La inversión de impacto, que antes era una solución de inversión de nicho, es cada vez más popular. En este artículo, miramos al futuro y a las oportunidades que potencialmente nos esperan.
Empecemos con un resumen rápido. En general, hemos asistido a una creciente concienciación sobre el potencial impacto económico de los riesgos medioambientales y sociales. De hecho, el informe anual de riesgos del Foro Económico Mundial para 2020 ha sido claro en este sentido. Incluía una encuesta sobre los riesgos mundiales percibidos como los más probables y los más perjudiciales. En la última década, los riesgos económicos, como las burbujas de activos, han sido superados por los riesgos medioambientales. Y, por primera vez, los problemas relacionados con el clima dominaron los cinco riesgos más probables a largo plazo.
En el informe de 2021, las preocupaciones relacionadas con el COVID-19 entraron comprensiblemente en los cinco primeros puestos. No obstante, los riesgos relacionados con las condiciones meteorológicas extremas y la pérdida de biodiversidad siguieron ocupando un lugar destacado.
Además, cada vez se reconoce más que los riesgos medioambientales y sociales están intrínsecamente ligados a los problemas económicos. Esta vinculación se ha reflejado en los mercados financieros, que en los últimos años han hecho que el concepto de ESG deje de ser un ejercicio de selección de casillas y se convierta en un enfoque de inversión generalizado.
A medida que un mayor número de empresas valora cómo los riesgos medioambientales y sociales pueden traducirse en graves sanciones legales o en pérdidas de clientes, también se ha producido un cambio notable hacia inversiones más «verdes» y empresas consideradas líderes en ESG. En muchos casos, esto está impulsando las valoraciones.
¿Estamos ante una burbuja ESG?
Si comparamos los factores ESG con otros temas seculares anteriores, estos factores están todavía en una fase bastante temprana en términos de «territorio de burbuja» en relación con las burbujas de las «puntocom» o de la vivienda en EE.UU.. Además, el apoyo político tangible respalda las expectativas de demanda. Según un análisis de Bloomberg New Energy Finance, las 50 principales economías del mundo están invirtiendo 583.000 millones de dólares para impulsar los esfuerzos ecológicos.
Esto nos hace ser optimistas con la idea de que los factores ESG no están en terreno de burbuja. Por el contrario, creemos que hay un cambio fundamental en la forma en que el mercado percibe los riesgos ESG y recompensa las oportunidades ESG.
Invertir para impactar
Creemos que la inversión de impacto va más allá de la mera inversión responsable. Ello se debe a que su objetivo es obtener resultados medioambientales y/o sociales positivos junto con un rendimiento financiero. Consideramos que al asignar capital para abordar problemas medioambientales o sociales importantes, las empresas que ofrecen soluciones a estas necesidades desatendidas están aprovechando una demanda insatisfecha. Para los inversores, esto ofrece el atractivo de un doble resultado potencial: un impacto positivo medible junto con un rendimiento potencialmente sostenible.
A lo largo de los años, hemos asistido a un incremento de los esfuerzos del sector para promover la inversión de impacto. Esto incluye el trabajo del PRI (Principios para la Inversión Responsable), la Red Global de Inversión de Impacto, Bridges Ventures y muchos otros. Estos esfuerzos por educar y crear un lenguaje común están empezando a dar sus frutos. Y el mercado es cada vez más consciente de que, si bien cuestiones como el cambio climático constituyen riesgos importantes, también son oportunidades.
Esto ha provocado un aumento de la demanda y de la entrada de capital, especialmente en el sector de la renta variable, donde la inversión de impacto está más consolidada.
Creemos que las tendencias ESG que hemos visto en los últimos cuatro años se acelerarán.
Buscando generar retornos sostenibles
En nuestra opinión, la inversión de impacto es una fuente potencial de alfa. Además, creemos que las tendencias ESG que hemos visto en los últimos cuatro años se acelerarán. No sólo porque la inversión ESG es lo «correcto», sino porque existe un incentivo financiero importante. Esto incluye la regulación, los cambios en los patrones de consumo o la evolución de la industria para responder proactivamente a los riesgos sociales y medioambientales a los que nos enfrentamos.
Además, las cifras respaldan esta opinión. Tomemos, por ejemplo, la encuesta de inversores de la Red Global de Inversión de Impacto 2020. Este análisis incorpora las opiniones de casi 300 inversores de impacto líderes que gestionan colectivamente más de 400.000 millones de dólares en activos de inversión de impacto. De los encuestados, el 88% dijo que los retornos financieros estaban en línea o por encima de las expectativas.
Medida por medida
Con todo, siguen existiendo obstáculos. Dos de los más acuciantes son la medición y la presentación de informes, y la forma en que éstos varían entre las distintas clases de activos.
En el caso de la renta variable cotizada, las inversiones se dirigen a empresas cuyos productos o servicios contribuyen a un cambio positivo, ya sea medioambiental o social. En comparación con los mercados privados o los «bonos verdes», los inversores tienen menos poder de decisión sobre los parámetros de impacto a los que se apunta y sobre los que se informa. Más bien, dependen completamente de la divulgación de la empresa y de su compromiso regular.
Además, no hay consenso sobre cómo medir e informar sobre el impacto. Esto significa que diferentes estrategias de impacto cuentan con diferentes métricas de impacto. Las compañías a menudo se quedan cortas con los datos que proporcionan. Por eso creemos que el sector debe normalizar la información y pedir mejores datos, no necesariamente más.
Estamos ante una gran oportunidad. Mientras que los inversores de impacto del mercado privado suelen ejercer más influencia o control sobre la estrategia de una inversión, la inversión de impacto en acciones cotizadas puede cuestionar y cambiar la forma de pensar y de comportarse de las empresas. Las reuniones periódicas con los equipos directivos, las opiniones constantes y el voto activo ayudan a mejorar la información, a exigir responsabilidades a las compañías y a lograr el cambio.
Activo frente a pasivo
Una de las grandes preguntas en torno a la inversión de impacto es si se debe adoptar un enfoque activo o pasivo.
Para nosotros, la respuesta es clara. La inversión de impacto no sólo pretende evitar daños y beneficiar a las partes interesadas, sino que también busca contribuir a proporcionar soluciones positivas. Por lo tanto, el nivel de análisis requerido no puede hacerse de forma pasiva.
La inversión de impacto en cualquier activo requiere un análisis profundo de los problemas globales y la identificación de posibles soluciones. También implica un seguimiento continuo de la inversión, tanto desde el punto de vista financiero como para garantizar el cumplimiento de los hitos de impacto. La medición sólida del impacto es vital, así como la consideración detallada de la desinversión ética.
El compromiso activo es también una parte crucial de cualquier estrategia de impacto. Creemos que esto incluye animar a las empresas que cotizan en bolsa a mejorar su gobernanza o su enfoque de las cuestiones medioambientales y sociales. Y la gestión activa ayuda a los inversores a utilizar el poder de voto en las asambleas generales para ejercer su influencia.
Conclusiones
A medida que el panorama cambia, el sector de la inversión está mejor preparado para adoptar la inversión de impacto y para reconocer que las empresas que aportan soluciones a diferentes riesgos mundiales tienen la oportunidad de obtener beneficios. Siguen existiendo retos, pero, a medida que el mundo trata de abordarlos de manera significativa, creemos que la inversión de impacto se consolidará como una de las piedras angulares de la inversión sostenible.
Columna de Sarah Norris, Investment Director de abrdn