Pese a los conflictos bélicos y las epidemias de la últimos cien años, los avances sanitarios, industriales y, en definitiva, de calidad de vida, han facilitado que la esperanza de vida se haya alargado considerablemente. Tanto es así que, en palabras de José Antonio Herce, economista y profesor en la Universidad Complutense, «los 65 años de entonces son los 91 actuales».
Durante la primera edición de «EdufinTalks», el proyecto de educación financiera del Centro para la Educación y las Capacidades Financieras de BBVA, Herce ha abogado por una jubilación más tardía con el fin de garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones públicas y la suficiencia de éstas, así como para continuar siendo productivos. “Debido a la jubilación temprana, todo lo que ganamos de años de vida se va a etapas en las que no estamos activos”, ha destacado.
De hecho, Herce apunta que retrasar más la edad de jubilación contribuiría a mejorar otras problemáticas sociolaborales de hoy en día. En primer lugar, implicaría retrasar la entrada al mercado laboral y, según Herce, los bajos niveles de natalidad actuales se deben a la temprana preocupación de los jóvenes por el trabajo. “Quien no trabaja 14 horas al día, está en paro”, afirma
Herce defiende, en este sentido, un «desplazamiento» de la vida laboral, comenzando y finalizando ésta más tarde. Además, indica que de esta forma se favorecería la apuesta por el talento senior y el buen hacer de las personas en edad avanzada, a menudo menospreciado con el actual sistema.
Pautas clave
Herce insiste, por otra parte, en la necesidad de implantar un sistema público de capitalización plena, en el que cada trabajador aportaría a un plan de pensiones a lo largo de toda su vida laboral y recibiría una renta en función de lo contribuido, así como los rendimientos producidos por ese capital.
Por último, hace referencia a la necesidad de flexibilización y adaptación del sistema a las circunstancias presentes. El aumento de la edad de jubilación no tendría que ser calculado como años a sumar a partir de los 65, sino como una serie de años a restar a partir de la esperanza de vida en cada momento. De esta forma, la edad de jubilación evolucionaría en función de la esperanza de vida, haciendo sostenible el sistema y suficientes las pensiones.