La desigualdad económica puede estar en su nivel más alto desde la revolución industrial. Solo en EE.UU., el 1% de la población poseía más del 38% de la riqueza total en 2016, según el informe elaborado por Neil Dwane, estratega de Allianz Global Investors.
Aunque la pobreza extrema ha disminuido en los últimos años, la desigualdad económica ha crecido de manera generalizada. Además de tener un alto coste humano, reduce el crecimiento económico y desestabiliza sistemas sociales con perjuicio para los gobiernos ya que provoca un aumento de los gastos públicos y una reducción de los ingresos. De hecho el debilitamiento de la seguridad social se ha incrementado en la medida en que más personas no pueden pagar los gastos básicos.
Cada sector social puede contribuir a cambiar esta situación. El poder político puede centrarse en los sistemas de seguridad social, las estructuras fiscales y los sistemas educativos. Las empresas pueden impulsar los esfuerzos de capacitación, compensación y sostenibilidad. Los inversores pueden promover el gobierno corporativo responsable.
En la mayoría de países, los gobiernos están prestando mucha atención a la desigualdad económica. Especialmente los países emergentes,en donde la mayoría de los salarios son bajos, la desigualdad económica es un problema aún mayor. Dicha desigualdad crea desconfianza y debilita la cohesión.
Este informe concluye, además, que el aumento de la conectividad y el desarrollo de las redes sociales provoca que, «las personas sean más conscientes de sus falta de recursos que generaciones anteriores, lo que trae como consecuencia políticas más populistas».
Factores que están aumentando la desigualdad
El incremento de la automatización, robotización e inteligencia artificial (IA) suponen una amenaza para los empleos tradicionales, reduciendo las oportunidades de un sector que representaba ocupación para muchas personas y dando como consecuencia un incremento de la desigualdad.
Por otra parte, esta desigualdad económica impide a muchas personas llevar a cabo inversiones con las que rentabilizar sus ahorros, con la consiguiente pérdida de oportunidades. Conseguir que estas personas puedan invertir el día de mañana ayudaría a reducir las desigualdades.
Soluciones prácticas
Entre las soluciones que propone este informe están una mayor implicación de los gobiernos en la educación financiera para incentivar el ahorro privado y la inversión, especialmente entre los más jóvenes. A la vez, mejorar las coberturas sociales empleando las nuevas tecnologías para ganar eficiencia.
Por otro lado, desde Allianz Global Investors señalan que la propia industria financiera puede promover un mayor acceso a los servicios financieros de manera sostenible y responsable. «La regulación y la reforma fiscal deben estar menos politizadas y ser más justas, es decir, con políticas que ayuden a redistribuir la riqueza. Además, si se efectúa una regulación más eficiente, las compañias finacieras y bancos deberían ser capaces de reducir sus comisiones», dice el informe.
También la dirección empresarial debe tener una política activa de retención de empleados y ofrecer una mejor remiuneración para aumentar la productividad. «En definitiva tener conciencia de que los trabajadores necesitan inversión, apoyo y capacitación».
Por último, este informe plantea que los inversores puedan presionar a las empresas para que estas inviertan con criterios de Inversión Socialmente Responsable (ISR).