Las restricciones de la pandemia han impedido que los hogares realicen algunos de sus gastos habituales, lo que ha generado un importante volumen de ahorro, el cual podría calificarse como forzoso, tal y como lo ha definido el Banco de España (BdE). El hecho de que el retroceso más pronunciado del consumo se haya observado precisamente en aquellas partidas de gasto asociadas al transporte o que conllevan un mayor grado de interacción social y que, por tanto, se han visto más afectadas por las restricciones, apoya la teoría del carácter predominantemente forzoso del aumento del ahorro de los hogares.
La bolsa acumulada hasta el tercer trimestre de 2020 podría situarse próxima al 2,5% del PIB tanto en la zona del euro como en España.Es de esperar que parte de estos recursos, acumulados esencialmente en forma de depósitos bancarios, puedan imprimir un mayor vigor a la recuperación del consumo cuando la situación epidemiológica lo permita y se reduzca la incertidumbre. No obstante, desde el BdE advierten que la distribución del ahorro por niveles de renta y algunos factores, como un posible aumento persistente de los componentes precautorio y ricardiano en el ahorro de los hogares, sugieren que la magnitud de este canal podría verse parcialmente limitada.
La liberalización del ahorro y sus efectos
En los próximos meses, el Banco de España espera que el avance en el proceso de vacunación permita una relajación gradual de las medidas de contención de la pandemia aún en vigor y contribuya a una disminución progresiva de la incertidumbre sobre la situación sanitaria y económica. “Esto permitiría, a su vez, liberar una parte de la bolsa de ahorro privado acumulada, lo que podría imprimir un mayor vigor a la recuperación del consumo. En todo caso, la magnitud de este efecto está sujeta a una elevada incertidumbre, y algunos argumentos sugieren que su impacto podría ser relativamente limitado”, admiten.
En primer lugar, una parte importante del consumo no satisfecho en los últimos trimestres como consecuencia de las restricciones es atribuible al gasto en servicios, que, por lo general, no es aplazable. En este sentido, cuando los hábitos de consumo se restauren, el BdE considera que no es previsible que, al gasto habitual en determinados servicios, como la restauración o el ocio, se le añada el no materializado durante la crisis sanitaria.
En segundo lugar, la extraordinaria bolsa de ahorro que se ha acumulado desde el comienzo de la pandemia se concentra principalmente en las rentas más altas, cuya propensión marginal a consumir es menor. Los hogares con las rentas más bajas no solo tienen una menor capacidad de ahorro, sino que el aumento de este durante los últimos trimestres también podría haber sido más limitado o, incluso, en algunos casos, haber sido inexistente.
En este sentido, cabe señalar, por una parte, que los trabajadores con rentas más bajas tienen un peso relativamente más elevado en el empleo de aquellos sectores que, precisamente, se han visto más afectados por la pandemia.
Por otra parte, el gasto que no ha podido efectuarse por el efecto de las medidas de contención (y que se ha ahorrado) —fundamentalmente el vinculado con aquellas partidas que conllevan una mayor movilidad e interacción social— pesa menos en el gasto de los hogares con las rentas más bajas.
Por último, la literatura económica enfatiza también la posibilidad de que los hogares decidan mantener un nivel de ahorro relativamente elevado porque anticipen futuras subidas de impuestos en respuesta al notable incremento de la deuda pública que se ha producido en esta crisis (canal ricardiano).
Además, algunos trabajos identifican también posibles secuelas negativas de esta crisis sobre el gasto futuro. En particular, las situaciones extremas que se han producido en los últimos meses podrían modificar estructuralmente el patrón de comportamiento de los individuos, haciéndolos más propensos a ahorrar en la medida en que pasen a asignar una mayor probabilidad a este tipo de eventos extremos.
Cómo ha caído el consumo y ha aumentado el ahorro
En primer lugar, la pandemia ha causado una caída del consumo de los hogares mucho más acusada que la de las rentas, pues estas últimas han estado sostenidas, en cierta medida, por las ayudas públicas. A su vez, según resalta el BdE, varios factores han contribuido al histórico retroceso del consumo privado, más allá de la propia disminución de los ingresos de las familias. Así, una parte de la caída del consumo sería consecuencia del deseo de los hogares de incrementar su ahorro por motivo de precaución, ante las actuales circunstancias sanitarias y económicas, de gran incertidumbre.
Entre enero y septiembre de 2020 (último dato disponible), tanto en España como en la zona del euro, el ahorro de las familias fue en torno a 3,5 puntos porcentuales de PIB superior al observado, en promedio, en los tres primeros trimestres de los últimos cinco años. Una parte significativa de ese exceso de ahorro se ha acumulado en forma de depósitos bancarios. En esta coyuntura, la percepción de los hogares sobre su situación financiera futura o acerca de la evolución del desempleo se ha deteriorado de forma notable.
Asimismo, según informa la entidad, el comportamiento del consumo privado en los últimos trimestres también se ha visto sensiblemente influido por las restricciones que las autoridades han venido imponiendo a la movilidad y a la realización de determinadas actividades. En gran medida, estas restricciones, que sin duda distinguen esta crisis de cualquier otro episodio recesivo reciente, junto al miedo al contagio, han impedido, desde el comienzo de la pandemia, que las familias alcancen su nivel de consumo deseado.