Hace ya tres años que la madre, e ingeniera de telecomunicaciones, Eva Bailén, prendió la mecha del debate centrado en los deberes escolares de los alumnos españoles, iniciando una petición de firmas en la plataforma Change.org por “la racionalización de los deberes en el sistema educativo español”. En realidad, Eva pedía «la eliminación cuanto antes de los deberes abusivos» y, en menos de un año, consiguió 100.000 firmas. A día de hoy la petición ha alcanzado las 230.000 y la lista de argumentos a favor de la reducción drástica de los deberes no ha dejado de crecer en los últimos años.
Una vez allanado el camino, la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA) lanzó su propia campaña en contra de los deberes abusivos y tuvo lugar la famosa ‘huelga de deberes’, gracias a la cual la regulación de las tareas escolares llegó al Congreso de los Diputados.
La doctora Marisa Navarro, autora del libro «La medicina emocional», denunció que “la excesiva carga de deberes a la que muchos niños están sometidos conlleva muchos peligros, y entre ellos está el fracaso escolar, que puede derivar además en enfermedades como la depresión, la falta de autoestima o el refugio en las adicciones”.
Enric Roca, catedrático de Pedagogía de la Universidad Autónoma de Barcelona, subraya que “hay deberes inútiles y pesados que pueden interpretarse casi como un castigo”. Por el contrario, hay deberes que “deberían ser tareas atractivas vinculadas a la realidad del mundo, que ayuden a los niños a reafirmar el aprendizaje que no se haya consolidado en horario escolar o profundizar y ampliar lo que se haya aprendido”.
Existen centros educativos que también defienden que las tareas escolares para casa, tal y como se conciben normalmente, lejos de ser útiles suelen ser perjudiciales para el aprendizaje de los chicos. «Los deberes impiden la labor formadora de las familias. Padres e hijos necesitan compartir las experiencias del día, exponerse los problemas y buscar juntos soluciones. Tener tiempo de paz con los hijos es conocerlos, saber sus inquietudes, proponerles ideas y crear confianza; todo eso también es educar y formar. Tareas tan importantes que no deben delegarse exclusivamente al colegio”, explica Juan Carlos García, fundador del colegio Khalil Gibran de Fuenlabrada.
En este centro destacan cuatro beneficios para no enviar deberes a los alumnos hasta sexto de primaria:
1) No dejan tiempo para jugar, el primer instrumento que posee el niño para aprender a conocerse y saber interactuar con los demás. El juego es un elemento imprescindible en el desarrollo de una persona en edades tempranas, los niños necesitan actividades para crecer y desarrollar sus capacidades y aptitudes.
2) El impacto de los deberes sobre el resultado académico es mínimo o inexistente en educación primaria. Numerosos estudios revelan que en países donde no se envían deberes los resultados académicos son mejores. En Finlandia, a la cabeza de la educación europea, con el mejor sistema educativo del mundo, no envían más de 15 minutos al día de deberes. Por el contrario, en España se envían una cantidad extraordinaria de deberes en educación primaria y estamos a la cola en resultados de los países desarrollados con un alto porcentaje de fracaso escolar.
3) Pueden llegar a provocar discusiones familiares y rechazo a la escuela. Muchos niños necesitan ayuda para hacer sus deberes, lo cual implica conflictos cada tarde entre padres e hijos. Además, hay que tener en cuenta que en determinadas etapas los niños no pueden recibir ayuda dada la dificultad de las materias y eso es motivo de desigualdad para familias cuyos padres tienen niveles básicos de formación.
4) Los niños asisten unas 8 horas diarias al colegio, tiempo más que suficiente para recibir una buena formación académica.
Existen otros métodos para reforzar los conocimientos en casa sin necesidad de sentarse a una mesa. Por ejemplo, se puede reforzar la lengua elaborando la lista de la compra y las matemáticas calculando el presupuesto de gastos para un bizcocho. Lo primordial es no matar la pasión por el conocimiento, que es natural en los niños desarrollando competencias y no contenidos.