Para KPMG, la banca es clave para financiar la transición ecológica. Hoy los criterios ESG son seguidos por inversores y emisores prácticamente de todo el mundo, además, el Banco Europeo de Inversiones (BEI) ha cerrado para siempre el grifo a los proyectos vinculados a combustibles fósiles, tal como anunció en 2019.
Pero según explican en el informe de KPMG “Finanzas sostenibles”, el BEI no ha sido el único. Otros bancos de desarrollo y bancos comerciales han pisado también el freno a la financiación de proyectos contaminantes, salvo que lleven implícito un propósito de enmienda y una estrategia clara para abordarlo. ¿A qué obedece este giro?
Un motivo de peso es sin duda la regulación: los supervisores financieros exigen analizar y cuantificar los riesgos climáticos absorbidos por los bancos. “Conviene destacar hasta ahora el riesgo climático no era un elemento a considerar en la gestión de riesgos de la banca. Pero esto está cambiando hasta el punto de que ya algunos supervisores están esperando la involucración de las áreas de riesgo en este ámbito, al tiempo que están introduciendo el test de estrés para detectar la resiliencia de la banca al riesgo climático. Los bancos tienen que medir tanto los riesgos físicos, provocados por los efectos directos al cambio climático, como los riesgos de transición”, señala Francisco Uría, socio responsable de Sector Financiero en EMA y socio principal de KPMG Abogados.
Otra razón importante es evitar poner en riesgo su reputación financiando proyectos que van en contra del objetivo de descarbonización en 2050. Y, por último, por convicción. “Quieren sumarse al cambio por el planeta no solo con iniciativas propias, sino con su objeto social: canalizando de un modo eficiente los recursos necesarios para ir a una economía descarbonizada”, apuntan desde el informe.
“No es posible una transformación hacia modelos productivos más sostenibles sin la participación del sector financiero”
“Los bancos están introduciendo principios medioambientales en las decisiones de financiación que toman. En la medida en que mandan señales de que lo que van a financiar son proyectos más verdes, más sostenibles, más circulares…, de alguna manera ya están empujando a la totalidad del sistema productivo. No es posible una transformación hacia modelos productivos más sostenibles sin la participación de los financiadores y de los inversores”, reflexiona Ramón Pueyo, socio responsable de Sostenibilidad de KPMG en España, en el informe.
Gracias al empuje de algunas entidades líderes, los reguladores y los inversores, las finanzas sostenibles están adquiriendo cada vez más peso. Según el informe, el ahorro gestionado en todo el mundo con criterios sostenibles supera los 30,7 billones de dólares, es decir, 1,5 veces el PIB de Estados Unidos. Y ha crecido un 34% en los dos últimos años, según datos de Global Sustainable Investment Alliance.
Los criterios ESG son uno de los baremos más seguidos actualmente por inversores y compañías. Según detallan en el informe, de los 30 billones de inversión responsable, 17,5 billones siguen criterios ESG. Invertir analizando estas pautas implica añadir el impacto social, medioambiental y las prácticas de buen gobierno como una variable más, adicional a las exigencias de rentabilidad financiera.
“Existe una demanda creciente de factores ESG”
Hoy, seguir los criterios ESG es demasiado crítico para ser ignorado por las compañías. Según reflexiona Javier Muñoz Neira, socio responsable de Gestión de Activos de KPMG en España: “Existe una demanda creciente de factores ESG tanto en las inversiones de los inversores institucionales a largo plazo, como en las de la generación de los millennials en el mercado minorista”.
“Hoy, cualquier organización que quiera captar dinero debe hablar el lenguaje de los mercados porque va a estar sometido al escrutinio de sus prácticas ESG. Por eso, es importante hacer una evaluación de partida y una monitorización progresiva. Hay que conocer bien los riesgos y oportunidades a los que se enfrenta la compañía y comprender los diferentes requisitos de las alternativas financieras que están surgiendo antes de apelar a los mercados. De lo contrario se corre el riesgo de ser penalizado o de sufrir un riesgo reputacional importante”, comenta Ramón Pueyo.