Los empleados y jubilados chilenos se quejan de su sistema de pensiones porque lo conocen. Propiamente, porque lo sufren. Saben cuál es su falla principal y han exigido reformas. Su reclamo ha sido decisivo para el giro político del país. Los mexicanos descalifican al SAR pues lo conocen a medias, no como debieran; millones lo menosprecian, al grado de no registrarse en una Afore luego de muchos años de cotizar.
¿Por qué 18 millones no se registran?
Según cifras de Consar, al 31 de mayo el sistema contaba con 70.9 millones de cuentas (presumiblemente, una por persona, aunque hay algunas con dos), de las que 52.9 millones estaban registradas en las Afores. Es decir que 17.9 millones, 25.3% del total, eran de aquellos que desdeñaban al SAR, que no se han registrado o que salieron del sector privado y se ganan la vida en otro ámbito; o en el extranjero.
A partir de que la autoridad comenzó a reportar los datos, en 2001, la proporción ha oscilado entre 25% y 34% (marzo 2012), desde donde disminuye. Su evolución ha sido sin altibajos desde diciembre de 2016 (32.7%).
La cantidad fue ascendente desde inicio hasta superar 19.3 millones, entre octubre de 2018 y febrero de 2019. Desde entonces se modera a 18 millones, aunque en su evolución semeja una ola que al terminar encauza una nueva crecida: en febrero de 2012 saltó de 12 a 16.2 millones; en agosto de 2016, de 16.6 a 18.3 millones.
Después de 21 años, cantidad y proporción pueden considerarse “normales” pero son una anomalía.
A la pregunta ¿por qué no te registras? responden con evasivas, fruncen el ceño o terminan cuestionando “¿para qué, si todas las Afores son iguales?” No falta quien se molesta. Algunos de ellos estudiaron Finanzas o han estado en entidades financieras.
Muchos milenials ven tan lejano el retiro que no se inmutan. Siempre estuvieron a la espera de alguna reforma que favoreciera su ahorro o mejorara las condiciones esperadas de retiro. Es la generación más dada a reprobar al sistema y probablemente la que menos lo entiende.
Lo que más requieren jóvenes, treintañeros, los que están a punto del retiro, los registrados y no registrados, es saber en cuál gestora estar. Como si hubiera una única mejor o más conveniente para todos o como si no fuera asunto de ellos determinar sus necesidades. Lo plantean literalmente o de este modo: ¿Cuál Afore me conviene? ¿A cuál me paso?
Cómo elegir Afore, según el regulador
Su recomendación es basarse en el rendimiento y las comisiones. En años recientes incorporó el indicador de servicios. Así, considera que todos los trabajadores han de priorizar el rendimiento sin considerar el potencial de pérdidas, y aconseja basarse en una medida cuestionable, el IRN. Alentar el cambio a partir de diferencias de comisión irrisorias que suelen superarse con mejores rendimientos, no es lo adecuado.
Además, la información y lenguaje en su página web no es digerible. La mayoría del contenido es para uso de analistas y las propias Afores. Lo más buscado por las masas es el IRN.
Considerando los reclamos, preguntas, preocupaciones, dudas, la aversión a perder… la sugerencia podría afinarse, redondearse para proponer la elección en función del riesgo: identifica a la gestora que asume un grado de riesgo compatible con lo que toleras. Y habría de hacerse una guía para ello, que incluya el rendimiento directo, en uno y varios períodos; después los servicios y, para quien pueda comprenderla, la evaluación de Morning Star. Y trabajar, en serio, con las Afores, en la difusión de la cultura financiera y de pensiones que, hasta ahora, ha sido mera intención. En otras palabras, ayudarles a elegir “su mejor Afore” con base en sus características y necesidades particulares.
Las prácticas indebidas de las Afores
Desde luego que el gremio ha procurado su mala fama. En su disputa por tener más clientes, las áreas de promoción han aplicado malas prácticas:
- Actuación monopólica, según la Cofece, que aplicó multas severas
- Métodos para impedir o conseguir traspasos, que motivaron a la autoridad a hacer el registro por medios electrónicos y biométricos. Muchos fueron los que se sorprendieron de saber que habían sido cambiados de Afore sin solicitarlo ni recibir aviso. Quienes se quejaron y reclamaron daños, aseveran que vivieron un “suplicio”.
- Varios promotores me han llamado (¿cómo obtendrían mis datos?), para intentar mi cambio. Entre tantos, uno que me pidió recibirlo para exponerme las ventajas de su Afore sin molestarse a ver que ya estaba yo en ella.
- Un ejército de agentes lanzado al ruedo sin competencias suficientes da argumentos inverosímiles: “no te conviene una Afore extranjera; se puede ir con tu dinero de un momento a otro”. “Aquí lograremos que puedas hacer retiros…” el trabajador le cree.
- Tácticas dilatorias, burdas, exasperantes, para no dar constancias de implicaciones. Las sufrí. Ir a algunas oficinas de atención es denigrante.
Véase el reportaje de adondevamipension.org que resume el modus operandi para conseguir afiliados.
Las Afores, el villano favorito
Pero las prácticas de promoción no son aplicables a todos los aspectos del sistema. No justifican la dejadez de los empleados para no registrarse ni las quejas relativas a la inversión del ahorro.
Los nuestros nunca exigieron al SAR o gobierno corregir la insuficiencia de la pensión esperada. Ni aprovechan las contiendas electorales para demandar mejoras. Ni sopesado la importancia de un retiro digno. Menos, tratar de mejorar su pensión esperada personal con ahorro voluntario.
En cambio, se enfadan por fallas que el sistema no tiene o por supuestos que no sucederán. Cuando pierden dicen: “la Afore se quedó con mi dinero”. O que la pérdida se explica porque las gestoras “juegan con nuestros ahorros…” Que no hacen aportaciones adicionales porque “este gobierno va a llevarse el ahorro.”
Raro es que alguien conozca la composición del portafolio de su Siefore y más aún que sepa las cualidades y grados de riesgo de los distintos tipos de activos. Varios me han comentado que no sabían que están asignados a una SB según su rango de edad.
Al tiempo, las confusiones se han hecho conceptos: ya es común la expresión “mi Afore”, incluso “el Afore”, para hablar del saldo en su cuenta, no de la administradora. ¿Quién debiera corregir todo esto?
La concepción errónea habría de hacer que el regulador y el gremio replanteasen la información. Y tratar de disipar dudas, conceptos, dar nuevo contenido, promover charlas en las empresas y hacer del retiro materia indispensable en las universidades. En la inducción a nuevos empleados, mínimo, cabría una recapitulación del sistema y el convencimiento a registrarse.
Columna de Arturo Rueda