En diciembre de 2019, en Kobe (Japón), se botó el primer buque de hidrógeno líquido. Puede transportar hasta 1.250 m3 de hidrógeno —en torno a la mitad del tamaño de una piscina olímpica— a -253°C. Si bien la noticia pasó desapercibida para buena parte del mundo, supuso un hito clave, porque el hidrógeno se puede usar para almacenar energía.
El desacoplamiento de generación y consumo de energía es uno de los grandes retos a los que se enfrentan las energías verdes, como la eólica y la solar. Se trata de fuentes intermitentes de energía porque dependen de factores como la meteorología. Por tanto, dado que no pueden producir un flujo continuo de electricidad, la energía que generan debe almacenarse para cuando se necesite. El hidrógeno puede ser parte de la respuesta.
Cómo funciona
El hidrógeno se produce mediante la electrolisis del agua, proceso en el que el hidrógeno y el oxígeno se separan. La energía libre de carbono de fuentes eólica, solar u otras renovables puede utilizarse para convertir el suministro de agua en hidrógeno de manera «limpia». Posteriormente, cuando se necesita la energía limpia, el hidrógeno puede transformarse en electricidad mediante una pila de combustible o una turbina. Es algo muy similar a la manera en que el gas natural se utiliza para generar electricidad y calefacción.
El hidrógeno puede utilizarse para resolver algunos de los problemas más importantes que plantea la «transición energética» a una economía no dependiente de los combustibles fósiles. Puede ofrecer energía limpia para sectores contaminantes como los del cemento o el acero, que necesitan cantidades ingentes de energía difíciles de obtener de fuentes de bajas emisiones.
Uno de los retos de la generación de energía de fuentes renovables es que tiende a desestabilizar las redes existentes de suministro de energía, construidas para métodos de generación sólidos y previsibles. El hidrógeno puede permitir el almacenamiento en épocas de exceso de producción y contribuir a que las renovables supongan un porcentaje mayor de la cesta de generación de energía total.
El hidrógeno es una parte vital de la solución
El hidrógeno no es una solución de almacenamiento de energía perfecta. No obstante, para conseguir una adecuada transición energética, la respuesta última bien puede ser una combinación de diferentes tecnologías de almacenamiento que incluya las baterías y el hidrógeno. Ninguna solución de almacenamiento ahorrará emisiones de carbono mientras la generación de energía continúe basándose en gran medida en combustibles fósiles, si bien un mejor almacenamiento puede impulsar un despliegue general de las energías renovables. En la actualidad, la cesta de generación de energía sigue dependiendo en gran medida del carbón, el gas y la energía nuclear. Una reducción significativa de las emisiones de carbono exigirá una proporción mucho mayor de renovables.
Según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), será necesario multiplicar por tres la capacidad instalada de energía eólica terrestre y por diez en el caso de la energía eólica marina en la próxima década para permanecer en el objetivo de calentamiento global de dos grados para 2050*. Sin tecnologías de almacenamiento como el hidrógeno, no tendría sentido expandir en tal medida las renovables, pues se podría llegar a poner en peligro las redes de energía del mundo.
Japón podría ser líder en el desarrollo de nuevas tecnologías de hidrógeno. Este país desde el que se botó el vanguardista buque parece firme en su determinación para demostrar su capacidad industrial en relación con el hidrógeno, incluidos los Juegos Olímpicos de 2021, cuya antorcha permanecerá encendida gracias al hidrógeno. Por su parte, la primera fase de la estrategia de hidrógeno de la Unión Europea exige la instalación de, al menos, seis gigavatios de electrolizadores de hidrógeno renovable en la UE y la producción de hasta un millón de toneladas de hidrógeno renovable para 2024. Prevé el despliegue a gran escala de tecnologías de hidrógeno renovable en todos los sectores difíciles de descarbonizar para 2050.
Claramente, si bien el hidrógeno es una pieza del rompecabezas de la transición energética, mucho más amplio, los inversores tendrán un número creciente de oportunidades para invertir en esta tecnología, potencialmente transformadora.
Tribuna de Andreas Fruschki, CFA, responsable de renta variable global temática en Allianz Global Investors.
*Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), Future of Wind – Deployment, investment, technology, grid integration and socio-economic aspects, octubre de 2019.