La hucha de las pensiones se agota y hay que redoblar los esfuerzos para buscar soluciones «verdaderas y radicales» al fenómeno de la creciente longevidad y el envejecimiento de la población. En este punto coincidieron los miembros del Foro de Expertos del Instituto BBVA de Pensiones, reunidos esta mañana en el marco de la VI Jornada Institucional de Previsión BBVA, en la que se habló de algunas posibles soluciones, como el aumento de la edad de jubilación más allá de donde nos imaginamos y también la transformación del sistema para equilibrar las contribuciones en forma de cotizaciones al sistema y las prestaciones futuras en forma de pensiones.
“Vamos a vivir cada vez más, es una buena noticia pero ese hecho requiere una adaptación mucho más intensa en el sistema de la que hemos realizado hasta ahora. La necesidad de captar recursos adicionales conlleva redoblar los esfuerzos para buscar soluciones verdaderas y radicales al fenómeno de la longevidad”, comentó José Antonio Herce, presidente del Foro de Expertos y profesor de Economía de la UCM.
“El agotamiento del fondo de reserva de la Seguridad Social se producirá a finales de 2018 y esa coyuntura obligará a pensar qué cambiamos del sistema de pensiones para mantenerlo, solidario e intergeneracionalmente, y para hacerlo también más flexible y transparente: la gente necesita saber cuánto percibirá cuando se jubile y cuándo jubilarse en base a esos cálculos”, explica Elisa Chuliá, profesora de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED.
“Algo estacionario es algo que se mantiene en el tiempo, y esto no ocurre en demografía: tenemos que pensar en sistemas de pensiones que tengan en cuenta incorporar esta dinamicidad en el comportamiento poblacional, en el marco de pensiones contributivas como la de jubilación u otras como la de viudedad”, afirma Mercedes Ayuso, catedrática de Economía de la Universidad de Barcelona.
“El envejecimiento es un fenómeno muy reciente para la humanidad. En el año 1800 la esperanza de vida media era de 30 años en Suecia y ahora no se ve final: nos enfrentemos al mayor cambio socio-económico al que se ha enfrentado la humanidad nunca”, añade Robert Holzman, consejero del Banco Mundial. En función de este desafío, dice, hay que repensar las instituciones, desde el matrimonio (la más antigua) a la más reciente: la Seguridad Social y el Estado del Bienestar.
¿Jubilarse a los 80?
Entre las propuestas para lograrlo, alargar la edad de jubilación. En Alemania hay una propuesta sobre la mesa para llevarla a 69 años y en Suecia se evalúa una franja entre 75 y 80 años, dicen los expertos, así que, a la pregunta sobre si nos jubilaremos a los 80, su respuesta es afirmativa. “Es un hecho que, si la tendencia de la longevidad es la que pensamos, tendremos que trabajar hasta los 80 años o más. Deberíamos reformular por completo la forma de pensar cuando hablamos de edad de jubilación”, dice Herce. El experto defiende que, ante el hecho de que cada año vivimos dos meses y medio más que el precedente, hay que empezar a calcular la edad de jubilación como los años de esperanza de vida menos un periodo fijo que puede ser de 15 años, un periodo en el que el sistema pueda mantener las pensiones. “Los 22-23 años de gap que hay hoy entre la edad de jubilación y la esperanza de vida no se pueden pagar con lo que hemos cotizado”, advierte.
Para Jorge Bravo, profesor de Finanzas y Economía de la Universidad Nova de Lisboa, “alargar la edad jubilación es la mejor solución desde el punto de vista macro y microeconómico”. Pero, para ello, es necesario mantener a los trabajadores con salud (mediante políticas de salud, prevención y mejoría de las condiciones laborales), mantenerlos cualificados (algo que concierne a los sistemas públicos y privados) y también, motivados (algo que solo se consigue con sistemas de incentivos que generen un beneficio a las personas que se mantengan trabajando frente a los que quieren salir del mercado laboral). “Una forma de lograr esto último es caminar hacia sistemas de contribución definida que lleven implícito en su forma de funcionamiento un incentivo a la prolongación de la vida laboral versus sistemas de beneficio definido, pero también caben otras formas de incentivos”, comenta.
Para Holzman, alargar la edad laboral es inevitable.“Cuando se definió el sistema de pensiones, el envejecimiento no se notaba, de forma que se diseñó con una edad jubilación fija, que ahora ofrece problemas: el envejecimiento de la población no es una ola que puedas atravesar sino algo que enfrentar y, por eso, la edad de jubilación tendrá que retrasarse desde los 60 a los 70 u 80 años, según aumente la esperanza de vida”.
El experto defiende otra idea clara, además de alargar la edad de jubilación, para hacer sostenible el sistema y es garantizar que haya suficientes trabajadores en activo para que sea sostenible, dejando en un segundo plano la obligatoriedad o no de crear sistemas complementarios de ahorro a la pensión pública. Y otra idea: no tiene sentido que la prestación sea definida en un sistema con cambios tan importantes… en este sentido, los expertos avanzaron en dos propuestas: la primera, el cambio de un sistema de prestación definida –con pensiones fijas- a otro de contribución definida –con un ahorro definido-, y la equiparación de las cotizaciones a la Seguridad Social y lo que se aporta al sistema con las pensiones públicas que se reciban en el futuro.
Ajuste entre cotizaciones y pensiones
En este sentido, Herce defendió esa equiparación. “Si la mayoría de españoles piensa que estaría bien recuperar en la jubilación lo cotizado en la vida laboral no habría problema de sostenibilidad, porque el sistema de pensiones de hoy paga mucho más, sobre todo en las pensiones mínimas. El problema viene de que la Seguridad Social promete varias veces lo cotizado”, asegura.
Pero parece que los ciudadanos estarían de acuerdo, lo ven justo, aunque quizá solo por puro desconocimiento de que ello implicaría una rebaja en las pensiones. “Se tiene la idea de el que sistema de reparto funciona como un sistema de cuentas nocionales; los ciudadanos creen que van a cobrar lo que han aportado o menos y por eso recuperar lo aportado les parece justo”, dice Chuliá, que habla de diversos estudios y encuestas. Además, casi un 90% de ciudadanos creen necesario complementar la pensión pública: “A veces hay inconsistencia en las respuestas, y se defienden ideas contradictorias, pero más allá de eso se va pensando en una situación en la que será necesario más ahorro y se piensa más en la propuesta de que las pensiones se vinculen a las contribuciones”, explica.
“El sistema puede ser puramente solidario (donde no hay relación entre contribuciones y prestaciones) o tener una relación estricta entre esos términos y la mayoría prefiere lo segundo, por una cuestión de incentivos y propiedad. Pero la mayoría de sistemas de reparto en Europa no tiene esa relación estricta”; una relación que no excluiría, al margen, dar cobertura a las prestaciones sociales necesarias, explica Bravo.
Para Chuliá, un sistema de cuentas nocionales basado en el reparto sería lo ideal. La experta también dejó constancia de las dificultades de ahorro de algunos colectivos en España.
Financiar las pensiones de viudedad por impuestos, ¿otra posibilidad?
Otra propuesta de la que se habló en el evento (que había defendido previamente la presidenta de Unespa, Pilar González de Frutos) fue la de traspasar la financiación de la pensión de viudedad desde la Seguridad Social hacia la vía de los impuestos, algo en lo que los expertos del Foro de BBVA no están de acuerdo porque supone trasladar el problema de un sitio a otro y sería una especie de «truco contable».