La naturaleza está en declive y estamos perdiendo una de nuestras formas más productivas de capital. En otras palabras, estamos poniendo en riesgo nuestra sociedad, economía, salud y forma de vida. En este contexto, Christopher Kaminker y Thomas Hohne-Sparborth, de Lombard Odier Private Bank, exploran el papel del capital natural, su relevancia para la economía y las implicaciones de su declive, para ello analizan cuatro aspectos que debemos tener presentes
La naturaleza como base de nuestra economía
Nuestra economía no es un sistema externo a la naturaleza, sino que está totalmente englobada en ella. La naturaleza proporciona condiciones estables que permiten a las civilizaciones prosperar, pero también es un activo altamente productivo para la economía. Aproximadamente, 44 billones de dólares del PIB dependen moderada o ampliamente de la naturaleza. No obstante, estas mediciones del PIB no son exactas pues no tienen en cuenta la contribución de la naturaleza en forma de mantenimiento de la calidad del aire, el agua y los suelos, la protección contra las catástrofes naturales u otros servicios de los ecosistemas, como la polinización.
Aunque estas contribuciones rara vez se reconocen, su valor es significativo. Solo la polinización, por ejemplo, permite obtener hasta 577.000 millones de dólares en cultivos al año, pero ahora está en peligro debido a la disminución de las poblaciones de insectos. Estas contribuciones sirven de apoyo a algunos de los sectores más importantes como la agricultura, la pesca y la silvicultura, pero también a la industria farmacéutica (que aprovecha la diversidad genética de la naturaleza para el descubrimiento de nuevos fármacos) e incluso al sector inmobiliario (cuyos precios están directamente relacionados con la proximidad a la naturaleza).
El impacto en nuestro entorno
En siglos anteriores, el impacto de nuestra economía podría haberse considerado inofensivo en comparación con el actual. A medida que la población y economía han crecido, también lo ha hecho nuestro impacto económico. Hoy en día, vivimos en una economía de “coger-usar-desechar”, que extrae cerca de 92.000 millones de toneladas de recursos (el equivalente a más de la mitad del peso del monte Everest) cada año, que se utilizan para producir bienes que, cuando se tiran al final de su vida útil, dan lugar a volúmenes cada vez mayores de residuos evitables. El agotamiento, la destrucción y la alteración del capital natural resultantes nos han llevado a sobrepasar los límites manejables que definen el espacio en el que la humanidad puede prosperar, lo que ha provocado elevados riesgos de alteración natural o colapso.
La transición hacia una economía más positiva ya se ha iniciado
A medida que el impacto humano se ha vuelto más destructivo, los modelos empresariales del pasado han dejado de ser compatibles con el futuro. Como resultado de las fuerzas reguladoras, de los consumidores y del mercado, la transición hacia una economía más positiva para la naturaleza ya está en marcha y se está acelerando. Al aprovechar más los recursos que la propia naturaleza proporciona y extraer menos materiales no renovables a los que nuestra economía está tan acostumbrada, maximizamos el valor añadido y minimizamos nuestro impacto negativo en las propias formas de capital natural que sostienen nuestra economía.
El papel fundamental de la tecnología y el cambio de comportamiento de los consumidores
Es probable que este año se acuerden nuevos objetivos de conservación de la biodiversidad en una conferencia sobre la materia que se celebrará en Kunming (China). Mientras tanto, los costes de las biotecnologías están disminuyendo. Por ejemplo, la primera hamburguesa con carne de vacuno cultivada en laboratorio costaba en 2013 más de 300.000 dólares y dos años después bajó a 11 dólares. Cabe mencionar que las alternativas basadas en plantas ya se encuentran en el mercado. Al mismo tiempo, el comportamiento de los consumidores está cambiando hacia una mayor conciencia ecológica, lo que impulsa la inversión en estas nuevas tecnologías, apoyando sus economías de escala y reduciendo aún más los costes.
Los efectos combinados de las fuerzas reguladoras, tecnológicas y de los consumidores conducirán a una revalorización de los activos para tener en cuenta los riesgos -y las oportunidades- relacionados con la naturaleza. La comercialización de cientos de nuevas aplicaciones basadas en la biología representa una oportunidad de 4 billones de dólares. En el contexto actual, las empresas que aprovechen el poder regenerativo de la naturaleza experimentarán un fuerte crecimiento y se convertirán en las ganadoras del futuro.