La inteligencia emocional es algo que ha cobrado importancia en estos últimos años, sin embargo, según explica el doctor José Antonio Rodríguez Piedrabuena, especialista en psiquiatría y psicoanálisis, es un tema que se ha tratado desde hace muchos más. Desde 1910 existen diversas publicaciones que tuvieron que convivir con la desacreditación y la censura, y el continuo cuestionamiento de la relación entre las emociones, la salud y la enfermedad.
Según cuenta el experto en una publicación de Proa Comunicación, el sistema emocional es anticipatorio y programado genéticamente para la supervivencia, toma el mando porque es mucho más rápido y organizado y, por lo general, está fuera de la conciencia. “El cuerpo decide, sabe, reconoce antes que la conciencia, porque las emociones tienen funciones arcaicas de prevención y anticipación que preparan los cuerpos para los posibles eventos de peligro o de recompensa”, explica.
“Las emociones y sentimientos son el pegamento de la mente, los cimientos del funcionamiento cerebral». Según el experto, algo cercano a lo que pudiera ser la inteligencia emocional serían nuestras capacidades para valorar, sentir y expresar emociones, percibir con matices a sus semejantes, a la naturaleza, la cultura, los valores morales y el valor que tienen las personas en sí mismas.
El fin no justifica los medios
“La jerarquía de valores morales y de conducta se gestan en las antiguas estructuras límbicas en conexión con los lóbulos frontales mediales, lo que quiere decir que éstos ya estaban en el inicio de la vida animal. Podemos hacerlos conscientes y perfeccionarlos, pero, por múltiples razones, gran cantidad de humanos tienen estas funciones alteradas”, relata el experto.
Por tanto, la ética y la justicia son valores muy biológicos. “Un humano que tenga alterados esos valores de la ética está muy mal de la cabeza. Se pueden ver ejemplos de personas que han dejado de ser éticos por una lesión, un tumor, una enfermedad cerebral”. Por lo tanto, Rodríguez recomienda prestar atención a aquello de que el fin justifica los medios deshonestos o criminales.
“Personas con lesiones cerebrales actúan de esa manera. A ver si estamos cerrando los ojos ante la evidencia de que hay personas inmaduras, psicopáticas, infantiles, que ocupan grandes espacios sociales y de liderazgo, dándoles plaza en los medios de comunicación y… hasta votos, personas para las que el fin justifica sus medios”, explica.
Las alteraciones del sentido común, de la conducta social para la convivencia, la incapacidad de anticipar o de planificar peligros personales o colectivos, de posponer gratificaciones y una larga lista de síntomas, se da cuando se lesionan o no han madurado estas estructuras del cerebro, es decir, hay fallos en la inteligencia emocional. “Cuando discutimos cualquier idea sobre religión, deportes, economía o política, la mayoría de las veces estamos defendiendo o atacando un conjunto de emociones poco conocidas por los discutidores. Vean el Parlamento estos días. Esto demuestra la fragilidad de los controles que posemos y de nuestros constructos mentales”, detalla.
«Alguien sin valores morales, éticos, de responsabilidad sobre la vida colectiva y la naturaleza puede ser un enfermo del cerebro»
Según admite el experto, tampoco se tiene muy claro qué hay que hacer para conservar y desarrollar un buen cerebro. “Ese desarrollo se consigue lentamente en el hogar, no hay otro método para los mamíferos que somos. Hace 35 años ya sabíamos que el útero familiar va a determinar el grado de desarrollo emocional. No metan ninguna ideología en estos conceptos biológicos porque no van a tener ninguna evidencia científica”, aclara.
“El individuo ha desarrollado en el cerebro, gracias a la educación, y el buen ejemplo de otros, algunos conceptos corticales de máximo nivel que contienen principios éticos gracias a que la humanidad los ha considerado útiles e indispensables para la armonía social: caridad, honor o el respeto a los demás y valores, reglas incrustadas en la filogenia (…), el valor de bienes proyectados en el futuro o que sus descendientes disfrutarán. Asegurar el futuro de la progenie común a todos los insectos y animales: es la genética” (Fuster 2018). Lo escribe uno de los grandes neurocientíficos del momento, aunque no tiene micrófonos en la sobremesa, porque no es futbolista ni entrenador ni protesta en la calle por nada», cuenta el especialista en psiquiatría.
Según relata, cuando la corteza prefrontal no ha podido terminar su desarrollo, el sujeto se busca a sí mismo, con desvalorización de lo que le rodea o que no coincide con su egocentrismo; son ególatras, impulsivos, o fríos calculadores, astutos del corto plazo. “Hay algunos que les apetece el riesgo, salir de la norma, con muy poco criterio ético, dado que esta corteza es el centro de los criterios éticos y del criterio personal basado en la empatía y la generosidad. En general, su desprecio por el talento de los demás lleva a tomarnos por tontos”, concluye.