¿Será 2023 el punto de inflexión para los inversores en renta fija que llevan tanto tiempo sufriendo? ¿Ofrecerán por fin los mercados de renta fija rendimiento tras tantos años complicados? ¿Invertirán los bancos centrales la trayectoria alcista de los tipos de interés, impulsando el atractivo de los valores de renta fija?
Éstas son algunas de las preguntas que nos hacemos al despedir el año más nefasto para los mercados financieros, el peor en cuanto a rendimiento de la renta fija que se recuerda.
Estas preguntas no son sólo un deseo por nuestra parte. Creemos que las señales apuntan a un cambio en la tendencia de los bonos que podría ser tan dramático, o incluso peor, que lo que hemos tenido que soportar hasta ahora.
Mucha gente sabe que la inflación es la «kriptonita» del inversor en bonos (el material de ficción que debilita a Superman). La inflación no sólo se come el cupón que paga un bono, sino que suele provocar que los bancos centrales suban los tipos de interés. El aumento de los tipos de interés (y de los rendimientos de los bonos) implica una caída en los precios de los mismos.
Cuando la invasión rusa a Ucrania a principios de este año interrumpió el suministro mundial de energía y alimentos, agravando los problemas de abastecimiento relacionados con los confinamientos por el COVID, desató la inflación de una manera que la mayoría de nosotros no habíamos visto en décadas. Como consecuencia, muchos bancos centrales se vieron obligados a subir tipos para impedir que los precios se descontrolaran. Los responsables políticos se han comprometido a seguir subiendo los tipos hasta el año que viene, aunque ello suponga llevar a las economías a la recesión.
Malo para los bonos
En teoría, los bonos son un activo defensivo y deberían funcionar correctamente durante los periodos de mayor riesgo: crecimiento económico más lento, guerra, incertidumbre general.
Sin embargo, en la práctica, el rendimiento de la renta fija ha decepcionado este año, especialmente en comparación con clases de activos de mayor riesgo como la renta variable. Esto fue extraordinario, teniendo en cuenta lo costosa que estaba la renta variable, en particular una serie de valores relacionados con la pandemia y la tecnología.
Una de las razones es que las acciones tienen cierto grado de protección contra la inflación, ya que las empresas pueden subir los precios. En cambio, los bonos pagan un cupón nominal fijo que la inflación erosiona, dejando a los inversores con un rendimiento real más bajo. Además, los rendimientos de los bonos eran tan bajos a principios de este año que su duración media -el periodo de tiempo antes del vencimiento- era muy elevada, ya que los inversores buscaban rendimientos ligeramente superiores en títulos de mayor vencimiento. Por lo tanto, los bonos estaban caros, y la posterior caída de los precios de los bonos, para un aumento dado de los rendimientos, fue muy pronunciada.
Por qué nos atrevemos a ser optimistas
Los mercados de renta fija han atravesado un momento complicado, pero por eso puede que hayamos llegado a un punto de inflexión.
La recesión controlará la inflación. La actividad económica mundial se ralentizará el próximo año a medida que los elevados precios de los alimentos y la energía se combinen con los altos tipos de interés (y, finalmente, con la pérdida de empleo) para desembocar en una recesión.
Cuando una economía se debilita, la inflación debería caer. Los precios de mercado actuales sugieren que el índice de precios al consumo (IPC) de EE.UU. caerá hasta el 3% en diciembre de 2023, frente al 8% actual. En la mayoría de los mercados principales se observa una dinámica similar.
Los bancos centrales frenarán el endurecimiento monetario. La recesión, junto con un descenso significativo de la inflación general, permitirá a los bancos centrales ralentizar y, en última instancia, revertir las subidas de tipos de interés. Si se cumple este escenario económico, esperamos recortes significativos de los tipos de interés a finales de 2023 o principios de 2024. Pero los mercados financieros son previsores, por lo que los inversores fijarán el precio de esos recortes antes de que lo confirmen los bancos centrales, lo que creará un entorno más favorable para los bonos.
Valoraciones relativas: renta fija frente a renta variable. Tras un año de turbulencias en los mercados, los bonos no habían estado tan baratos en relación con la renta variable desde la burbuja de las puntocom de principios de la década de 2000.
La renta variable tiene margen para seguir cayendo. Históricamente, la caída máxima de las acciones, en relación con los bonos, a partir de este tipo de valoración comparativa podría oscilar entre el 25% y el 75%.
Los periodos anteriores en los que las valoraciones de los bonos, frente a las de la renta variable, fueron tan atractivas se produjeron generalmente en la cúspide de los mercados alcistas de renta variable. La renta variable sigue estando bastante cara, mientras que la renta fija está relativamente barata. Los inversores a largo plazo deberían empezar a actuar en consecuencia en 2023.
Conclusiones
Si estamos en lo correcto, es probable que veamos un crecimiento económico más débil en 2023, una inflación a la baja y políticas de los bancos centrales más favorables a los activos financieros.
Los inversores se anticiparán a estos cambios y comenzarán a abandonar la renta variable cíclica (y costosa) en favor de la renta fija defensiva (y barata). Si todas estas condiciones se cumplen, deberían crear un año mucho más positivo para los inversores en renta fija.
Columna de Álvaro Antón Luna, Country Head de abrdn para Iberia