A principios de este año, comprobamos el profundo (y positivo) impacto que la crisis del COVID-19 tuvo en las emisiones de gases de efecto invernadero cuando economías enteras se cerraron y los viajes se detuvieron. Hay esperanzas de que este período inspire a la gente a llevar vidas más sostenibles y respetuosas con el medioambiente. Pero la realidad es que son las políticas de los gobiernos las que serán cruciales para determinar el impacto de esta crisis en la agenda verde. Y, por el momento, la respuesta alrededor del mundo ha sido diversa.
Europa destaca por sus fuertes compromisos con el clima. Sus objetivos de reducción de emisiones para 2030 son más ambiciosos que en cualquier otra parte del mundo, y no los ha reducido como consecuencia de la crisis. De hecho, el programa ecológico ha recibido un impulso gracias al requisito de que al menos el 30% del Fondo de Recuperación de la Unión Europea se destine a la protección del clima y a los objetivos de reducción de las emisiones.
Además, algunos países están complementando sus compromisos ecológicos con impulsos fiscales locales. En Alemania, del paquete de estímulo de 130.000 millones de euros, 50.000 millones se dedicarán a la reducción de las emisiones y a la investigación y el desarrollo de industrias de bajo carbono, como los vehículos eléctricos y el hidrógeno. Mientras tanto, el plan de recuperación de Francia, por valor de 100.000 millones de euros, dedicará 20.000 millones de euros a inversiones relacionadas con el cambio climático, incluido el fomento del uso de bicicletas eléctricas y la renovación de edificios antiguos.
Los países anglosajones, menos prometedores
Estas acciones contrastan fuertemente con la continua falta de compromiso del Reino Unido. El país ha hecho importantes avances en la mejora de los resultados ambientales durante la última década, en parte gracias a su pertenencia a la Unión Europea, que ha incentivado la reducción de las emisiones. El desafío al que se enfrenta el gobierno británico será mantener el impulso en la reducción de las emisiones fuera de las restricciones de las regulaciones europeas. Esto incluirá asegurar que la aceleración planificada del gasto de inversión pública sea coherente con los objetivos ambientales a largo plazo.
Desde esta perspectiva, es preocupante que el cambio climático haya quedado temporalmente al margen del debate político. Por ejemplo, el paquete de apoyo fiscal del gobierno del Reino Unido no incluía un componente climático relevante, a diferencia de sus vecinos europeos.
Australia también corre el riesgo de perder las oportunidades que se derivarían de un impulso mucho más fuerte del crecimiento verde. Desde que el gobierno conservador de coalición llegó al poder en 2013, el país se ha quedado atrás en la mitigación del cambio climático. Y sigue atrapado entre un pasado económico basado en los combustibles fósiles y un futuro económico renovable. Es grave que no haya muchos indicios de que el gobierno esté avanzando poner las inversiones en infraestructuras ecológicas en el centro de su estrategia de recuperación de la crisis.
En Canadá, las ayudas derivadas del coronavirus han sido una bendición para las empresas, incluidas las del sector del petróleo y el gas. Aunque los fondos que se les han dado técnicamente tienen un requisito climático, no está claro cómo se aplicará. A largo plazo, la pandemia probablemente no cambiará sustancialmente la agenda ecológica en Canadá.
La política sigue siendo un obstáculo importante para la acción climática
Esto es particularmente obvio en EE.UU., donde los votantes de derecha están menos inclinados a considerar el cambio climático como una cuestión apremiante (o una cuestión en absoluto). Mientras tanto, para los votantes de la izquierda, el medioambiente es fundamental para su ideología política.
En Japón, en general, el cambio climático no es una de las principales preocupaciones de los votantes, lo que se refleja en las políticas climáticas poco ambiciosas del Partido Liberal Demócrata gobernante y en la continuidad de la financiación del carbón. Japón solo ha destinado 74 millones de dólares de un paquete de estímulo económico que asciende a 2,2 billones de dólares para las fábricas que funcionan con energía renovable, las empresas que trasladan su producción al país y los sistemas de ventilación pública ecológicos.
En Brasil, sin embargo, la crisis parece estar dando más cobertura política al gobierno para impulsar la deforestación y para relajar la regulación ambiental. El ministro de Medioambiente dijo explícitamente que, «mientras la gente se distrae con la pandemia del coronavirus», podría producirse una mayor desregulación de la política medioambiental.
Mensajes mixtos de los principales mercados asiáticos
Para los dos mercados más grandes de Asia, las perspectivas de la política ecológica son más variadas. China ha asumido compromisos de alto nivel para aumentar considerablemente la proporción de vehículos eléctricos en las flotas de transporte y para fijar como objetivo las emisiones netas nulas para 2060. Sin embargo, en realidad, la descarbonización del sector energético y de la industria avanza muy lentamente y las nuevas inversiones en centrales eléctricas de carbón siguen aumentando.
Mientras tanto, el paquete de estímulo en India decepciona en el frente climático, ya que contiene el apoyo a las industrias del carbón y del petróleo, y da luz verde a la tala de bosques para la industria. Aunque se van a crear empleos «verdes» en algunas comunidades rurales, existe el riesgo de que se produzcan conflictos de tierras entre la población y los departamentos forestales.
¿Qué implica esto para los inversores?
Los inversores deben comprender estas tendencias a nivel de país porque las empresas en las que invierten no operan en el vacío, sino que están sujetas a los entornos normativos y jurídicos en los que actúan. Por lo tanto, entender qué regiones están a la vanguardia en materia de cambio climático y cuáles están rezagadas puede ayudar a los inversores a evaluar los posibles riesgos y oportunidades de sus carteras.
Tribuna de Stephanie Kelly, economista política de Aberdeen Standard Investments