Tras un largo tiempo de amagos, finalmente le hemos visto las orejas al lobo: el bono del Tesoro estadounidense a 10 años ha superado el 3%. ¿Y ahora qué? ¿Preparamos nuestras carteras de renta fija con coberturas de tipos de interés esperando alzas adicionales? O, por el contrario, ¿incrementamos la duración para beneficiarnos de potenciales correcciones por debajo del 3%?
Tradicionalmente en los libros de texto de macroeconomía, antes de las inyecciones de liquidez y las compras masivas de bonos por parte de los bancos centrales, se enseñaba que los tipos a 10 años respondían a una sencilla fórmula: crecimiento esperado + expectativas de inflación. Pues bien, si consideramos únicamente estos dos factores y creemos que las previsiones más comunes que se barajan para los próximos años son válidas, se podría llegar a concluir que pronto deberíamos estar rozando el 5% en el bono del Tesoro estadounidense a 10 años.
Pero no todo es tan sencillo, y los últimos años nos han servido para cuestionar algunos principios que habíamos aprendido en las facultades de economía y que reflejan una nueva realidad en las interrelaciones de las variables económicas. Por ejemplo, que tras unos años de liquidez ilimitada tan solo ahora empiece a repuntar ligeramente la inflación, o que a pesar de que la Reserva Federal haya aumentado los tipos oficiales y se descuenten cuatro subidas para este año, el dólar se haya debilitado.
Algunas proyecciones oficiales de crecimiento de la economía estadounidense son: FMI 2,9% para 2018 y 2,7% para 2019, y OCDE 2,9% para 2018 y 2,7% para 2019. Son buenas, sí. No cabe duda. Pero no son crecimientos acelerados que puedan justificar tensiones inflacionistas y subidas de tipos agresivas, y más bien no se puede descartar que estas previsiones se moderen en los próximos trimestres.
Después de 35 trimestres consecutivos de expansión económica en EE. UU., puede que superemos el record de 39 trimestres de los años 90, que culminó con la burbuja de las tecnológicas (“punto com”). Y hasta que no se diluya el estímulo fiscal de Trump seguirá el viento de cola para el consumo, los gastos de inversión y el sector inmobiliario. Pero no se trata de un repunte brusco, pues sigue un paso lento pero estable de crecimiento. O sea que, incluso ciñéndonos a los factores tradicionales mencionados que determinan el nivel de los tipos a 10 años, no anticipamos un entorno que justifique niveles muy superiores a los actuales.
También podemos añadir otros factores “no tradicionales” tales como el impacto del comportamiento de algunos actores muy influyentes en el mercado de deuda soberana como China (mayor tenedor extranjero de bonos del Gobierno estadounidense), las aseguradoras y los fondos soberanos.
Tampoco nos casamos con los que pronostican la recesión inminente y la vuelta a tipos por debajo del 2% en el 10 años norteamericano. Una de las argumentaciones que se ha puesto de moda entre los partidarios de esta posición es la de la inversión de la curva de tipos. Es decir, que el tipo de interés a 10 años sea inferior al de 2 años. Históricamente, la curva de tipos invertida ha sido uno de los mejores predictores de recesiones. De hecho, todas las recesiones estadounidenses desde la década de 1960 han sido precedidas por inversiones de la curva de tipos. En los últimos tiempos la pendiente se ha reducido, pero todavía quedan 50 puntos básicos de diferencia entre el 10 y el 2 años. Y esta reducción creemos que se debe más a estas dinámicas no tradicionales mencionadas que sostienen el nivel de los tipos a 10 años, que no a indicios de una recesión inminente.
¿Y qué me dicen de las voces que nos alarman sobre una nueva crisis de impagos provocada por las subidas de los tipos oficiales? El mercado está descontando un total de cuatro subidas de tipos de la Reserva Federal para este año. A pesar del incremento de tipos a corto que conlleva un aumento de los costes de los créditos al consumo, todavía no se detectan incrementos alarmantes de la morosidad entre las diferentes clases de préstamos al consumo. Si siguieran subiendo los tipos más agresivamente sí que podríamos verlo, pero por el momento no es nuestro escenario central.
Aunque pensemos que las subidas de tipos no serán lo suficientemente agresivas como para aguarnos la fiesta, sí que tenemos que estar preparados por si cayera un aguacero imprevisto de verano. No apostamos por coberturas totales del riesgo de tipos de interés, pero sí que medimos cuidadosamente el valor relativo y los potenciales riesgos. Con menos de 15 puntos básicos de diferencia de rentabilidad entre el bono del Tesoro estadounidense a 5 y 10 años, ¿se justifica asumir un riesgo de 4 años adicionales de duración? No, en nuestra opinión.
Tribuna de Meritxell Pons es directora de Asset Management en Beta Capital Wealth Management, Crèdit Andorrà Financial Group Research.