los acontecimientos extraordinarios seguirían poniéndonos a prueba. El 2021 ha sido la confirmación de nuestra resiliencia. Por fin llegaron las vacunas, sí, pero a cambio el destino daba otras campanadas: crisis de la cadena de suministro, más cepas y más lockdowns, filias y fobias alrededor de las criptomonedas, la narrativa de la inflación y retirada de los estímulos de los Bancos Centrales así como una sombra constante de conflicto político. En definitiva, un escenario bastante complicado para la inversión.
Parece que el sobresalto ha venido para quedarse y a los que trabajamos en el mercado financiero, no nos queda más remedio que respirar profundamente para no identificarnos con los acontecimientos y así poder capear esta volatilidad de la mejor manera.
Me gusta pensar que en Allfunds cumplimos una función muy útil en este sentido, porque ampliamos tanto el universo de opciones de inversión, que nuestros clientes saben que están en el lugar adecuado para encontrar fuentes de alfa, aún en los momentos en los que el miedo se apodera de nuestra psique y no parece haber refugio. Quizá no seamos maestros en la gestión de emociones pero si facilitadores de un abanico tan amplio de información y alternativas que, cuando vienen mal dadas, quienes trabajan con nosotros saben que no hay clase de activo que se les escape.
Los que nos conocen saben que abarcamos más de 100,000 fondos de inversión y 2,000 gestoras pero como la cantidad no lo es todo, contamos con las herramientas que nos permiten desgranar y filtrar la información para poder identificar el talento y seleccionar justo lo que necesitamos, también durante las peores rachas.
Respondiendo a la creciente demanda de nuestros clientes, que han puesto su foco en los mercados privados como fuente de rentabilidad, hemos buscado alianzas estratégicas que refuercen y expandan nuestra oferta de producto. Nuestra colaboración con iCapital, plataforma americana líder en soluciones de inversión alternativa, ya ha comenzado su andadura en nuestro ecosistema digital, Allfunds Connect.
Nos hace especial ilusión dar acceso democrático a los mayores GPs del mundo. No deja de ser una forma más de apoyar a nuestros clientes en esta cruzada cada vez más desafiante que es la búsqueda de yield. Es evidente que los inversores están aumentado notablemente su asignación a este tipo de activos y, en algunas jurisdicciones, con el viento regulatorio a favor.
Tras un mes de enero muy movido y sin entrar en el seductor pero imposible terreno de la predicción, tenemos claro que no vamos a parar a la hora de seguir expandiendo nuestro universo de productos. Aunque no haya forma de anular la incertidumbre del futuro, estamos dispuestos a asumir el coste de tener todas las alternativas posibles en plataforma. Ese compromiso es, sin duda, lo que más puede acercar a nuestros clientes a la búsqueda optima de soluciones de inversión.
Quizá no exista ese “homoeconomicus” perfecto en el que creían los neoclásicos; siempre capaz de tomar las decisiones más adecuadas para él y los suyos. Pero tener acceso digital y sencillo a todas las alternativas de inversión del mercado, puede ser la forma más efectiva de acercarse a él y a la complicada tarea de calcular, ponderar y escoger racionalmente.