Tras las sorpresas, especialmente políticas, que nos deparó 2016 nos habíamos acercado al 2017 con prudencia. Había calendarizadas elecciones importantes en Europa, Donald Trump tenía que asumir de forma oficial sus funciones y China se estaba preparando para reformar sus órganos de gobierno… ¿si analizamos ahora estos eventos en los mercados? En su mayor parte fueron ‘no eventos’, con algunas buenas sorpresas, Francia en particular.
Si a eso le sumamos un contexto económico bastante favorable, con un crecimiento sincronizado y revisado al alza en todas las partes del mundo, además de una inflación aún frágil, se obtiene el entorno ideal para los activos de riesgo. Las acciones tuvieron un año bastante tranquilo y productivo, a menudo con retornos de dos dígitos y una volatilidad extremadamente baja.
Naturalmente, nos preguntamos si son tan favorables las perspectivas para 2018. A nivel macroeconómico, hay varias razones para el optimismo. El crecimiento mundial, que se mantendrá fuerte, debería acelerarse ligeramente y favorecer el consumo y el comercio mundial. La recuperación de las economías emergentes apoyará el impulso creado durante los últimos meses por los países desarrollados.
De las zonas geográficas hay una que destaca especialmente: la zona euro. Con un crecimiento esperado de alrededor del 2,3% en 2017- frente al 1,4% anticipado hace un año- la sorpresa positiva es importante. Sincronizado entre los países, este crecimiento alcanza además niveles que le permiten mantenerse.
A primera vista, la imagen puede ser idílica pero nunca es todo color de rosa
Por supuesto, hay que tener en cuenta los riesgos político-económicos, en especial las negociaciones del Brexit y la gestión del cambio de modelo chino. Pero las principales incertidumbres se encuentran en las políticas monetarias y la inflación. Esta última hizo correr ríos de tinta en 2017 por su asombrosa debilidad. Esta vez podría sorprender al alza.
En concreto, este podría ser el caso de EEUU: la reforma fiscal finalmente implementada por la administración Trump ya ha causado un aumento de los salarios mínimos, que se suman a un mercado laboral ya bastante ajustado. Con los mercados anticipando dos subidas directas de tipos en 2018, aunque la Reserva Federal anuncia tres, el riesgo de que la inflación y los tipos a largo plazo suban más rápido de lo esperado, es real.
Un contexto que obligaría al banco central a normalizar su política de manera más agresiva, lo que causaría un estrés significativo en los mercados de deuda. En menor medida, esta cuestión también se puede trasladar al Banco Central Europeo y al futuro de sus programas de compra de activos.
Aunque el riesgo extremo no se materialice, 2018 debería desencadenar un aumento de los tipos de interés, creando un ambiente muy favorable para la temática value que estamos favoreciendo desde comienzos de año. Más allá de esta tendencia, 2018 será un año para el stock picking. Y dirá, por supuesto, que un gestor activo nunca diría lo contrario.
Sin duda, pero rara vez en los últimos años ha habido tantos argumentos a favor. La correlación entre los valores se encuentra en un nivel muy bajo en los grandes índices bursátiles. La baja volatilidad enmascara una gran dispersión. Para encontrar tales niveles hay que remontarse a 1992. Cuando se mantuvieron los niveles casi 10 años y fue una buena época para la gestión activa.
Olivier de Berranger, CIO de la Financière de l’Echiquier