Durante los últimos años, el gobierno federal, en conjunto con instituciones financieras, organizaciones y empresas del sector privado, han realizado esfuerzos importantes para desarrollar un sistema financiero más estable, sólido e incluyente. Sin embargo, a pesar de ello, en México sólo el 44% de los adultos entre 18 y 70 años (33,6 millones) cuentan con alguna cuenta en una institución financiera formal (ya sea cuenta bancaria, de nómina, ahorro o pensión, entre otras) y del restante 56% de adultos, 3 de cada 4 nunca han sido usuarios del sistema financiero, mientras que 1 de cada 4 personas son ex usuarios del sistema financiero formal mexicano.
Incluso, el comportamiento de consumo de los mexicanos en general muestra que 9 de cada 10 mexicanos prefieren utilizar dinero en efectivo como principal medio de pago. Y esto lo hacen ya sea por costumbre, desconfianza o porque creen tener mejor control de sus gastos, sin considerar que esta práctica los expone a robos, pérdida de valor de su dinero, descontrol y un consumo en exceso.
Diversos organismos internacionales señalan que cualquier esfuerzo de inclusión financiera debe acompañarse de políticas y programas de educación financiera que provean conocimientos a las personas respecto de los distintos productos y servicios financieros disponibles, así como de sus riesgos y beneficios, lo cual les permitirá tomar decisiones adecuadas a sus necesidades. La última Encuesta Nacional de Inclusión Financiera reveló que solo un 17% de las personas comparó antes de adquirir un producto de ahorro, un 29% de crédito y un 28% de seguro. Esto genera pago de mayores comisiones, intereses y cuotas anuales en detrimento del ingreso de las personas. En materia de conocimientos y capacidades financieras, la Encuesta de Capacidades Financieras para México del Banco Mundial mostró que el 41% de los mexicanos planifican su gasto, pero el 66% de éstos no se ajustan al plan; sólo un 18% sabe exactamente cuánto gastó la semana previa y el 66% tiene un marco temporal de planificación financiera menor a un mes.
En este sentido, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) recomienda -como buena práctica- la inserción de la educación financiera en el currículo escolar básico de los niños como paso primordial para transformar el conocimiento, la comprensión y las capacidades financieras de la sociedad en general, pues involucra también a los padres y favorece la movilidad social de estos niños cuando crecen. Empero, esto requiere tiempo e incluso, enfrentar el desafío de generalizar el acceso a la educación a toda la población sin importar su nivel de ingreso o condición social.
En México, la Política Nacional de Inclusión Financiera anunciada en julio pasado definió como su primer eje contribuir a que toda la población cuente con los conocimientos necesarios para hacer un uso eficiente y responsable de los productos y servicios financieros. Esto incluye integrar contenidos en el currículo de educación básica obligatoria que ayuden a crear hábitos y comportamientos financieros, pues es en esta etapa donde se forman las bases para profundizar el sentido intelectual, racional y lógico de los niños, mismas que los ayudarán a comunicarse mejor con el resto de la sociedad a lo largo de su crecimiento y desarrollo. Asimismo, considera campañas de comunicación y promoción para fomentar el uso eficiente del sistema financiero, aprovechando mecanismos e innovaciones tecnológicas en coordinación con la iniciativa privada.
Las políticas que implican cambiar alguna o varias leyes requieren tiempo para lograr consensos y acuerdos. Pero va por buen camino. Por donde sí se puede empezar es por coordinar y vincular los programas, las actividades, las comunicaciones y demás acciones entre las distintas instituciones financieras del gobierno federal e integrar al sector privado que participa en el sistema financiero. Por ejemplo, empatando calendarios sobre campañas específicas en ciertos temas, productos y/o servicios financieros para que a través del esfuerzo compartido se potencie el alcance de las comunicaciones.
Aunque la parte institucional puede llevar tiempo, cada uno puede empezar con acciones sencillas para ordenar nuestras finanzas. Aquí algunas recomendaciones de Principal Financial Group para comenzar desde hoy:
Paso 1. Elaborar un presupuesto:
Únicamente se requieren tres conceptos: (1) identificar el monto total de ingresos; (2) determinar el monto o porcentaje de ahorro con respecto al ingreso destinado a cumplir metas futuras; y, (3) enlistar los gastos prioritarios necesarios para vivir cotidianamente –por ejemplo, renta, comida, pago de servicios y transporte. Seguramente el primer bosquejo de presupuesto permitirá identificar aquellos gastos innecesarios que se podrán eliminar con el paso de tiempo, permitiendo un incremento paulatino en el nivel de ahorro para el logro de metas. Esto es suficiente para disciplinar la asignación del ingreso, gastar de forma inteligente y empezar a construir un patrimonio.
Paso 2. Distribuir el ahorro en dos o tres metas:
Una de ellas debiese ser el ahorro para el retiro. Independientemente de las metas elegidas, es importante buscar a un asesor financiero que brinde orientación respecto a los distintos instrumentos de inversión con el fin de poner a trabajar esos ahorros y, que además de mantener su valor en el tiempo, generen buenos rendimientos por encima de la inflación, como los fondos de inversión con horizonte de inversión de mediano y largo plazo o las Sociedades de Inversión que operan las AFORE.
Paso 3. Tomar una libreta y anotar:
Se sabe que del total de la población adulta en México que lleva un registro de sus gastos (37%), el 64% hace este ejercicio mentalmente, pero pocas veces -si no es que siempre- termina en un intento fallido para generar hábitos. Existen múltiples aplicaciones móviles que ayudan a delinear presupuestos, establecer metas y fijar alarmas, entre otras facilidades. Estos sencillos pasos permitirán tener un mayor control de los gastos y con ello se podrá disfrutar de libertad financiera.
En una sociedad como la mexicana, resulta complejo competir con las gratificaciones instantáneas de “compre ahora, pague después” o competir con las necesidades de consumo presente para mejorar el bienestar financiero futuro. La tarea de la educación financiera requiere un trabajo vinculado y coordinado constante durante todo el año, de todas las instituciones públicas (Banca Múltiple, Banca de Desarrollo, Seguros, Pensiones, Seguridad Social, Vivienda) que forman parte del sistema financiero mexicano y de las empresas privadas que participan en éste, incluyendo asociaciones civiles, cámaras empresariales, academia y líderes de opinión en la materia.
La educación financiera representa una gran área de oportunidad, particularmente para la formación de hábitos y comportamientos relacionados con la planeación y la previsión hacia el futuro. Nunca es tarde para empezar; hoy es un buen día para poner en orden las finanzas.