Los planes de pensiones se enfrentan a un suceso que sus diseñadores no habían contemplado allá por el siglo XIX: el envejecimiento poblacional. Sin embargo, este reto, lejos de lo que puedan pensar muchos, no llevará a la quiebra a los sistemas, pero sí a una transformación.
“No se trata de que no vayamos a tener pensión, sino que los términos de generosidad, suficiencia y garantía de nivel de vida se van a ajustar”, advirtió Pilar González de Frutos, presidenta de Unespa, durante el Congreso de EFPA en una mesa dedicada al reto de las pensiones.
En España, esta presión demográfica ha llegado un poco más tarde que en otros países, por lo que sabemos que tiene solución, pero que pasa por aplicar reformas. “La Comisión nos dice que la evolución de nuestro sistema público va a estar presionada y tendrá que soltar lastre por la vía de generosidad”, explica de Frutos. Esta generosidad se mide con la tasa de sustitución (la relación entre la pensión que vas a recibir y el último salario), y en España es una de las más altas de Europa.
El Gobierno, como consecuencia de las advertencias de la Unión Europea, hizo una revisión del sistema, con un primer pilar de reformas que ya se ha llevado a cabo y un segundo que se está negociando. Este primer paquete de medidas comprende la creación del mecanismo de equidad intergeneracional (MEI), medidas para acercar la edad legal de jubilación a la real, o la indexación de las pensiones al IPC. Además, se ha derogado el IRP (índice de revalorización de las pensiones) y el factor de sostenibilidad.
“Desde el punto de vista político es fácil hablar de la suficiencia, pero una suficiencia no sostenible no es nada más que pan para hoy y menos pan para el futuro”, advierte. “Reconocer que el sistema de reparto no será suficiente y que los de capitalización no han funcionado es un paso importante”, añade la experta de Unespa.
Además, destaca que en la iniciativa del gobierno se comenten errores en el cómo. “El primero es desvestir un santo para vestir otro, sacrificando el ahorro individual y dándole más al sistema colectivo. Necesitamos todos los instrumentos disponibles”, apunta respecto a la rebaja de los incentivos fiscales en los planes individuales a favor de los de empleo.
El otro gran error que detecta es que el proyecto del gobierno lo fía todo a que “unos empresarios escasísimamente incentivados vayan a tomar unas decisiones de incorporar y financiar sistemas complementarios para sus trabajadores”.
“El sistema de reparto está solo ante el peligro, no puede apoyarse en sistemas de capitalización para abordar con tranquilidad los efectos del recorte del nivel de generosidad. Tenemos que reflexionar sobre qué herramientas tenemos y cómo las podemos usar”, aconseja.
Recibimos 1,7 euros por cada euro cotizado
Si hay una dato que resuma bien el problema de las pensiones públicas es este: por cada euro cotizado recibimos 1,7. “Con 1,7 euros por euro cotizado y con una esperanza de vida que aumenta y una de jubilación que no, es un sistema insostenible”, destaca José Antonio Herce, socio de Longevity and Retirement Income Solutions (LoRIS).
A este respecto, el experto aboga por adoptar una visión más comprensiva del sistema, y de cómo nuestro ahorro está repartido en los tres pilares (pensión pública, planes de pensiones de empleo e individuales). “En España el primero lo domina todo y esto no debería obnubilar nuestra visión. Es cierto que necesitamos un pilar uno, porque es el mejor seguro de longevidad, pero ya no cumple sus bases y viola los principios actuariales”, advierte.
Por otro lado, el pilar dos está estancado, fruto, entre otros factores, de una falta de cultura de la previsión social complementaria. Mientras que el pilar tres, en el plano fiscal, según Herce, está “herido de muerte”. En este sentido, insiste en que todo ahorro a largo plazo para la jubilación tiene que tener el mejor tratamiento fiscal.
Pero ¿esta falta de ahorro previsional implica que los españoles no ahorremos? No necesariamente, sí lo hacemos, pero no de la forma correcta. “En España ahorramos mal, entre el 70 y 80% es vivienda y de lo que queda la mitad son depósitos, y la próxima generación debería ahorrar a largo plazo para su jubilación. La seguridad social ya no puede hacer mucho más de lo que hace”, advierte.
En este sentido, Javier Ruiz Villabrille, country head Spain de Flossbach von Storch, señaló que constituir un capital no es tan complicado. “Incluso con el importe que ahora se permite en los individuales (1.500 euros), con una vida laboral de 40 años, son 60.000 euros, que invertidos podrían llegar a 670.000 euros, pero hay que tener esa constancia, cabeza y las rentabilidades de los últimos 40 años”, anima.