Con la economía mundial lastrada por una elevada incertidumbre, los planes de pensiones se encuentran en un viaje hacia lo desconocido. Como resultado, los planes de pensiones ahora valoran la resiliencia de las carteras por encima de todo, según un nuevo informe publicado por CREATE-Research y la mayor gestora de activos europea, Amundi.
Para la elaboración del informe se ha entrevistado a 158 encuestados de 17 mercados de pensiones tanto públicos como privados, que gestionan colectivamente 1,96 billones de euros. Su objetivo es arrojar luz sobre cómo están respondiendo los planes de pensiones de todo el mundo mientras la economía mundial lucha por recuperarse del equivalente económico a un paro cardíaco masivo.
El COVID-19 ha lastrado las finanzas de las pensiones, se espera una recuperación irregular y el regreso de la inflación. La extraordinaria respuesta política de los bancos centrales y sus gobiernos fue oportuna y vital. Pero también ha infligido efectos secundarios tóxicos en la solvencia de las pensiones por el aumento de los pasivos y la caída de los retornos por los tipos de interés cero (zero-bound). Junto con el colapso del mercado en marzo de 2020, éstos han deteriorado las ratios de financiación en todo el mundo.
Según el 85% de los encuestados, los mercados financieros tendrán una recuperación en forma de W o en forma de acordeón: ambas muy volátiles. La mayoría de los encuestados cree que es probable que los bancos centrales pierdan su independencia frente a sus gobiernos (84%) y que la inflación seguirá a la deflación una vez termine la crisis actual (77%). Finalmente, la inmensa mayoría de los encuestados considera que los rendimientos de los activos serán más bajos en esta década que en las anteriores (90%).
Según el profesor Amin Rajan, de CREATE-Research, que dirigió el proyecto: “Evaluar el daño macroeconómico del COVID-19 es similar a mirar a través de un caleidoscopio: aparecen diferentes imágenes con cada giro de la esfera. Sin embargo, hay una cosa que es cierta: cuanto más dure la pandemia, mayor será el daño económico a los planes de pensiones”.
La inversión se reduce ahora a un único imperativo: la “antifragilidad”
La asignación de activos tendrá dos pilares adicionales: liquidez y resiliencia. En esta era de mayor incertidumbre y volatilidad, la inversión tiene que ser a largo plazo, como destacan las tres cuartas partes (76%) de nuestros encuestados.
El 75% de los encuestados acudirá a los mercados privados en busca de una resiliencia a medida, mientras que el factor flujo de caja de alta calidad en renta variable global encabezará la elección en asignación de activos para el 76% de los encuestados que buscan incorporar un componente “antifragilidad” en sus carteras.
Más de la mitad (58%) recurrirá a la inversión temática en busca de resiliencia inherente a través de temas seculares. Un plan de pensiones del Reino Unido destacó algunas áreas. En primer lugar, demográficas: centrándose en la atención médica y la urbanización. En segundo lugar, tecnología: centrada en inteligencia artificial, redes 5G y la nube. En tercer lugar, la inversión ESG: centrada en energías renovables, prácticas laborales y gobierno corporativo.
Dado que se espera que los bonos soberanos generen rendimientos totales mínimos, las herramientas de riesgo dependerán demasiado de otros medios. Una mayor planificación de escenarios será el enfoque preferido utilizado por los planes para gestionar el riesgo en las carteras durante la próxima década (61%), mientras que casi dos tercios (57%) dependerán principalmente de la gestión de liquidez. La diversificación seguirá siendo una piedra angular masiva en la inversión, ya sea basándose en clases de Activos (55%) o en factores de riesgo (54%).
Según Pascal Blanqué, Director de Inversiones de Amundi, “el COVID-19 ha obligado a los gobiernos y a los bancos centrales a embarcarse en una respuesta monetaria del tipo «cueste lo que cueste» (“whatever it takes”) de tiempos de guerra. Los impactos a largo plazo en los mercados financieros solo se hacen evidentes en retrospectiva. Ante tal incertidumbre, la resiliencia de la cartera y la “antifragilidad” guiarán a los inversores de pensiones».
Los planes de pensiones favorecerán la renta variable global para el crecimiento del capital
Se favorecerán cinco clases de activos para obtener rentas: infraestructuras (58%), bonos investment grade de EE. UU. (44%), bonos investment grade de mercados emergentes (41%), deuda privada (38%) y deuda investment grade europea (36%). Las infraestructuras, en particular, se beneficiarán de un estímulo fiscal a gran escala con un enfoque especial en las energías renovables y su mejora de la dinámica de costes. Un encuestado apuntó, «dada su resiliencia inherente, las infraestructuras serán el mayor ganador de esta crisis».
En cuanto a protección contra la inflación, la renta variable y las infraestructuras volverán a verse beneficiadas; las materias primas y la deuda inmobiliaria mucho menos, con sólo el 4% y el 29%, respectivamente.
Los bonos soberanos se verán favorecidos por una pequeña minoría (18% para la deuda pública de EE. UU. y 17% para la de mercados emergentes) y solo aquellos con buenos ratios de financiación que permitan un elevado grado de reducción de riesgo de la cartera.
Los fondos ESG pasan de señalar virtud a señalar valor
La pandemia ha dado a los inversores una idea real de cómo los shocks físicos pueden hundir las carteras. En este contexto, la inversión ESG ha demostrado ser resiliente, registrando también buenos rendimientos ajustados al riesgo.
El crash del mercado de marzo fue una verdadera prueba de si la inversión ESG es sólo un lujo en mercados alcistas, careciendo de resiliencia frente a grandes caídas. Los resultados de nuestra encuesta muestran lo contrario. Para la mayoría de los encuestados, sus fondos ESG se comportaron mejor que el resto de la cartera (52%) o igual (45%).
Además, el mediano de los criterios de la inversión ESG, ignorado durante mucho tiempo, el factor «S», ha cobrado fuerza, ya que el COVID-19 ha expuesto los bajos salarios, los trabajos precarios y la explotación laboral en ocupaciones de primera necesidad, especialmente en los sectores retail, transporte y sanitario.
Según afirmó otro participante de la encuesta, “las compañías se están dando cuenta de que necesitan permiso social para operar. Los viejos métodos ahora son inaceptables para sus clientes «.
Con estas consideraciones sociales saliendo a la luz, el componente «S» en la inversión ESG cobrará más importancia en el futuro, ya que se está poniendo bajo el foco cómo las compañías globales gestionan sus cadenas de suministro en particular. Por lo tanto, el factor social (30%) ahora ha aumentado y los factores ambientales (41%) y de gobierno corporativo (29%) han disminuido levemente en importancia relativa desde la encuesta de 2018.