En mi trabajo, paso bastante tiempo con los inversores y con mis compañeros del área de gestión de activos. Actualmente, resulta interesante el marcado contraste entre sus mentalidades. La mayoría de los inversores con los que hablo son bastante complacientes en relación con las bolsas. Naturalmente, son conscientes de las elevadas valoraciones, sobre todo en EE. UU., pero en general están satisfechos manteniendo esta exposición. Suelen decir: “Me preocupa un poco la situación de las bolsas, pero ¿dónde sino voy a meter el dinero?”, o bien: “Realmente no he regresado del todo a los mercados desde la crisis. Me preocupa perderme las posibles subidas”.
Por el contrario, en las diversas reuniones de estrategia de inversión a las que asisto se puede detectar una creciente preocupación en relación con los mercados, tanto de deuda corporativa como de acciones.
No es que todo el mundo piense que un desplome de los precios es inminente, se trata más bien de una sensación general de incomodidad por estar largo en el mercado. Entonces, ¿quién tiene razón? ¿Cuándo va a acabarse el mercado alcista?
Sin lugar donde esconderse
En realidad, creo que la respuesta se halla en el comportamiento del inversor final. El hecho de que no exista un refugio claro para los inversores y la necesidad constante de rentas y crecimiento provocarán que se mantengan las inversiones. Eso significa que el entorno positivo en las bolsas podría continuar. Ciertamente, no veo que las bolsas vayan a registrar en el futuro ganancias tan elevadas como las que se han conseguido desde la crisis financiera, porque las acciones están caras. Sí que espero que los PER caigan desde los elevados niveles actuales durante los próximos años, pero durante ese mismo periodo las previsiones globales de los analistas de renta variable de Fidelity apuntan a una mejoría de los márgenes.
Estos dos factores —descenso de las valoraciones y aumento de los márgenes— se combinarán para alimentar las alzas de las bolsas antes de que se estabilicen dentro de unos años. Si añadimos los dividendos a la mezcla, mi previsión sobre las rentabilidades bursátiles es positiva. Por ejemplo, según mis cálculos, la renta variable estadounidense registrará una rentabilidad anualizada del 6,5% durante los próximos tres años, y del 4,75% durante los próximos cinco.
No hay que tener miedo al cambio
Sin lugar a dudas, los mercados están en una situación precaria. Mi miedo es que un pequeño retroceso de los mercados pueda provocar una estampida, pero uno no puede posicionar una cartera de inversión atendiendo únicamente a sus miedos; también hay que tener en cuenta las expectativas.
Y dado que no existen refugios obvios, mis conversaciones con los inversores me llevan a pensar que el dinero seguirá fluyendo hacia la renta variable
La forma de afrontar mi miedo es asegurarme de que mi cartera está equilibrada. Por ese motivo, no soy partidario de reducir la duración en renta fija. Mantener la duración probablemente ayude si las bolsas sufren una sacudida. En lo que respecta a la duración, y contrariamente a la creencia popular, considero que los mercados de deuda de EE.UU. y Asia cotizan en niveles adecuados.
Por ejemplo, suponiendo que la Fed suba los tipos dos veces más antes de tomarse un respiro, el tipo de interés se moverá durante algún tiempo en el 1,5%. Así pues, si el rendimiento de los bonos se mueve entre un 0,75% y un 1% por encima de ese nivel (es decir, un rendimiento total del 2,75-3%), me parece razonable. Como siempre, un gestor de fondos tiene mucho que aprender escuchando a sus clientes y, en estos momentos, creo que tienen mucho que decir.