Por cada euro que se mueve en el mundo en economía real, se mueven 60 euros en economía financiera. La economía financiera, que analíticamente se mueve según patrones exponenciales (ley de capitalización compuesta), cada vez encuentra menos puntos de anclaje en la economía real que, generalmente, se mueve según patrones lineales.
Las consecuencias son evidentes: crisis financieras, desajustes y desfases en los factores de producción, deslocalizaciones y movimientos migratorios, etcétera. Además, la economía financiera desarrolla patrones autopoiéticos a través de los cuales aquella se ve invertida/sobreinvertida cada vez más en sí misma. Lo hemos visto con la política monetaria del BCE, donde una gran parte de la base monetaria creada se ha ido a la economía financiera y no tanto a la financiación de la economía real a través del acceso al crédito. Se puede decir que la economía real no genera una base de inversión suficiente para mantener la eclosión de la economía financiera que es consecuencia de la globalización y de la innovación financiera.
Esta exuberancia financiera está haciendo que los inversores exploren cada vez más nuevas alternativas de inversión que les permitan mejorar los rendimientos de sus activos a tasas de riesgo aceptables. Hablamos, en este caso, de los activos alternativos, que pueden ser de carácter financiero como no financiero. Los activos alternativos hacen referencia a aquellos activos distintos a los que se consideran convencionales o tradicionales: fundamentalmente los bonos, las acciones y los depósitos (efectivo). Serían activos alternativos, por tanto, los activos financieros o reales tales como algunos fondos de inversión, el capital riesgo, los bienes inmuebles, las materias primas, el private equity, los proyectos de inversión, etcétera, estando muy presentes en la inversión institucional en Estados Unidos y contando con un gran recorrido en Europa.
Se puede decir que se ha abierto un proceso a través del cual los límites entre los activos tradicionales y los alternativos se difuminan cada vez más para la inversión institucional. Y esto obedece a la búsqueda constante de alternativas de inversión frente a activos tradicionales que generan unos flujos de efectivo cada vez más reducidos debido, fundamentalmente, a la caída de los tipos de interés y a la ampliación de la base monetaria en el mundo (facilidad monetaria). La razón fundamental es el proceso permanente y global de fiduciarización económica y de innovación financiera que es consecuencia de la globalización y de la liberalización de los movimientos de capital. Es decir, la inversión institucional está buscando patrones financieros en los activos alternativos para que éstos tengan una mayor presencia en sus carteras, algo que ya no es una excepción sino cada vez más una regla.
La inversión institucional en activos alternativos ha pasado a un primer plano ante el aumento de la incertidumbre, la caída de los tipos de interés, la volatilidad de los mercados, el desarrollo del fenómeno de la banca en la sombra, la política de facilidad monetaria, etcétera.
Y todo ello a pesar de que las gestoras de fondos saben que son activos menos líquidos que los activos convencionales, contando con una menor regulación y transparencia. Pero, en la mayoría de los casos, tal y como se encuentran en la actualidad los mercados, se trata de activos con flujos de efectivo superiores. Además, por regla general son mucho menos volátiles, y en algunos casos anticíclicos, contando con una menor correlación con la renta fija y renta variable. En consecuencia, por regla general, se puede decir que presentan un menor nivel de riesgo que los activos convencionales, por lo que resulta cada vez más interesante explorarlos como alternativa de inversión.
Además, los activos alternativos presentan mayores dificultades para determinar su rendimiento por no estar plenamente fiduciarizados. Al tener una baja correlación con los activos tradicionales, se puede decir que son ideales para reducir las covarianzas en las carteras y gestionar de forma más efectiva el riesgo. Con estos planteamientos, se entiende que los activos alternativos contribuyen a desplazar positivamente la frontera eficiente de inversión.
La agricultura: conjunción de tendencias
Esto describiría una de las tendencias de la inversión colectiva en un entorno y una coyuntura económica inéditos. La otra tendencia es la de la inversión socialmente responsable (ISR) y la de la incorporación de criterios ASG (ambientales, sociales y de gobernanza) en las decisiones de cartera por parte de la inversión colectiva. Integrando a ambas tendencias en una misma ecuación, desembocamos en un sector muy concreto: la agricultura. Hablamos de un sector que intrínsecamente conlleva criterios de sostenibilidad tanto ambiental como social, por lo que lo hace especialmente atractivo para la ISR.
El papel de la agricultura va a ser estratégico y transversal en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). No hay otro sector económico que esté más presente y arraigado en los ODS como el sector agrícola. La agricultura afecta a la pobreza, al hambre, a la pérdida de diversidad, al cambio climático, al empoderamiento de la mujer, etcétera.
Por lo que se puede decir que igualmente es el sector que permite, con una mayor facilidad, introducir criterios ASG de cara a la gestión de activos por parte de la inversión institucional. Además, el binomio rentabilidad-riesgo es muy favorable para la inversión agraria y los agronegocios en términos comparativos con respecto a índices de bursátiles de referencia.
Tribuna de Francisco Cortés García, profesor de finanzas de la UNIR