2016 quedará como un año en la memoria de los inversores de renta fija emergente. Un principio de año con una crisis fundamental originada, entre otros, por la bajada del precio de las materias primas destacando en especial el petróleo junto con algunos eventos arrastrados del año anterior (dudas sobre el crecimiento chino, corrupción Brasil, etc…). Los eventos positivos idiosincráticos o globales que fueron sucediendo, junto con unos técnicos extremadamente fuertes, hicieron que algunos de los eventos negativos fueran relativamente ignorados por el mercado.
Poniendo algunos ejemplos, el día después del Brexit, muchos de los bonos de Latinoamérica mostraron un comportamiento positivo; asimismo el efecto de los atentados en Turquía que se dieron en la segunda mitad del año tuvieron un impacto relativamente más relajado que lo que los inversores en mercados emergentes están acostumbrados. Este entorno técnico, fundamentado en nuestra opinión por la rotación de carteras y por la búsqueda de rentabilidad en un mundo con casi 10 billones de dólares en bonos cotizados con rentabilidad negativa, dio como resultado un año en que los índices y muchos fondos terminaron con rendimientos superiores a los dos dígitos.
Entrando en 2017, no vemos ningún evento por el momento que pueda dar fin a esta tendencia técnica ya que las rentabilidades en países desarrollados bajas siguen atrayendo inversores en emergentes. En general, la mayoría de los inversores en renta fija tienen poca exposición a la deuda emergente, así que los rebalanceos de sus carteras deberían ofrecer un cierto soporte a esta clase de activo.
Un soporte puede ser el petróleo, con el pacto de la OPEP de finales del año pasado y donde se establecían límites a la producción. Al mismo tiempo, creemos que el petróleo también tiene un techo impuesto, dado el nivel al que una parte de la producción, a través del «fracking», volviese a ser rentable.
En el apartado de crédito, muchos emisores han aprovechado el apetito inversor para mejorar su estructura de deuda (emitiendo en duraciones más largas para recomprar los cortos, financiarse con mejores precios o condiciones o modificando su divisa de financiación entre otros), que unido con la limpieza debido a los defaults y reestructuraciones han dejado un entorno más fuerte, justificando en cierta medida la compresión hasta los diferenciales actuales en los plazos cortos y medios. Sin embargo, seguimos encontrando que muchas de las empresas emergentes siguen ofreciendo un diferencial positivo respecto a sus homónimos en países desarrollados.
Con los precios de los bonos en el entorno actual, sobre todo después de la compresión de diferenciales, creemos que la capacidad de revalorización se ha quedado solamente en las situaciones especiales (con sus correspondientes riesgos idiosincráticos), debido a que el entorno de subida de tipos debería paliar o anular los beneficios por pequeñas compresiones de riesgo de crédito, o las volatilidades causas por la debilidades puntuales.
En este entorno creemos entonces que este año será de gestión activa, pues los índices no suelen ofrecer la posibilidad de invertir en la mayoría de situaciones especiales y la volatilidad se debería aprovechar siendo selectivo. En general, preferimos la deuda corporativa emergente en divisa fuerte por las condiciones que tiene habitualmente (emitidas con ley internacional), el diferencial, que será más importante en este año de «carry», y el hecho de que no tenemos una visión muy positiva en todas las divisas. Con todo, creemos que 2017 debería ser un año con rentabilidad positiva aunque más débil que el anterior.
Columna de opinión de Rohit Gadkar, gestor de mercados emergentes en Trea Asset Management.