Siete de cada diez profesionales españoles está insatisfecho con su trabajo actual, según un estudio elaborado en 2016 por los portales Trabajando.com y Universia. La remuneración insuficiente, el deficiente clima laboral y la falta de retos son los principales motivos de insatisfacción con su puesto actual que citan los encuestados.
Aunque en España todavía persiste una cierta expectativa de “trabajo para toda la vida”, lo cierto es que la mayoría de los españoles cambia de trabajo varias veces a lo largo de su trayectoria profesional y la tendencia apunta a que cambiar de trabajo será algo cada vez más frecuente. Un estudio de Linkedin señala que la generación Millennial ya ha cambiado de empleo cuatro veces antes de cumplir los 32 años (y, en España, la edad media de los jóvenes que se incorporan al mercado laboral es de 26 años).
En comparación con otros países europeos, la movilidad laboral de los españoles es baja, sobre todo cuando implica cambiar de residencia. Sin embargo, en 2016, cerca de 125.000 trabajadores –un 14,8% más que el año anterior- se trasladaron a otra comunidad autónoma por motivos laborales, según datos de la Agencia Tributaria.
¿Cuál es el mejor momento para cambiar de trabajo?
No existe una edad o un momento idóneos para cambiar de trabajo. En general, solemos aprovechar la época de juventud para explorar distintos horizontes profesionales y nos volvemos más conservadores en la madurez. Pero eso no significa que un profesional joven no pueda permanecer durante un largo periodo de tiempo en una misma empresa, ni que un profesional maduro deba renunciar a dar un vuelco a su carrera profesional y buscar otras salidas laborales.
En este proceso, lo importante es tener claros los motivos por los que se cambia de trabajo y conviene distinguir entre las razones coyunturales y estructurales:
– Las razones coyunturales son motivos de insatisfacción pasajeros que no deberían condicionar la decisión de buscar un nuevo empleo. Por ejemplo: un conflicto con un responsable o compañero, una etapa puntual de estrés o la denegación de un aumento de sueldo. Estas circunstancias pasarán y tomar decisiones trascendentales basadas en ellas puede ser un error.
– Las razones estructurales son permanentes y tienen que ver con la naturaleza de la empresa o el puesto de trabajo. Por ejemplo: no hay posibilidades de desarrollo profesional; el trabajo se ha vuelto monótono; la empresa incumple una y otra vez las promesas de mejora, o existe un conflicto laboral permanente. En este tipo de situaciones, sí conviene plantearse un cambio de horizontes.
Aparte, hay otros factores del entorno que pueden tener peso en la decisión de cambiar de empleo, si bien no deberían determinarla: la situación económica general, razones familiares, etc. Son aspectos que también hay que tener en cuenta, aunque un cambio de trabajo debe responder, sobre todo, a motivos profesionales.
Cómo prepararse para cambiar de trabajo
Llegado el momento, hay aspectos fundamentales que conviene desarrollar y reforzar para aumentar la empleabilidad y las posibilidades de incorporarse en otra empresa. Además de algunas competencias imprescindibles como la comunicación, la iniciativa, el liderazgo, la orientación a resultados o la capacidad de adaptación, resulta igualmente importante reforzar la parte soft (actitud, proactividad, empuje, pasión) y saber argumentar los motivos del cambio transmitiendo con coherencia qué proyecto se está buscando, cuáles son las expectativas, etc.
En resumen: no hay que tener miedo a cambiar de trabajo en cualquier momento de la vida, si se trata de una decisión sustentada en razones objetivas. Para ello, es necesario dominar una serie de habilidades transversales que son valoradas en todos los puestos de trabajo. Esto no asegura que la decisión de cambiar de trabajo sea finalmente un acierto, pero reduce los riesgos y ofrece las herramientas necesarias para encontrar un empleo satisfactorio en cada etapa de la vida.