Hay muchas formas de calcular el nivel de ahorro de una sociedad y, ponerlo en relación con su nivel de renta es una de ellas. En España nos hemos acostumbrado a escuchar que ahorrar es difícil o casi imposible porque nuestros salarios son más bajos que en los países de nuestro entorno. Es cierto que es así, pero también lo es que nuestro esfuerzo de ahorro es mucho menor que en estos países en relación con los salarios. Si nos fijamos, por ejemplo, en la diferencial salarial de España respecto a los Países Bajos, Dinamarca, Reino Unido o Suecia, observamos que, si bien los sueldos son, efectivamente, un 40% superiores a los de España, nuestro esfuerzo de ahorro es un 80% inferior al suyo. Es decir, ellos ahorran el doble que nosotros en relación a su salario.
Así se refleja en el siguiente gráfico elaborado por Unespa en el que podemos analizar otros casos menos extremos, pero que igualmente ponen de manifiesto que la baja tasa de ahorro de España no se justifica íntegramente por nuestro inferior nivel salarial. Cobramos menos, sí, pero también ahorramos mucho menos de lo que lo hacen otros países europeos.
Es llamativo el caso de Portugal, país donde el nivel salarial es casi un 60% menor que en España, pero que, sin embargo, realiza un esfuerzo de ahorro un 37% mayor que el nuestro. Hungria o Polonia también son ejemplos ilustrativos ya que los salarios son un 145% y un 122% menores, respectivamente, que en España y el ahorro es apenas un 11% inferior y un 2% mayor, respectivamente.
¿Cómo impactará la longevidad en el modelo de ahorro a largo plazo de los españoles?
La longevidad es susceptible de impactar en el modelo de ahorro a largo plazo cambiándolo de forma sustancial. Según explicó Pilar González de Frutos, presidenta de Unespa, durante la V Jornada de Pensiones en España organizada por Ibercaja, el modelo de ahorro de los hogares españoles es “monocultivo”, al estar basado fundamentalmente en la adquisición de la vivienda propia y en los depósitos bancarios. “El primero de los elementos se fomentó, además de por razones fiscales, porque existía la sensación de que la inversión inmobiliaria protegía a los particulares ante dos de los tres riesgos de la vejez: el riesgo financiero, puesto que los precios inmobiliarios nunca iban a bajar; y el riesgo de inflación, puesto que, de hecho, la revalorización del ladrillo iba a ser, siempre, una revalorización real. Solo quedaba, pues, el tercero de los riesgos, el de longevidad o, si lo preferimos, el riesgo de sobrevivir a los propios ahorros”, ha explicado De Frutos.
En cuanto a la segunda apuesta, la de ahorrar en depósitos, De Frutos considera que se fundamenta en el valor extraordinario que los españoles le damos a la liquidez. “Cada vez que se ofrece una alternativa de ahorro, casi la primera pregunta que se hace el español es si puede disponer de su dinero en todo momento. Es una sensación falsa de que el dinero que mantenemos ilíquido ya no es nuestro y que contrasta con la preferencia por la inversión en vivienda, la más ilíquida de todas”.
Según De Frutos el modelo de ahorro deberá cambiar y tendrá que ganar, en primer lugar, en sofisticación. “Los productos sencillos son sencillos por algo”, afirma. Además, tendrá que ganar en extensión, “puesto que la única manera de responder al hecho de que viviremos más años es ahorrar también más años”. Por otra parte, tendrá que ganar en diversificación pues, “cuando todo se apuesta al número 15, cuando estalla la burbuja del número 15, las cosas se ponen muy feas”.
Por último, sostiene De Frutos, tendrá que ganar en obligatoriedad o “automatismos”. “Las sociedades no toman por sí solas la decisión racional de ahorrar, necesitan incentivos y obligaciones, porque cuando no los hay, solo ahorran los que tienen objetivos para ello, lo cual es lo más socialmente desigual que existe», afirma.
Las experiencias recientes de «automatismos»nos han enseñado que los sistemas de adscripción por defecto, que siempre respetan la volutnad del individuo a la hora de no ahorrar, han sido muy eficientes a la hora de conseguir que muchas personas que antes no ahorraban, ahora lo hagan. «La experiencia internacional tambien nos dice que el puro automatismo no funciona, funciona cuando se combina con un esfuerzo compartido de ahorro, cuando aquel particular que decide ahorrar para su futuro recibe la recompensa de que haya alguien que también ahorre por él y con él», concluye De Frutos.