Con los bonos verdes, hemos asistido al nacimiento de una nueva clase de activo. Como inversores en este nuevo segmento desde 2015, hemos seguido con interés su evolución y estamos satisfechos con su rápido crecimiento. Pero no debemos perder la perspectiva. Todavía queda mucho por hacer y, si queremos que la financiación de la transición energética sea una realidad, necesitamos que se incorporen más emisores, de más sectores y de distintas regiones.
Los bonos verdes ya no son un mercado nicho, constituyen una clase de activo por derecho propio, comparable en tamaño, por ejemplo, al mercado de bonos de alto rendimiento (high yield) europeos. Y el avance ha sido muy rápido. A cierre de 2015, los bonos verdes apenas representaban el 0,1% de un índice de renta fija internacional, un porcentaje que se ha elevado al 1%, con un volumen que ronda los 500.000 millones de euros.
El interés actual por los bonos verdes es notable entre los inversores europeos, que han asistido al auge de los fondos de inversión especializados en esta clase de bonos en los últimos años.
El fenómeno empieza a extenderse por EE.UU. y Asia. Es probable que la elección de Joe Biden, comprometido con la reincorporación de EE.UU. al Acuerdo de París, ejerza una influencia positiva. En Asia, sobre todo en China, la crisis sanitaria está sirviendo para impulsar proyectos enfocados en el medioambiente y, por tanto, el uso de los bonos verdes. Aunque esté lejos de cumplir los estándares generalmente aceptados, se prevé que el mercado continúe su expansión allí.
Hacia la normalización
El mercado se encamina con paso firme hacia la autorregulación y una mayor transparencia. Actualmente la denominación de bono verde la otorga el propio emisor. A fin de mitigar la falta de unas normas precisas y de facilitar una mayor transparencia al mercado, la Asociación Internacional del Mercado de Capitales (ICMA, por sus siglas en inglés) creó en 2014 los Principios de los Bonos Verdes, a partir de los cuales pueden establecerse normas a los emisores. La Comisión Europea ha anunciado el lanzamiento de un estándar europeo para los bonos verdes que, si bien se parecerá a los Principios, incluirá obligaciones adicionales.
Cuando lanzamos nuestro fondo de bonos verdes, tuvimos siempre muy claro que el propósito era movilizar capital para financiar la transición energética hacia una economía con bajas emisiones de CO2, la preservación del patrimonio natural y la lucha contra el cambio climático. Por eso, hemos optado por sobreponderar los emisores corporativos. Esta preferencia se explica por el hecho de que el capital aportado por organismos públicos como los Gobiernos no podrá alcanzar las enormes cuantías anuales que exigen los objetivos del Acuerdo de París sin la participación esencial del sector privado.
De entrada, no evitamos ningún sector, salvo el de las tabacaleras. Apoyamos que empresas de sectores intensivos en emisiones de gases de efecto invernadero puedan emitir bonos verdes si muestran el compromiso de transformar su negocio y emprender una verdadera transición hacia un modelo en sintonía con los objetivos climáticos del Acuerdo de París, con una estrategia sólida y ambiciosa.
Cómo encajan los bonos verdes en una cartera
Algunos inversores tienen dudas sobre cómo incorporar los bonos verdes a sus carteras. Su utilidad radica, a nuestro juicio, en que pueden diversificar una asignación a renta fija internacional, dada la similitud de su relación rentabilidad-riesgo con la de un índice de deuda agregada global. Pese a estar muy correlacionados, entre ambos existen ciertas diferencias estructurales que convierten a los bonos verdes en una verdadera fuente de diversificación gracias a una duración levemente más elevada, a su inclinación por la eurozona y a una mayor exposición a los emisores corporativos, ya que los bonos soberanos tienen una presencia bastante abultada en los índices agregados internacionales. De ahí que pueda recurrirse a los bonos verdes para diversificar una cartera agregada internacional conservando un perfil de rentabilidad-riesgo similar, pero con una composición diferente.
Creemos que los bonos verdes deberían posicionarse como una clase de activo diferenciada de modo que pueda calcularse la aportación de sus inversiones correspondientes. Por eso nos atenemos a fondos compuestos exclusivamente de bonos verdes que informan con transparencia del empleo de la financiación captada por los emisores. De este modo, ciñéndonos a estrategias puras de bonos verdes sin combinarlos con otro tipo de emisiones, sacamos el máximo partido a la clase de activo.
Tribuna de Julien Bras, CFA, gestor del fondo Allianz Green Bonds