Quizás uno de los datos que de forma más evidente nos convence de cómo han cambiado las cosas es que en el mundo, a día de hoy, se venden más pañales para adultos que para bebés. Y esto, como es obvio, tiene sus causas y sus consecuencias. Como recuerda Iñaki Ortega, coautor junto a Antonio Huertas, presidente de Mapfre, del libro «La revolución de las canas», hace 100 años la esperanza de vida era de 40 años y hoy supera los 80. «La pirámide de la población se ha invertido y en unos años el 40% de la población tendrá más de 65 años», afirma durante una entrevista con Futuro a Fondo.
Los 60 de hoy son los 40 de antes
Aunque el mensaje de que vamos a vivir más sea muy atractivo, la pregunta correcta que tenemos que hacernos es cómo vamos a vivir ese tiempo extra. Este aumento de esperanza de vida ha producido un envejecimiento de la población y por lo tanto una grieta en un sistema de pensiones que no se ha ido actualizando conforme la sociedad avanzaba. «Si vivimos más años y con más salud, tendremos que trabajar más, pero esta idea ya no es tan atractiva», explica Ortega. «Esto implica que hay que cambiar la mentalidad de una sociedad que lleva 3.000 años pensando que las personas se hacían mayores con 65 años», añade.
La esperanza de vida durante los últimos 40 años se ha disparado y le hemos ganado 20 años a la vida. «Los 60 de hoy son los 40 de hace 30 años, desde que una persona se jubila hasta que fallece pasan 25 años”, explica Ortega. El mayor problema, a su juicio, es que la edad de jubilación se estableció hace un siglo y los que llegaban a jubilados entonces apenas eran uno de cada cien, mientras que hoy llegan 90 de cada 100. “Antes los jubilados percibian la pensión durante 5 u 8 años hasta su fallecimiento, hoy son 22. De manera que cada uno tiene que hacer su propio análisis y pensar si puede estar 30 años viviendo de la pensión pública”, explica Ortega.
El ahorro es la clave
Ortega cree que la ratio de pensionistas por cada trabajador está llegando a niveles “preocupantes” y que es «insostenible» que, de media, un pensionista tenga mayores ingresos que un trabajador. Para el coautor de «La revolución de las canas”, la solución pasa por el ahorro, pero para ello la sociedad necesita ayuda. “El ahorro tiene que estar bien visto y estar incentivado fiscalmente, ahorrar tiene que ser una consecuencia lógica de trabajar y algo que se hace a lo largo de la vida. Hay que incorporar el ahorro en la rutina y las empresas tienen que ayudarte” aclara Ortega.
Otra de las medidas que el experto considera vital para que lleguemos a la jubilación de la mejor forma posible es la información. “Con que el Estado nos dijese qué pensión vamos a recibir estaríamos más concienciados. Si nos dicen que nuestra pensión será de 900 euros, empezaríamos a asustarnos».
La cuarta edad
La siguiente idea que este libro trata de derribar es la de que hay tres etapas en la vida. La primera, en la que estudiamos y somos económicamente dependientes; la segunda, en la que alcanzamos la independencia económica, consumimos y ahorramos y la tercera edad, en la que disfrutamos de nuestra pensión. ¿Pero qué pasa si ahora estamos 25 años jubilados? Es en este momento de nuestra vida cuando se abre una cuarta edad en la que, superados los 65, tendremos que seguir manteniéndonos activos y seguir obteniendo ingresos de alguna forma.
Para ello, Ortega apuesta por un sistema de pensiones basado en la libertad para poder seguir trabajando o no. “Creemos que si quieres jubilarte a la edad legal puedes, pero si no quieres deberías poder seguir trabajando. Esto es bastante difícil porque ni las empresas ni el estado lo permiten” aclara.
Aquí sin duda entra en juego la contratación senior, una práctica que muchas empresas descartan. “La realidad es que por un argumento u otro las empresas están expulsando a los mayores, porque todavía hay demasiados incentivos para ellos, incentivos culturales, económicos, todo esto sin darse cuenta de que eso es es muy contraproducente para su empresa. Cada vez los mayores consumen más y las cualidades que tienen los mayores no las tienen los jóvenes, se pierde este talento” explica Ortega.
Pero todo esto conlleva que la población canosa va a tener que reinventarse continuamente. “Hay muchos mayores que ya han vivido muchos procesos de cambio, han pasado de no tener ordenadores en los trabajos a que ahora sean la herramienta más básica, y se han adaptado. Si nos hemos adaptado a anteriores cambios no hay que tirar las toalla porque tengamos una determinada edad y menos cuando disfrutamos de más salud, más esperanza de vida y mucho que aportar” aclara Iñaki Ortega.
“Ageingnomics”, la economía del envejecimiento
Este envejecimiento de la población y su nueva actitud hacia el consumo llevará a un cambio económico y a una adaptación a las necesidades de un segmento de la población que supondrá el 40% del total. “A las personas de 60 les queda 25 o 30 años de vida muy saludable y hay que destruir ese mito de que son personas encerradas, vestidas de oscuro y con un bastón, son gente muy activa y con ganas de seguir”.
“Tenemos que darnos cuenta de que la mayoría del consumo va a proceder de la tercera edad y que el que primero se adapte y prepare una oferta competitiva de productos y servicios tendrá réditos. Los nuevos consumidores son mayores y aún no hay una oferta cualificada para esto. Si no lo hacemos nosotros, lo harán otros antes, lo que no tiene sentido cuando España es el país más envejecido del mundo y con más calidad de vida, es el lugar ideal. España puede ser la capital referencia en la economía del envejecimiento”, concluye Ortega.