El 51% de los empleados del sector financiero son mujeres, pero en los Consejos de Administración en 2020 representaban el 31% de los puestos. Si vamos más arriba, solo un 6% de las mujeres son consejeras ejecutivas y el porcentaje total de mujeres en la alta dirección es del 17%, según datos de ORFIN (Observatorio de la realidad financiera).
¿Por qué cuesta tanto que las mujeres alcancen puestos en la alta dirección? Para dar respuesta a esa pregunta el Observatorio de Finanzas reservó una mesa en la que se debatió sobre el papel de la mujer en el sector financiero.
A nivel de empleo, está claro que la mujer se ha incorporado, pero según denuncia Mónica Melle, consejera de la Cámara de Cuentas de la Comunidad de Madrid, cuando asciendes en el organigrama sí que se percibe el techo de cristal y el “efecto tijera” en el porcentaje de mujeres. “En la facultad de economía las mujeres desde hace 30 años representan la mitad de las matriculadas, no es un problema de que no hay mujeres capacitadas”, apunta.
Pero ¿por qué las mujeres no llegan? Para Melle una de las razones es que las mujeres conviven con el síndrome de la impostora y con la creencia de que no darán la talla. “Es un tema muy cultural y de roles que viene de la educación y la sociedad, se nos educa diferente y hay estereotipos”, añade.
A estos factores suma la falta de referentes y el problema de la conciliación. “Hasta que no lleguemos a la corresponsabilidad, es un claro problema. Los que toman la jornada parcial, los permisos de maternidad son las mujeres, por lo que nos autoexcluimos de esa carrera de promoción porque no nos compensa, son demasiadas cosas. Hacen falta medidas que aborden la corresponsabilidad”, insiste.
¿Cómo impulsar a las mujeres?
Eva Ballesté, doctora en Finanzas y profesora del IE Business School, tiene esperanza y ve a la tecnología como una aliada. “La tecnología nos facilita asistir a más reuniones, prepararte en cualquier lugar, es decir, una mejoría en la conciliación. Además, las mujeres nos hemos vuelto más exigentes con nuestros compañeros de viaje y exigimos igualdad. Todo esto juega a favor”, apunta, y añade que, para seguir en esta senda, debemos dar visibilidad a modelos de éxito.
Para llegar a un mayor número de mujeres en puestos de decisión, Amparo Ruiz Campo, country head de DPAM en España y Latam, señala que la norma es necesaria. “Hay dos cosas que mueven el mundo: el dinero y la norma. Si las empresas son analizadas en la parte S y G, se darán cuenta de las ventajas de tener diversificación de género, muy enriquecedora para los modelos de negocio”. Un pensamiento con el que Melle coincide: “La diversidad de género es un factor de competitividad, se demuestra que equipos diversos mejoran los resultados. Los inversores también se han dado cuenta y se fijan en estos criterios”.
La transparencia y el mentorazgo son dos factores que Melle también ve imprescindibles. “Tiene que haber una red de apoyo, es fundamental que se sientan acompañadas”, señala. “Una sola no hace nada, hay que visibilizarla, acompañarla y ayudarla. El nivel de exigencia a una mujer es infinitamente mayor que a un hombre”. En este punto, Ballesté ha criticado el “acantilado de cristal”, ese mecanismo por el cual solo se llega a la cima porque el reto al que se enfrentarán en esa posición es muy difícil.