En medio de una época marcada por la depresión de 1929, John Maynard Keynes publicó su obra más famosa: la Teoría general del empleo, el interés y el dinero. De esta forma, en febrero de 1936, se desencadenó lo que posteriormente supondría todo un antes y un después en el campo económico, la “revolución keynesiana”.
Su teoría explica qué relación guardan el empleo, el interés y el dinero y su libro se presentó como un salvavidas en medio de la gran crisis en la que Estados Unidos estaba sumergida. Keynes propuso una serie de medidas que impulsarían el crecimiento económico, medidas que pasaban por la intervención del estado a través de políticas monetarias y fiscales con el fin de estimular la economía.
Considerado el padre de la marcoeconomía y uno de los economistas más influyentes del siglo XX, Keynes fue un economista británico que vivió entre los años 1883 y 1946 y, además de desarrollar una exitosa carrera en el campo de la teoría económica, ocupó un puesto en la Cámara de los Lores y fue profesor en la Universidad de Cambridge.
¿Por qué esta teoría fue tan revolucionaria?
Según Paul Moran, profesor del Master International Finance del IEB, antes de los escritos de Keynes, la escuela clásica creía que los mercados siempre vuelven al equilibrio del pleno empleo. “Consideraban que el desempleo era un problema de oferta agregada, un problema temporal”, explica.
La teoría revolucionaria de Keynes se basa en que los mercados pueden experimentar largos periodos de desempleo debido a la falta de demanda agregada por los shocks económicos en los que el sector privado prefirió ahorrar y pagar sus deudas en lugar de gastar e invertir.
“Una economía que tiene un sector privado que no gasta ni invierte cae en una recesión y, según Keynes, la única forma de resolver el problema de las recesiones es que el sector público gaste e invierta. Su descubrimiento revolucionario fue que las políticas fiscales pueden estimular la economía en una recesión”, aclara el profesor del IEB.
La crítica a la teoría de Keynes
Según explica Paul Moran, las políticas fiscales keynesianas han sido criticadas porque los gobiernos no están bien equipados para aplicarlas correctamente. “Algunos gobiernos no entienden las políticas de Keynes que implican ahorrar en los buenos tiempos económicos para permitir el gasto en los malos tiempos económicos. Otros aplican políticas fiscales para ganar las próximas elecciones independientemente del ciclo económico o aplican políticas fiscales para favorecer intereses especiales”, argumenta.
Por ello, según indica, para resolver este problema, la mayoría de los economistas favorecen la aplicación de la política monetaria por parte de un banco central independiente. El gobierno y el Banco Central acuerdan un objetivo de inflación y el banco central utiliza las tasas de interés y “quantitative easing” para alcanzar el objetivo de inflación y crecimiento.
“Hemos encontrado que la política monetaria tiene sus límites y si el desempleo persiste durante un largo periodo de tiempo, es importante utilizar políticas fiscales para estimular la economía. La verdadera pregunta es qué gobierno es capaz de utilizar políticas fiscales keynesianas para crear empleos a largo plazo y un crecimiento económico sostenible”, concluye.