La Asociación de Ginebra ha elaborado un informe en el que justifica cómo los seguros pueden jugar un papel clave a la hora de combatir y reducir las desigualdades entre la población. Las cuales, a pesar de que ya existían antes de la pandemia, se han exacerbado debido a los efectos del COVID-19.
Al mismo tiempo, el informe explica cómo la pandemia ha impulsado a los seguros, ya sea en forma de vida, salud o ingresos, y estos encabezan la lista de prioridades de la población. Los organismos reguladores también se manifiestan cada vez más a favor de los seguros inclusivos y de la posibilidad de que éstos ayuden a prevenir y aliviar la pobreza. Según los autores del informe, todo esto ha provocado un escenario en el que se pueden desarrollar nuevas asociaciones público-privadas que aprovechen el seguro como un parte crítica de la red de seguridad social.
Los riesgo de sobrevivir a tus ahorros
Una parte del informe está dedicada a la población más mayor y a los riesgos que conlleva la vejez, la cual es un factor que puede favorecer a entrar en situaciones de pobreza o a perpetuarlas. En las últimas etapas de nuestra vida, dejamos de trabajar o reducimos las horas de trabajo, por lo que, inevitablemente nuestros ingresos disminuyen.
En países que no cuentan con una alta cobertura a través de la seguridad social, los ahorros invidiales no suelen ser suficientes para proteger a la población de la inseguridad económica y el riesgo de pobreza durante la vejez. Según datos de la OCDE, el 13,5% de los mayores de 65 vive en una relativa pobreza de ingresos, definida como tener unos ingresos menores a los de la media nacional de los hogares.
Asimismo, el informe desprende que, en los países de la OCDE, la pobreza entre los «ancianos más jóvenes» (de 66 a 75 años) es menos frecuente que entre los «ancianos más viejos» (de 75 años o más), que tienen más probabilidades de haber sobrevivido a sus ahorros. La tasa media de pobreza de la OCDE para estos grupos de edad es del 11,6% y el 16,2%, respectivamente. Siendo las mujeres más propensas a experimentar pobreza.
Las pensiones, sinónimo de tranquilidad
El informe defiende que la seguridad financiera en la vejez es un aspecto básico del bienestar individual. Las pensiones, por lo tanto, están diseñadas para ofrecer tranquilidad una vez que las personas dejan de trabajar.
Sin embargo, el aumento de la longevidad ha estado erosionando la sostenibilidad financiera de los sistemas públicos. En este contexto, muchos países han fomentado el uso de pensiones complementarias para aliviar la presión sobre las finanzas públicas y aumentar el nivel general de beneficios.
La OCDE distingue cuatro fuentes principales de ingresos de las que se benefician las personas mayores: las transferencias públicas del gobierno o de las instituciones de seguridad social, las transferencias ocupacionales de los antiguos empleadores, el capital (por ejemplo, las pensiones privadas) y el trabajo posterior a la jubilación. En el conjunto de los países de la OCDE, las transferencias públicas (por ejemplo, las pensiones relacionadas con los ingresos) representan el 58% y las transferencias ocupacionales el 8% de los ingresos de las personas mayores.
Soluciones en el mundo del seguro: rentas vitalicias
Según alertan en el informe, a pesar de haber países en la OCDE en los que los ahorros destinados a la jubilación superan el PIB, muchos de estos ahorradores no tienen ninguna protección contra la incertidumbre de la vida, especialmente el riesgo de superar sus ahorros.
Ante este problema, el informe presenta una solución: las rentas vitalicias que ofrecen las aseguradoras. “La renta vitalicia protege a las personas de superar sus ahorros o sus activos al aunar la experiencia de un gran grupo de personas y pagar prestaciones a quienes viven más tiempo del previsto con las primas de quienes mueren prematuramente”, explican los autores.
Sin embargo, a pesar de su garantía de asegurar ingresos de por vida, las rentas vitalicias siguen siendo impopulares. Esto es particularmente cierto en el caso de las rentas vitalicias de ingresos diferidos que abordan el riesgo de longevidad, por ejemplo, para alguien de 80 años que se queda sin dinero y tendría que depender de las prestaciones mínimas de seguridad social. La vulnerabilidad de las personas mayores a la pobreza en la vejez se ha agravado aún más por el cambio hacia las pensiones de jubilación, que transfieren el riesgo de las inversiones a los beneficiarios.
En principio, las rentas vitalicias son productos simples, que trasladan el riesgo de longevidad de los individuos a las compañías de seguros, que absorben el riesgo mediante la agrupación de grandes grupos de clientes. Una renta vitalicia sencilla ofrece al cliente un cierto flujo de ingresos de por vida al mes a cambio de un pago único.
Según explican desde el informe, las investigaciones demuestran que, por ejemplo, un hogar estadounidense encabezado por una persona de 65 años en buen estado de salud disfruta de un aumento del 16% de riqueza financiera gracias a la inversión en rentas vitalicias. “La ganancia del 16% refleja que sin las anualidades privadas para asegurar el riesgo de longevidad más allá de lo que cubre la seguridad social, los individuos tendrían que consumir menos antes de la jubilación y ahorrar más”, concluye el informe.