La situación actual de los sistemas de pensiones públicos europeos se caracteriza por los desafíos que ha impuesto el continuo envejecimiento de la población. La pirámide poblacional europea ha dejado de tener esta forma, por el ensanchamiento de la parte superior (grupos de mayor edad) y por un estrechamiento de su base (cohortes más jóvenes). Esto ha implicado un importante aumento en el gasto público en pensiones, de hecho en 2007 el gasto promedio en pensiones de la Unión Europea representaba un 10,2% del PIB, y se estima que en 2060 representará un 12,6%.
Los sistemas de pensiones de reparto se basan en una pirámide poblacional que ya no existe, debido al aumento de las expectativas de vida y a la caída de la tasa de natalidad. En este contexto, es imposible mantener un mecanismo basado en que los trabajadores activos, cada vez menos, financien a los pensionistas, que son cada vez más.
Según una nota informativa de la Federación de Asociaciones de Fondos de Pensiones (FIAP), los países con sistemas de pensiones de reparto que no han hecho reformas y no han introducido sistemas de capitalización robustos, deberán enfrentar una reducción muy sustancial de las pensiones en el futuro, por el efecto de los cambios de parámetros que están obligados a realizar para evitar la quiebra financiera de los sistemas públicos.
¿Qué han hecho los países para enfrentar la inviabilidad de sus alicaídos sistemas de reparto?
En primer lugar, han tenido que asumir con recursos públicos el déficit de las pensiones, con lo cual la deuda se ha hecho insostenible. En Grecia representa casi nueve veces el PIB, en Portugal casi cinco veces, en Italia alrededor de 4 veces y en España 2,5 veces el PIB.
Pero como los aportes fiscales no han sido suficientes para financiar las pensiones, se han visto obligados a efectuar otro tipo de reformas. Según FIAP, entre 1995 y junio de 2018, un total de 78 países incrementaron la tasa de cotización en sus programas de reparto, 55 tuvieron que aumentar su edad de jubilación y 61 ajustaron la fórmula de cálculo de la pensión.
Los países europeos, además, han venido introduciendo sistemas privados de capitalización individual, que ante la frágil situación de los sistemas públicos de reparto, es fácil anticipar que tomarán cada día mayor relevancia.
Las diferentes tasas de sustitución de las pensiones públicas y privadas
Ante las dificultades que enfrentan los sistemas de pensiones públicos de reparto, un número importante de países de la OCDE han introducido sistemas de capitalización individual mediante planes de empleo o planes de ahorro individual voluntarios.
Así, los modelos de pensiones de los países de la OCDE son mixtos, donde el sistema público de reparto ofrece, de media, una tasa de reemplazo del 41% y los sistemas de capitalización, tanto voluntarios como obligatorios, consiguen elevarla a un promedio del 58%.
Es decir, en los países de la OCDE, los sistemas de capitalización individual financian, en promedio, el 30% de la pensión. Sin embargo, como puede apreciarse en el mismo gráfico, aún existe mucha heterogeneidad con respecto a la importancia que tienen los sistemas de capitalización individual en los países de la OCDE.
Mientras que en Holanda el sistema de capitalización representa cerca del 70% de la tasa de reemplazo, en países como España e Italia, el peso de la tasa de reemplazo del sistema de capitalización es prácticamente inexistente.
Esta misma tendencia se observa al considerar los fondos de pensiones privados como porcentaje del PIB. Como puede apreciarse en el siguiente gráfico, los fondos administrados por pensiones privadas en los Países Bajos representan casi el doble de su PIB, mientras que en países como Grecia y Francia representan menos del 1% del PIB.
No obstante, se anticipa que las tasas de reemplazo de las pensiones públicas en la Unión Europea en su conjunto pasarían desde un promedio de 42,5% en el año 2013 a un promedio de 36% en el 2060, es decir, se anticipa una reducción de la tasa de reemplazo cercana al 7% en cuatro décadas. La caída es especialmente abrupta en España, Polonia y Portugal y esto implica que, necesariamente, debido a la presión demográfica, en el largo plazo, el peso de los sistemas privados de capitalización individual se irá incrementando.
Por lo tanto, la realidad se impone: los países que no han hecho reformas y no han introducido sistemas de capitalización robustos deberán enfrentar una reducción muy sustancial de los ingresos de sus trabajadores a futuro, solo por el mero efecto de los cambios de parámetros que estarán obligados a realizar como consecuencia de la evolución demográfica, para evitar la quiebra financiera de los sistemas públicos. Es por ello que los sistemas de pensiones de capitalización individual, cada vez tomarán más fuerza en los países que mantienen operativos los sistemas públicos de reparto.
Los tres sistemas de capitalización individual más utilizados
En años recientes los países europeos con sistemas de reparto, cuyas finanza públicas le impiden asumir el coste de la transición de un sistema de reparto a uno de capitalización, y no han hecho reformas estructurales como en América Latina, han venido fortaleciendo los planes privados de pensiones, mediante diferentes mecanismos, tales como adscripción automática, planes voluntarios, incentivos fiscales, etc. Entre las fórmulas más utilizadas destacan:
1. Auto-afiliación a planes de pensiones privados. Reino Unido, Nueva Zelanda e Irlanda han implementado un mecanismo de auto-afiliación obligatoria de los trabajadores a planes de pensiones de ahorro individual. En el caso de Reino Unido, donde la tasa de reemplazo del sistema de pensiones públicas es de apenas un 29%, y en el que el gobierno no tiene intenciones de incrementar su gasto en pensiones, en 2012 el gobierno introdujo los planes de empleo de autoafiliación obligatoria, que consiste en que todas las empresas con cinco o más trabajadores están obligados a suscribir un fondo de pensiones de empleo (colectivo) para los trabajadores mayores de 22 años. La aportación del empleador partió en un 2% del salario (hasta abril de 2018). A partir de abril de 2018 la aportación se incrementó a un 5% y en abril de 2019 este porcentaje se elevará al 8%, con lo que finalizará la implantación de la reforma. El trabajador, por su parte, está obligado a contribuir con un 4% de su salario mientras no se desafilie del plan.
2. Indemnización por cese de la relación laboral. En Italia se implementó el “Trattamento di fine rapporto” (TFR), en el que si el trabajador no se opone explícitamente, las indemnizaciones por cese laboral son automáticamente destinadas a una pensión complementaria, integrándose a un fondo para ese efecto.
3. Segundo y tercer pilar de capitalización individual. Aunque el sistema multipilar sueco ofrece una pensión universal a todos sus trabajadores, el 90% de los trabajadores está afiliado a planes de empleo (cuentas de capitalización individual en el segundo pilar), que ofrecen incentivos tributarios a sus afiliados. Además, un 50% de los trabajadores cuenta con planes de ahorro voluntario (tercer pilar). En Suecia, cerca de un 30% de la pensión se financia gracias a las pensiones privadas (segundo y tercer pilar).
En resumen, en los países desarrollados, en la misma medida en que se debilitan sus sistemas de reparto, se han ido fortaleciendo los de ahorro individual, que tomarán un peso creciente en la financiación de las pensiones.