El próximo 29 de julio es el «Día de la sobrecapacidad de la Tierra», cuando los seres humanos habremos consumido todos los recursos naturales disponibles del planeta del año en curso, como madera, pescado, agua y minerales, produciendo residuos como emisiones de dióxido de carbono y el día en que necesitamos casi dos planetas para satisfacer las necesidades de nuestro ritmo de consumo actual.
El resto del año estaremos consumiendo lo que debería estar disponible para las generaciones futuras. Calculado por la organización científica internacional sin ánimo de lucro Global Footprint Network (GFN), esta fecha se va adelantando cada año desde comienzos de la década de 1970 (se determina por la cantidad de recursos naturales de los que dispone el planeta y la huella ecológica de la humanidad en relación con superficie necesaria, según estadísticas de Naciones Unidas).
Al ritmo de crecimiento actual, en poco más de 30 años precisaremos tres planetas para cerca de 10.000 millones de personas (en España la huella ecológica es cuatro hectáreas por persona, siendo su Día de la Sobrecapacidad el 28 de mayo -la biocapacidad global del planeta es 1,63 hectáreas por persona-).
Efectivamente, la actividad humana y los residuos que generamos conllevan cambios potencialmente irreversibles. Para medirlo seguimos el «espacio ecológico operativo seguro» en que las actividades humanas deben permanecer, según el marco desarrollado por Stockholm Resilience Centre en nueve dimensiones –cambio climático, acidificación, contaminación química, cambios de uso del suelo, agotamiento del ozono, aerosol atmosférico, cambios en el ciclo del nitrógeno, cambios en el ciclo de fósforo, pérdida de biodiversidad y agotamiento de suministros de agua dulce-. Para cada una de las áreas, hay límites seguros que si se sobrepasan generan efectos medioambientales que dejan de ser lineales y predecibles. Por ejemplo, la proporción de CO2 en atmósfera no debe pasar de 350 partes por millón y el consumo de agua dulce no exceder de 6.000 kilómetros cúbicos por año.
«Ya hemos violado cinco umbrales. Es el caso del ciclo del nitrógeno y del fósforo, macronutrientes de los abonos. La agricultura intensiva, especialmente en China, actividad industrial y crecimiento de la población han aumentado su volumen en ríos y océanos, provocando crecimiento excesivo de algas, que agotan el oxígeno, matando plantas acuáticas y peces, en un proceso llamado eutrofización. Los científicos estiman que las zonas marinas de cero oxígeno o «muertas» ya se han cuadruplicado desde los años 50. De hecho, los residuos bioquímicos se emiten a un ritmo un 40% superior de lo que el medioambiente puede soportar», destaca Luciano Diana, director de inversión temática ambiental de Pictet AM.
En opinión de Diana, hay señales de que los esfuerzos por detener la degradación ambiental -medidas políticas o nuevas tecnologías -están empezando a tener frutos. Según GFN, a lo largo de la década de 1970-2014, el Día de la Sobrecapacidad se adelantaba tres días cada año. Desde entonces, ha disminuido a menos de un día al año. «De hecho, hay razones para el optimismo ya que algunas industrias forestales y sectores ambientales están reduciendo los residuos bioquímicos que producen con tecnologías innovadoras en control de contaminación. Estas empresas juegan un papel importante en ayudarnos a pagar nuestra ‘deuda ambiental’ y vivir dentro de nuestras posibilidades. Se trata de un mercado medioambiental de dos billones de dólares en ventas que crece a un ritmo de entre el 6 y el 7% anualmente, por encima del 3-4% que crece la economía mundial», añade este experto.
Según afirma Eric Borremans, director de ASG en Pictet AM, nunca antes se había observado tanto entusiasmo por la inversión sostenible, ni por el lado de la oferta ni por el de la demanda. Ahora bien, cree que es importante que la industria haga mayores esfuerzos en la armonización de indicadores para caracterizar las propiedades ASG (ambiente, social y gobierno corporativo) de las carteras de inversión. «Hay que tener en cuenta que actualmente hay casi tantas normas como gestoras y para el inversor es muy difícil hacer comparaciones basadas en huella de carbono u otros indicadores. Debemos hacer hincapié en un pequeño número de métricas, simples y armonizadas -es mejor que intentar encontrar indicadores perfectos que dependen excesivamente de estimaciones y suposiciones-. También hay proliferación de etiquetas nacionales SRI, lo que complica registrar fondos en varios países europeos, por lo que la creación de una etiqueta europea, lo que está empezando a tomar forma, va en la dirección correcta», sostiene.
El objetivo es integrar plenamente factores ASG en el análisis fundamental, pues analistas y gestores de carteras ven valor añadido real, dado que proporcionan una perspectiva complementaria a los análisis financieros más utilizados, de los que hay superávit de información. En ASG la información es más cualitativa y menos cubierta por los analistas financieros y agencias de calificación, ya que todavía estamos en una fase de aprendizaje de las metodologías de integración.
Pero se han realizado multitud de estudios, académicos y de instituciones financieras, que tienden a confirmar que los criterios ASG no tienen impacto negativo en el rentabilidad.
De todas formas, los estudios de los últimos 10, 15 y 20 años presuponen acceso a datos de calidad, y los datos ASG evolucionan y su calidad varía. Cuanto más atrás en el tiempo, más problemas de calidad o cobertura. El cambio climático, por ejemplo, tuvo impacto muy marginal en la economía hace diez años cuando había poco o ningún precio del carbono y los fenómenos meteorológicos extremos no eran de la misma magnitud e intensidad que ahora. Así que un estudio sobre cambio climático de los últimos 20 años puede ser ilusorio. El precio del carbono aumenta gradualmente entre 25 y 30 euros por tonelada y solo ahora estamos viendo las condiciones para que estos factores tengan una influencia importante en los resultados de las empresas y en los fondos de inversión.