Este 29 de julio es el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra. Es decir, cuando los seres humanos habremos consumido todos los recursos naturales disponibles del planeta del año en curso, como madera, pescado, agua y minerales, produciendo residuos como emisiones de dióxido de carbono y el día en que necesitamos casi dos planetas para satisfacer las necesidades de nuestro ritmo de consumo actual.
El resto del año estaremos reduciendo lo que debería estar disponible para las generaciones futuras. Calculado por la organización científica internacional sin ánimo de lucro Global Footprint Network (GFN), se va adelantando cada año desde inicio de la década de 1970 (se determina por la cantidad de recursos naturales de los que dispone el planeta y la huella ecológica de la humanidad en relación con superficie necesaria, con estadísticas de Naciones Unidas).
Al ritmo de crecimiento actual en poco más de 30 años precisaremos tres planetas para cerca de 10.000 millones de personas (en España la huella ecológica es cuatro hectáreas por persona, siendo su Día de la Sobrecapacidad el 28 de mayo -la biocapacidad global del planeta es 1,63 hectáreas por persona-).
Efectivamente la actividad humana y residuos que generamos conllevan cambios potencialmente irreversibles. Para medirlo seguimos el «espacio ecológico operativo seguro» en que las actividades humanas deben permanecer, según el marco desarrollado por Stockholm Resilience Centre (revista Nature Sep 2009 “Antropoceno: la gran aceleración”) en nueve dimensiones –cambio climático, acidificación, contaminación química, cambios de uso del suelo, agotamiento del ozono, aerosol atmosférico, cambios en el ciclo del nitrógeno, cambios en el ciclo de fósforo, pérdida de biodiversidad y agotamiento de suministros de agua dulce-. Para cada áreas hay límites seguros que si se sobrepasan generan efectos medioambientales que dejan de ser lineales y predecibles. Por ejemplo la proporción de CO2 en atmósfera no debe pasar de 350 partes por millón y el consumo de agua dulce no exceder de 6.000 kilómetros cúbicos por año.
Ya hemos violado cinco umbrales. Es el caso del ciclo del nitrógeno y del fósforo, macronutrientes de los abonos. La agricultura intensiva, especialmente en China, actividad industrial y crecimiento de la población han aumentado su volumen en ríos y océanos, provocando crecimiento excesivo de algas, que agotan el oxígeno, matando plantas acuáticas y peces, en un proceso llamado eutrofización. Los científicos estiman que las zonas marinas de cero oxígeno o «muertas» ya se han cuadruplicado desde los años 50. De hecho los residuos bioquímicos se emiten a un ritmo 40 % mayor de lo que el medioambiente puede soportar.
Sin embargo, hay señales de que los esfuerzos por detener la degradación ambiental -medidas políticas o nuevas tecnologías -están empezando a tener frutos. Según GFN, a lo largo de la década de 1970-2014, el Día de la Sobrecapacidad se adelantaba tres días cada año. Desde entonces ha disminuido a menos de un día al año. De hecho hay razones para el optimismo. Algunas industrias forestales y sectores ambientales están reduciendo los residuos bioquímicos que producen con tecnologías innovadoras en control de contaminación. Estas empresas juegan un papel importante en ayudarnos a pagar nuestra «deuda ambiental» y vivir dentro de nuestras posibilidades. Se trata de un mercado medioambiental de dos billones de dólares en ventas que crece 6 a 7% anualmente, por encima de 3 a 4% la economía mundial.
Tribuna de Luciano Diana, director de inversión temática ambiental de Pictet AM.