Puede que el verano de 2016 no sea más que un recuerdo lejano, pero, teniendo en cuenta que la historia del Brexit aún no ha terminado, sigue estando muy fresco para la mayoría. Cuando el Reino Unido votó para abandonar la Unión Europea, muchos pensaron que Italia sería el siguiente. Tres años después, el complejo europeo sigue siendo eso: complejo.
La situación resulta frustrante, incluso desconcertante. Pero, tras esa apariencia de homogeneidad, los mercados europeos ofrecen muchas oportunidades de inversión para quienes se tomen el tiempo de conocerlos y de comprenderlos. De hecho, la ausencia de una unión más profunda los hace aún más interesantes.
Aunque es cierto que Europa es una región a la que le está costando crecer, también representa una de las mayores fuentes de beneficios empresariales a nivel mundial y cuenta con un atractivo mix de empresas. Para los inversores que estén dispuestos a darse un chapuzón o incluso a sumergirse en este mercado, puede ser una experiencia estimulante.
El crecimiento macroeconómico importa, pero no tanto como la gente cree, si se sabe dónde y qué buscar. En mi experiencia, para cada argumento en contra de invertir en Europa existe otro sobre por qué debería hacerlo. Por ejemplo, se habla mucho de que Europa carece de empresas tecnológicas de talla mundial como Amazon, Facebook o Alibaba. En este sentido, la reciente salida a bolsa (en Ámsterdam) del grupo de internet Prosus podría llevarnos a pensar lo contrario, aunque lo cierto es que gran parte de su valor se deriva de su participación en la tecnológica china Tencent (es el principal accionista).
Sin embargo, a 130 km al sur de Ámsterdam encontramos a uno de los líderes tecnológicos mundiales: ASML. Hace diez años, no muchos inversores mostraban interés en esta empresa, pero, al analizarla con detalle, incluso en el momento álgido de la crisis financiera global resultaba obvio que ASML tenía el modelo de negocio, el equipo directivo y la tecnología para convertirse en la fuerza dominante que es hoy en día.
Operar en un entorno de bajo crecimiento tampoco es necesariamente malo para una empresa, ya que puede contribuir a que el equipo directivo se centre en generar valor.
Tomemos el caso del fabricante de camiones Volvo, que tras la crisis financiera dedicó tiempo a analizar su situación y llegó a la conclusión de que su modelo de negocio no se adecuaba a su propósito. Desde entonces, ha reducido costes, ha concentrado más sus servicios y ha mejorado su posición financiera, recompensando a los accionistas con un dividendo del 8%, que no está nada mal en el actual entorno de lento crecimiento y escasas rentabilidades.
Por último, es evidente que existe una mayor concienciación social y medioambiental a la hora de invertir y Europa parece liderar esta tendencia. Los consumidores son muy conscientes del impacto medioambiental y social que pueden tener sus hábitos de consumo y, ahora, cada vez más inversores exigen que sus inversiones no solo sean sostenibles desde el punto de vista financiero, sino que también reflejen sus valores éticos o morales. Las empresas europeas están a la vanguardia de esta revolución sostenible y lideran sus respectivos sectores en cuestiones de sostenibilidad.
Un ejemplo es la empresa holandesa DSM, cuya estrategia corporativa se centra en la creación de una “sociedad saludable y funcional para todos” poniendo el énfasis en la nutrición. Destaca su “Proyecto Vaca Limpia”, que ha creado un producto que reduce en un 30% las emisiones de metano que producen las vacas, contribuyendo así a reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Quizás DSM podría encontrar la solución a las turbulencias que agitan la política europea.
Así pues, tres años después del referéndum sobre el Brexit, Italia ha tenido tres gobiernos diferentes y ha conseguido salir adelante, sobreviviendo a una recesión técnica y a la presión populista. Los paralelismos con el Reino Unido resultan intrigantes: si no me equivoco, los británicos han tenido dos, casi tres gobiernos en el mismo periodo de tiempo. Quizás no somos tan diferentes después de todo.
Durante este tiempo he podido ver cómo varias empresas europeas se fortalecían cada vez más, por lo que el Viejo Continente sigue siendo un lugar tan interesante y atractivo para invertir como siempre.
Tribuna de Will James, jefe adjunto de renta variable europea en Aberdeen Standard Investments