Los inversores empiezan a darse cuenta de que tienen la capacidad de influir eligiendo dónde y cómo invierten su dinero. Invertir con objetivos de sostenibilidad en mente permite a los inversores influir en el funcionamiento de la economía o en el comportamiento de las empresas.
La inversión puede impulsar la innovación canalizando fondos hacia nuevas tecnologías, reforzar el comportamiento positivo premiando las buenas prácticas e influir en la cadena del valor económico. Asimismo, determinadas estrategias pueden invertir con un objetivo específico en mente, como, por ejemplo, abordar la necesidad de agua potable o reducir las emisiones de carbono.
Este tipo de estrategias de inversión no solo redundan en beneficio del medio ambiente o la responsabilidad social, sino que además tienen la capacidad de generar rentabilidades atractivas.
Una nueva generación de inversiones
La denominada inversión de impacto se basa en tres principios. En primer lugar, el propósito de la estrategia debe ser generar un impacto social o medioambiental positivo a la vez que ofrecer rentabilidades atractivas. En segundo lugar, debe existir una relación causal entre la inversión y el impacto generado. Por último, el impacto social o medioambiental debe ser identificable y ha de comunicarse para garantizar la transparencia y la rendición de cuentas a los inversores.
Para calificar que una estrategia de inversión es de impacto es necesario que la inversión se centre en abordar problemas medioambientales y sociales acuciantes, y es aquí donde los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de la ONU se utilizan como marco internacional reconocido y creíble.
Los 17 ODS globales se crearon con motivo de la Asamblea General de la ONU en 2015 como medio para alcanzar un futuro mejor y más sostenible en 2030. Cada objetivo se enfoca en un área determinada, como eliminar la pobreza, reducir los residuos, proporcionar acceso a una educación de calidad y actuar para frenar el cambio climático.
Aunque puede que muchas inversiones tengan cierta relación con un tema social o medioambiental, eso no significa necesariamente que cumplan los criterios de la inversión de impacto. Por ejemplo, la inversión de impacto en recursos hídricos supone financiar proyectos relacionados con la eficiencia hídrica o la calidad del agua, no invertir en agua embotellada. La inversión de impacto en el sector agrícola significa invertir en seguridad y sostenibilidad alimentaria, y no en futuros de materias primas.
Por ejemplo, a la hora de formular una estrategia de inversión de impacto en mercados ilíquidos, nos aseguramos de que somos capaces de medir directamente el impacto de una inversión y demostrar una causalidad entre la inversión y el impacto generado.
Nuestros criterios para la inversión de impacto en mercados cotizados obedecen a una lógica similar. No obstante, demostrar una causalidad entre la inversión y el impacto resulta más difícil en los mercados secundarios a menos que las inversiones se realicen para proyectos concretos, como por ejemplo en el caso de los bonos verdes.
Dado que el acceso al capital a través de valores cotizados resulta esencial para muchas empresas cuyos productos, servicios y actividades generan un impacto medioambiental y social positivo, también hay margen para la inversión de impacto en este ámbito. Consideramos que la implicación en las empresas en las que se invierte constituye una poderosa herramienta para propiciar una relación más estrecha entre la inversión en renta variable o en bonos y unos resultados positivos.
Además de las ventajas financieras, una estrategia de impacto diversificada puede, simultáneamente, repercutir positivamente en múltiples ámbitos. Por ejemplo, invertir en una central de generación combinada de calor y electricidad para mejorar la eficiencia energética puede brindar acceso a energía asequible y limpia (ODS 7), contribuir al desarrollo de industrias, innovación e infraestructuras sostenibles (ODS 9) y promover un consumo y una producción responsables (ODS 12). La capacidad de aplicar los ODS de forma más amplia permite a los inversores entender los proyectos desde la perspectiva de sus ámbitos de acción.
Si bien los ODS tienen muchas ventajas, resulta difícil utilizarlos para medir el impacto o incluso como marco absoluto para la construcción de carteras. Es por ello que medir indicadores clave (KPI) de impacto específicos de los proyectos es una parte esencial de nuestra estrategia de inversión. Esos KPI de impacto se utilizan en decisiones de inversión y para fines de seguimiento continuo. En definitiva, el uso de los ODS ofrece una ruta atractiva a los inversores que quieren contribuir a mejorar el mundo, pero la definición de los criterios que se deben tener en cuenta y de los procesos de medición requieren de un cuidadoso desarrollo.
Tribuna de Andreas Fruschki, gestor del fondo Allianz Global Water y director de análisis de renta variable en Europa de Allianz Global Investors.