Una crisis siempre deja una profunda huella en la sociedad. La del coronavirus, con un ingrediente tan impactante como es un virus desconocido que ha encerrado a la población, no será diferente. Según repasa Luca Paolini, estratega jefe de Pictet AM, la hiperinflación y malestar laboral de finales de la década de 1970 y principios de la de 1980 dieron origen a los Reaganomics y el Thatcherismo, mientras que la crisis crediticia de 2008 marcó el comienzo de una era de tipos de interés ultra bajos que persiste. “Ahora la pandemia COVID-19 tendrá efectos perturbadores”, apunta.
Según los epidemiólogos, incluso con la vacuna las infecciones refluirán y durante al menos cuatro o cinco años muchas medidas para detener la pandemia deberán permanecer. De manera que se, según anticipa Paolini, se revisarán los modelos comerciales, se transformará el comportamiento del consumidor y se reescribirán las leyes.
“El COVID-19 acelerará la transición hacia una forma de capitalismo más inclusivo y sostenible. Los bancos centrales inevitablemente se aventurarán más en territorio desconocido en sus intentos por diseñar una recuperación sostenible. Además, la creciente competencia entre China y EE.UU. puede dar lugar a aceleración del desarrollo y difusión tecnológicos, proporcionando un impulso muy necesario a la productividad global. Más aún es probable que Asia sea la ganadora en la carrera tecnológica a largo plazo”, pronostica.
Julián pascual, presidente de Buy & Hold, considera que el COVID-19 ha tenido un efecto devastador en todo lo relacionado con el turismo, la aviación o los hoteles. Sin embargo, a pesar de su severidad, en esta área no cree que los cambios sean permanentes. En Buy & Hold defienden que los cambios más importantes y duraderos que ha generado el COVID-19 están relacionados con el auge del universo digital, principalmente en comercio electrónico y en un uso más intensivo de las tecnologías digitales de comunicación. “Creemos que el aumento en comercio electrónico o en teletrabajo que se ha producido en estos meses es improbable que se reduzca una vez que la pandemia desaparezca. Y esto tiene efectos positivos en empresas de software, teleconferencias, comercio electrónico etc, y efectos negativos entre otros sectores en empresas de comercio tradicional y del sector inmobiliario ligado a oficinas y comercio, por ejemplo”, expresa.
En este sentido, Giorgio Semenzato, CEO y cofundador de Finizens, se ha centrado en los efectos que tendrá esta disrupción en la banca. «Pensamos que el COVID-19 va a ser el mayor disruptor tecnológico de la década y que va a tener un impacto especialmente dañino sobre la manera de hacer banca tradicional. Por un lado, vemos que ha acelerado tendencias que ya estaban presentes antes del inicio de la pandemia, como la progresiva digitalización de la banca y el creciente interés de parte de los consumidores en servicios financieros ofrecidos por actores independientes y tecnológicos», explica.
El legado económico del coronavirus
El legado económico más evidente para el experto de Pictet AM es que deja al mundo sumido en una deuda aún más profunda. “En relación con el PIB, la carga media de las economías desarrolladas es del 120%, la mayor desde la Segunda Guerra Mundial. Es el precio que gobiernos y bancos centrales han estado dispuestos a pagar para contener la agitación económica y social por los bloqueos”, explica. Si embargo, esto será “un lastre” para el crecimiento a largo plazo, incluso si los tipos de interés se mantienen bajos. Además, considera que genera riesgo de que la deuda del gobierno desplace la inversión privada, que en cualquier caso puede verse afectada si las empresas optan por reparar balances en lugar de asignar capital a grandes proyectos.
Por su parte, Ignacio Fuertes, socio, director de inversiones y gestor del Rentamarkets Sequoia FI, considera que hay “una clara marcha atrás” en los modelos económicos occidentales: “Cada vez será más relevante la participación de los gobiernos occidentales en el sector privado, confluyendo Europa y EE.UU. hacia el modelo chino de participación estatal en las diferentes industria”, prevé.
El legado político: la influencia del estado está destinada a expandirse
La influencia del estado en los asuntos económicos, que ya había aumentado los años posteriores a la crisis crediticia, está destinada a expandirse más, así lo defiende Paolini. “El Estado, al buscar reparar y proteger industrias «estratégicas» devastadas, puede terminar con grandes participaciones en una amplia gama de negocios y no se pueden descartar nacionalizaciones. Si los gobiernos terminan siendo accionistas a largo plazo, la innovación corre el riesgo de verse sofocada y el capital mal asignado”, opina.
La prioridad inmediata será garantizar que la carga recaiga en aquellos capaces de soportar el coste de la reconstrucción, ya que, según explica Paolini, los menos acomodados han sido los más afectados. En este sentido, la reinvención del estado del bienestar no será barata y los beneficios empresariales son un fácil objetivo. “Se presionará a los gobiernos para que mejoren los derechos de los trabajadores, aumentando salarios mínimos y dignos y ampliando la protección del empleo, tal vez llegando lejos como para introducir medidas radicales como la renta básica universal”, explica.
Por su parte, Ignacio Fuertes cree que uno de los efectos de la pandemia será la pérdida de privacidad, derechos y libertades y que se convertirán, más que puntuales o de carácter excepcional, en permanentes, como puede ser un uso de la geolocalización de los individuos más intensivo por parte de los estados. Asimismo, Fuertes prevé una aceleración de la localización (vs la globalización). “No solo motivada por la ultra dependencia de ser autosuficientes en la producción de bienes de necesidad, como ha hecho relevante la crisis (material sanitario), y también porque ayudará a los gobiernos a combatir los elevados niveles de desempleo que la crisis produce”, expresa.
En este sentido, el laboral, Fuertes considera que también queda de manifiesto que la aceleración hacia la economía digital conllevará una mayor deslocalización de la mano de obra (teletrabajo), ejerciendo esta una presión deflacionista sobre los salarios de ciertos puestos de trabajo al aumentar la oferta de trabajadores. Por otro lado, defiende que las clases medias se verán no solo presionadas por la parte salarial, sino también por la parte impositiva, con una mayor presión fiscal que permita a los estados poder financiar los gigantes déficits que han contraído.
Capitalismo más inclusivo y sostenible
El COVID-19 ha puesto en evidencia la necesidad de que las empresas sean más sensibles a los requisitos de sus empleados, de la sociedad y el entorno físico. Por el contrario, la evidencia muestra que las empresas que se comportan de manera responsable disfrutan de menores costes de capital. “Los flujos de inversión en fondos que priorizan altos estándares ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) han demostrado ser resistentes durante la pandemia. Además, los responsables políticos se verán presionados a diseñar una recuperación económica limpia”, aclara Paoloni.
Asimismo, el experto de Pictet considera que podemos estar a punto de entrar en una nueva era en la que la política se confía a tecnócratas en lugar de a aquellos que ofrecen soluciones fáciles, ya que los líderes han sido criticados por lo que se ha percibido como mal manejo de la pandemia y los expertos, por el contrario, han sido venerados.
Además, Paolini considera que es probable que hogares, empresas y gobiernos prioricen su propia resiliencia. “Se traducirá en mayor ahorro y reducción del gasto discrecional, reparación de balances, prescindir de procesos de fabricación “justo a tiempo” y complejas cadenas de suministro globales”, explica.
El efecto del COVID-19 en los mercados: menores rentabilidades, pero oportunidades atractivas
Por su parte, Didier Saint-Georges, Managing Director y miembro del Comité de Inversiones Estratégicas de Carmignac, aunque admite que cuesta proyectarse hacia el futuro cuando la onda expansiva del coronavirus no ha terminado de propagarse, también cree que esta crisis puede tener efectos potencialmente decisivos a largo plazo para los inversores
Para Paolini: “Los próximos cinco años esperamos rentabilidades muy por debajo del promedio anterior, si bien con algunas oportunidades particularmente atractivas, especialmente en mercados emergentes y algunas clases de activos alternativos”. En este sentido, destaca sectores como consumo básico, salud y tecnología que pueden proporcionar 11%, 10% y 9%, al contrario que servicios públicos y financieros proporcionando sólo 1% y 4 %.