Las generaciones digitales, crecidas en un contexto de cambio rápido, están conformando un entorno socioeconómico muy diferente al que enmarcó la vida de las últimas décadas del siglo pasado. Por ejemplo, los millennials (nacidos entre mediados de los 80 y de los 90) y generación Z comparten paradigmas de comportamiento basados en la flexibilidad, mientras que las prioridades de las generaciones precedentes (babyboomers o las generaciones X o Y), reflejaban una sucesión de hitos ordenados mucho más predecible.
Según expresan los expertos de KPMG en su informe «2030- Claves para la nueva década«, este cambio tendrá un impacto económico notable y transformará algunas de las estructuras más relevantes de nuestra organización social: la familia, la educación y muchos modelos de negocio.
Para las generaciones nacidas entre 1950 y 1980, el orden era más o menos el siguiente, según resume Luis Buzzi, socio responsable de Innovación de KPMG en España: “Primero, comprarte un coche para tener movilidad. Después, formar una familia y adquirir una residencia y, en último lugar, dedicar lo sobrante al ocio”. Las nuevas generaciones, sin embargo, han ido invirtiendo esta escala de prioridades de forma que “ahora lo primero es el ocio, después desarrollar relaciones -ni permanentes, ni convencionales- y, en último lugar, disfrutar como usuario temporal de la mayor parte de los bienes como las viviendas o los vehículos”, expone Buzzi.
Tal y como anticipa Luis Buzzi, la menor cantidad de “propiedades” acumuladas favorecerá que las nuevas generaciones tengan una movilidad mucho mayor y esta libertad de movimientos obligará a muchas empresas a buscar la manera de adaptar su oferta a las necesidades de sus usuarios, a sus demandas cambiantes en función del momento, el lugar, las circunstancias y la persona.
¿Comprarme un coche? No, gracias.
En la semana del 2 de diciembre KPMG llevó a cabo una encuesta en Instagram entre más de cuatro centenares de jóvenes pertenecientes a las generaciones millennial y Z con el objetivo de pulsar sus expectativas en materia de vivienda, estabilidad laboral, estabilidad geográfica y adquisición de vehículos.
Según el estudio, el 74% de los encuestados cree que no vivirá toda su vida en la misma ciudad. Por otro lado, seis de cada diez millennials y centennials respondieron que comprar un coche no es una prioridad para ellos. Asimismo, si tienen que elegir entre dedicar su dinero al ocio y viajes o, como alternativa, al ahorro o la vivienda, el 73% escoge ocio.
En el caso de la vivienda, las respuestas se dividieron aproximadamente por la mitad. Para el 55% comprar una vivienda es una prioridad, la otra mitad no comparte esta idea. En el caso de los millennials, que se encontraron con la gran crisis financiera y económica en los años centrales de su acceso al mercado laboral, la dificultad para acceder a bienes inmuebles por la diferencia entre precio y poder adquisitivo también juega un papel relevante.
Ante esta realidad, Luis Buzzi prevé que en los próximos años veremos “modelos de negocio a caballo entre el alquiler y el hotel”, y una disminución del mercado de compraventa. El cambio de paradigma también tendrá un impacto en los créditos hipotecarios, en la gestión de las comunidades vecinales y en la familia como institución social. “El modelo de compraventa será cada vez menos asequible y la única manera de vivir en grandes ciudades será compartiendo”.
El sentido de las cosas
Parte de este nuevo enfoque de vida y consumo tiene que ver también con un esquema de valores según el cual, de manera creciente, los ciudadanos de todas las generaciones, pero sobre todo los más jóvenes, consideran que aportar valor a la sociedad es el factor diferencial más relevante. Las nuevas generaciones “quieren experiencias valiosas, sostenibles y que aporten un beneficio a la comunidad”, señala Luis Buzzi. “Van a dedicar la mayor parte de sus recursos al ocio. Quieren sentir emociones, vivir experiencias y compartirlas lo más rápido posible en sus redes sociales”, apunta. Por ello, la innovación en cuanto a modelos de negocio buscará dar una respuesta a esta demanda de experiencias a través del ocio ya sea urbano, cultural, gastronómico, deportivo…
Lejos de los futuros distópicos que a veces se auguran para la sociedad digital, Luis Buzzi estima que las relaciones van a ser la clave en el futuro. En parte también por un cambio en el modelo productivo en el que la automatización de funciones y tareas irá dejando cada vez más tiempo a las personas para dedicar a tareas creativas y relacionales donde las cualidades humanas son más difíciles, si no imposibles, de sustituir.
“Todos aquellos negocios que quieran tener de alguna manera éxito en el futuro tendrán que enfatizar cada vez más las relaciones humanas y el vector social porque las nuevas generaciones están muy acostumbradas a compartir, aunque sea en el ámbito digital”, subraya. Las redes sociales, en este sentido, no solo son un lugar central de socialización, sino que, además, son un vehículo clave para canalizar una marcada vocación por mejorar el mundo.
Al fin y al cabo, lo que está cambiando es la manera misma en la que medimos el éxito en la sociedad capitalista en un viraje hacia lo que John Mackey y Raj Sisodia bautizaron como «capitalismo consciente», en el que las empresas que trabajen con el objetivo de contribuir a la mejora de la sociedad valen y valdrán más. Los negocios cuando son gobernadas de manera “consciente” no son máquinas dedicadas exclusivamente a generar rentabilidad y beneficios para sus accionistas sino que contribuyen a construir un mundo más igualitario, humano y sostenible.
Y esa puede ser la gran competición del futuro, dice Buzzi: conseguir vincular a los consumidores de las nuevas generaciones –y de todas las demás – a través de un propósito claro. Lograr la conexión emocional y la confianza de los grupos de interés con servicios mejores para el usuario y para el conjunto de la sociedad ya que “los negocios que no aporten valor al entorno no van a ser capaces de mantenerse en la nueva realidad”.