El poder de Rusia en la escena mundial se apoya en sus vastas reservas de petróleo y gas. Desde la invasión de Ucrania, los países occidentales han intensificado las sanciones, incluyendo las propuestas para prohibir en alguna medida las exportaciones de petróleo de Rusia, un movimiento que la Comisión Europea está valorando seriamente. Pero la ampliación y aplicación de un embargo petrolero tendrá consecuencias de gran alcance para todas las partes.
El mundo occidental está atónito ante el sufrimiento del pueblo ucraniano. Las consecuencias económicas mundiales del conflicto también podrían ser graves, porque Rusia y Ucrania son grandes exportadores de productos básicos vitales. Para las democracias occidentales, presionar para detener el conflicto tendrá probablemente un coste, porque Rusia es el tercer productor mundial de petróleo, con un 12% de la producción mundial. Aunque una prohibición del petróleo ruso perjudicará a la mayor fuente de ingresos del invasor, su eficacia depende de la solidaridad de los países occidentales ante las dificultades económicas y los riesgos de escalada del conflicto.
La invasión rusa pone de manifiesto la vulnerabilidad de Occidente
Los mercados del petróleo ya estaban desabastecidos antes del estallido de la guerra; ahora se dirigen a un mayor déficit. En los países de Europa occidental, la legislación y la reglamentación medioambiental han desalentado el crecimiento de la oferta de petróleo y gas en el sector privado, mientras que en EE.UU. el mayor coste del capital y la búsqueda de mayores rendimientos también han limitado la nueva oferta. ¿El resultado? Unos mercados más ajustados y volátiles. Dadas estas limitaciones, si el petróleo ruso desaparece del mercado, será muy difícil encontrar a corto plazo nuevas fuentes de suministro suficientes para tapar el hueco y evitar que los precios del petróleo suban bruscamente.
El embargo de petróleo comienza a surtir efecto
EE.UU. y el Reino Unido han anunciado embargos petrolíferos: la prohibición estadounidense entró en vigor el 8 de marzo y el Reino Unido tiene previsto eliminar progresivamente las importaciones de petróleo ruso para finales de este año. Ambos países importan relativamente poco petróleo ruso como porcentaje de su mezcla energética total, por lo que sus acciones parecen en gran medida simbólicas. Para que sean plenamente efectivas, muchos más países tendrían que sumarse al embargo, especialmente los europeos, que dependen mucho más del suministro ruso.
Pero mientras tanto, las grandes empresas compradoras de petróleo a nivel mundial, como BP y ENI, no se atreven a violar el embargo, por lo que han empezado a autosancionarse. Aunque siguen comprando el petróleo ruso que ya han contratado, no están renovando los contratos para futuras entregas. Las exportaciones marítimas de Rusia a la OCDE ya se han reducido a la mitad, mientras que el crudo de los Urales cotiza con un descuento de unos 25 dólares por barril respecto al Brent, frente a los 4 dólares de febrero. Y el precio del gasóleo -que es vital para el transporte comercial y la maquinaria- está reflejando la escasez real. ¿Pueden los gobiernos europeos aportar claridad a una situación confusa y deteriorada?
El embargo pone a Europa en un aprieto
Europa se enfrenta a una decisión más difícil que la de Estados Unidos y el Reino Unido. Los países europeos, sobre todo Alemania e Italia, son clientes relativamente mucho más importantes del petróleo ruso y, sobre todo, dependen de Rusia para más del 40% de su gas natural y el 30% de su petróleo. Esta dependencia da ventaja a Rusia, ya que cualquier medida para detener las importaciones de petróleo ruso podría llevar a la interrupción del suministro de gas ruso también. La UE ha publicado recientemente un plan para independizarse de los suministros energéticos rusos mucho antes de 2030 y reducir en dos tercios la demanda de gas ruso de la UE para finales de este año. Pero estas medidas tardarán en aplicarse.
Mientras tanto, Europa podría enfrentarse a un invierno brutal si renuncia al petróleo ruso, o si Rusia corta preventivamente el suministro de energía. Según las estimaciones del grupo de reflexión europeo EconPol, el coste a corto plazo para Alemania del cese total de las importaciones energéticas rusas sería del 3% del PIB. Pero EconPol no puede descartar que se produzcan caídas y trastornos económicos de mayor envergadura. RWE, el mayor productor de energía de Alemania, incluso ha advertido de «consecuencias inimaginables» para el suministro de calefacción de los hogares. Estos resultados pueden parecer nefastos, pero las consecuencias podrían ser aún peores si Europa no toma medidas para disuadir la agresión rusa. En este contexto, es imposible predecir las posibilidades de una prohibición europea concertada del petróleo ruso. Los pronósticos geopolíticos estiman actualmente una horquilla de probabilidad del 30% al 50%, pero en esta volátil situación las perspectivas podrían cambiar de un día para otro.
Impacto del embargo en los mercados mundiales
Sustituir la cuota de suministro mundial de Rusia sería un reto incluso en el mejor de los casos. Un escenario optimista incluiría una mayor producción de esquisto estadounidense, de las naciones de la OPEP y de los países actualmente sometidos a sanciones estadounidenses, como Venezuela e Irán. Pero gran parte de esa mayor producción requeriría más inversiones y mucho más tiempo.
En consecuencia, una pérdida total de las exportaciones de petróleo ruso sería muy perjudicial para el PIB mundial a corto/medio plazo. Unos precios mucho más altos impulsarían la destrucción de la demanda (menos actividad económica) para reequilibrar el mercado. Los consumidores y las empresas tendrían que ahorrar, y la demanda se contraería, hasta que la oferta adecuada volviera a estar en marcha y permitiera que los precios bajaran. El petróleo no sólo representa el 5% del PIB mundial, sino que es un motor clave de la mayoría de las actividades económicas. El impacto de una escasez de petróleo se sentirá en toda Asia y América Latina, así como en Estados Unidos y Europa, porque los precios del petróleo reflejan las condiciones del mercado mundial.
Nuestro análisis de escenarios sugiere que, en un caso de destrucción de la demanda («Intensificación», abajo), los precios del petróleo podrían alcanzar los 200 dólares por barril. Este escenario, el peor de todos, también aumenta las posibilidades de represalias rusas contra Occidente, lo que podría conducir a una mayor escalada y a un mayor sufrimiento humano y daño económico.
Tres escenarios diferentes con distintos resultados de precios:
Peligros del embargo para Rusia
Un embargo supondría múltiples peligros para Rusia. La energía representa más del 30% del PIB ruso (dividido en un 75% de petróleo y un 25% de gas) y las exportaciones suponen entre el 75% y el 80% de la producción de hidrocarburos. Es poco probable que Rusia pueda redirigir todas sus exportaciones de petróleo a países más favorables (principalmente China e India), sobre todo a corto plazo, lo que dejaría una gran parte de sus excedentes de petróleo sin poder ser entregados. Como Rusia carece de suficiente capacidad de almacenamiento para un embargo a largo plazo, este excedente de petróleo tendría que cerrarse en última instancia, lo que podría suponer una pérdida permanente de ingresos (y de capacidad mundial), ya que los costes de volver a poner en marcha los yacimientos en los hostiles entornos del norte son muy elevados.
El mejor caso y los escenarios alternativos
Por supuesto, es perfectamente posible que no se materialice ninguno de estos resultados funestos. El conflicto podría resolverse y los precios del petróleo volverían a los niveles anteriores a la guerra. Y cualquier previsión tiene un amplio margen de error: acontecimientos imprevisibles -como el resurgimiento del COVID- pueden provocar grandes cambios en el equilibrio entre la oferta y la demanda, con el consiguiente impacto en los precios.
El conflicto es trágico para la población de Ucrania y del mundo. También sirve como una enorme llamada de atención para los gobiernos occidentales. Esperamos que se revalúe la importancia de la seguridad energética y se impulse el desarrollo de nuevos suministros energéticos de todo tipo, tanto renovables como basados en el petróleo y el gas. El cambio hacia las energías renovables debería acelerarse junto con la intensificación de las inversiones en eficiencia energética, esta vez con una planificación de la transición más pragmática en todos los países occidentales que tenga en cuenta tanto la seguridad del suministro como la competitividad industrial.
Este planteamiento más riguroso incluirá un papel continuo a medio plazo para el petróleo, y también para el gas, como sustituto del carbón, el combustible más contaminante, con menos emisiones. Pero las empresas energéticas europeas querrán una señal clara de los gobiernos de que los nuevos proyectos representan una contribución necesaria a la seguridad del suministro en consonancia con la transición energética a largo plazo hacia la energía neta cero.
Tribuna de Jeremy Taylor, vicepresidente senior, analista principal de investigación y gestor de carteras de Value Equities y Luke Pryor, en AllianceBernstein.