Cada año bursátil tiene sus particularidades y trae consigo un conjunto de fenómenos concretos que pueden marcar la historia de los mercados financieros. 2022 fue sin duda uno de estos años. Las acciones y los bonos cayeron al unísono y dieron lugar a las peores rentabilidades de las carteras diversificadas desde la década de 1930. Los motivos son diversos: el estallido del conflicto ruso- ucraniano; la guerra en suelo europeo a mayor escala desde la segunda guerra mundial; o el endurecimiento monetario más fuerte desde la década de 1980, aplicado por la práctica totalidad de los bancos centrales del mundo ante el repunte de una inflación que alcanzó máximos de varias décadas. Estos hechos históricos, que pusieron a prueba a los inversores, darán a 2022 la entrada al selecto club de los años bursátiles extraordinarios. Después de meses sumidos en los números rojos, salpicados por muy pocas buenas noticias, ¿les traerá 2023 un poco de serenidad y confianza?
Es preciso reconocer que, a corto plazo, las perspectivas económicas son sombrías. Aunque parece haber sido efectiva para aplacar una inflación que podría haber alcanzado por fin una fase de estabilización, la violencia del endurecimiento monetario debería provocar una recesión mundial. La capacidad de acción de los bancos centrales y los Estados será limitada: en el caso de los primeros, debido a la persistencia de una inflación elevada y, en el caso de los segundos, a causa del encarecimiento del coste de la deuda. Este contexto incita, pues, a la prudencia en las bolsas, donde las valoraciones se han reducido, sin que se puedan calificar de baratas, y se podrían producir revisiones a la baja de los beneficios previstos. Por el contrario, dentro de una lógica a largo plazo, las caídas de las cotizaciones y los múltiplos que han registrado las acciones estos últimos trimestres apuntan hacia unas muy probables rentabilidades positivas dentro de varios semestres. Así pues, prudencia a corto plazo, con una volatilidad elevada persistente y posibles nuevos reveses.
No obstante, algunos puntos débiles podrían permitir volver a elevar el riesgo de la renta variable dentro de las carteras. Desde esta óptica, los valores de pequeña y mediana capitalización, que se han visto especialmente vapuleados en 2022, podrían ofrecer oportunidades interesantes. La otra buena noticia es el atractivo que han recobrado los grandes perdedores de los últimos años: los bonos y, dentro de ellos, los bonos emitidos por empresas privadas. Con un carry que ha vuelto a ser muy atractivo, el fin próximo de las subidas de tipos por parte de los bancos y unas primas de riesgo que descuentan en parte un escenario de ralentización económica, la renta fija privada debería recuperar su papel diversificador dentro de las carteras.
Ahora que ha llegado a su fin la era de tipos cero y subvenciones monetarias, los inversores se enfrentarán a un entorno a priori menos favorable, lo que invita a revisar y diversificar la composición de las carteras. De acuerdo con la ley inmutable de la destrucción creativa, esta reinvención abrirá el camino a innovaciones capaces de generar rentabilidades durante los próximos años.
Tribuna de Olivier de Berranger, director de operaciones y director de inversiones, y Enguerrand Artaz, gestor de fondos de La Financière de l’Echiquier (LFDE).