El premio Nobel de Economía de 2012, Alvin E. Roth, se ha centrado recientemente en las teorías sobre los “repugnant markets”, aquellos mercados en los que algunas personas quieren participar, pero otras quieren prohibir, como por ejemplo el narcotráfico o la prostitución.
A su juicio, estos mercados nos hacen cuestionarnos cuándo es efectivo prohibir una actividad y cuándo su prohibición fomenta la aparición de un mercado negro. Para ilustrarlo expone el caso de la venta y donación de riñones. “Si quieres darme uno de tus riñones, serías un santo. Pero si quieres venderlo estarías cometiendo un delito grave. Lo cierto es que si se pudieran comprar riñones, habría muchos más riñones disponibles” explica Roth. Sin embargo, la comercialización de riñones sí es legal, por ejemplo, en la República Islámica de Irán.
«Se necesita apoyo público para crear un mercado, pero también para abolirlo”
Para el experto, la vigencia o derogación de una ley o un mercado reside en la aceptación por parte de la sociedad. Así sucede, por ejemplo, con el mercado de la marihuana, una droga que cuenta con una amplia aceptación social. “La marihuana ofrece uno de los ejemplos actuales más sorprendentes de cómo la falta de apoyo público ha socavado las leyes que lo prohíben. En EE.UU. 30 estados y Washington DC han legalizado la marihuana de alguna forma, en parte porque gran parte del público no apoya ni obedece las leyes que penalizan su consumo y distribución», afirma Roth.
Sin embargo, destruir un mercado negro no es tan fácil como parece y no todas las drogas son como el alcohol, la marihuana o el tabaco que, aunque igualmente crean adicción y son peligrosas, están más aceptadas en la sociedad.
Este es el caso de la heroína. “Pensemos en la diferencia entre el mercado negro para la heroína y el mercado negro para la prostitución. Por un lado, tenemos leyes severas contra la heroína, pero no tienen éxito y tenemos algunos efectos secundarios negativos. Por otro lado, tenemos la prostitución, que es ilegal en la mayoría de los lugares, pero se trata como un delito de tráfico. Básicamente, hemos renunciado a intentar abolir la prostitución, y tal vez eso tenga sentido. Probablemente sería una idea terrible llenar nuestras cárceles con prostitutas y sus clientes”.
Con esta reflexión el ganador del premio Nobel nos invita a preguntarnos porqué el encarcelamiento no funciona y, sin embargo, cada vez es más fácil adquirir opiáceos.
Si la penalización no funciona es mejor pasar a la prevención
Definitivamente Roth es partidario y defiende la necesidad de tratar el problema desde una perspectiva muy distinta a la actual. El experto insiste en que en muchos de los casos los adictos han de ser tratados como enfermos y no criminales. “Es probable que el tratamiento médico sea más fácil de organizar si dejamos de tratarlos como criminales. Ese es el principal atractivo de la posible despenalización de la heroína, como parte de un cambio de énfasis del encarcelamiento al tratamiento” defiende.
De hecho, en Estados Unidos y Canadá ya han comenzado numerosas campañas para prevenir enfermedades por contagio o sobredosis, como por ejemplo el reparto de agujas limpias. Roth apoya estos procesos ya que el método del castigo sigue sin surtir efecto y estos mercados continúan reforzándose en la sombra.