En este entorno dominado por el COVID-19, el objetivo de la mayoría de las empresas es adaptarse lo antes posible a la nueva normalidad y salvar sus negocios, ya sea reformulando su estrategia y modelo o haciendo recortes, donde la gestión del capital humano está siendo fundamental. Una de las vías óptimas para ajustar plantillas está siendo la prejubilación, gracias a su carácter menos traumático y beneficioso, en la mayoría de las ocasiones, para trabajador y empresa.
La prejubilación es un pacto entre la empresa y el empleado en el que el trabajador se desvincula de la empresa en los años próximos a su jubilación y esta se compromete a pagar un porcentaje de su salario hasta que el empleado llegue a la edad de jubilación. Normalmente, sucede cuando el empleado llega a los 58 años y el porcentaje de salario acordado ronda el 80%, pero, al tratarse de un acuerdo, no hay unos requisitos específicos y estos pueden variar según el pacto al que se llegue.
Cabe destacar que una prejubilación es muy distinta a una jubilación anticipada, a pesar de ser dos procesos que se suelen confundir. En una jubilación anticipada la persona se jubila anticipadamente por la seguridad social y comienza a cobrar su pensión pública. Además, este retiro está sujeto a una serie de requisitos, como haber cotizado un número determinado de años o cumplir ciertas condiciones de edad.
Tal y como han definido los expertos en jubilaciones de Willis Towers Watson, Gregorio Gil de Rozas y Javier González Gugel: “la prejubilación es un pacto entre empresa y empleado que busca que el empleado pueda llegar a la edad de jubilación con unas garantías económicas iguales o parecidas a cuando está en activo”.
“Es una figura de continuidad bastante pacífica, no traumática, los sindicatos lo ven bien y no deja de ser un despido para un colectivo en el que hay veces que lo están esperando. En la mayoría de los casos, está bien vista por la parte social, a la empresa le cuesta un poco más, pero mantiene la paz social en la compañía, por lo que es una figura que, a la hora de hacer reestructuraciones, es muy útil”, añaden.
Por su parte, Carlos Arroyo Abad, profesor del Grado en Derecho de la Universidad Católica de Ávila (UCAV), añade que “la empresa se compromete a realizar un pago mes a mes, figura más recurrente, o a tanto alzado, correspondiente al periodo comprendido entre el fin de la actividad laboral y la fecha de la jubilación (hay que tener presente que no hablamos de una indemnización por despido)».
Asimismo, paralelo a ello y de cara a evitar la pérdida de poder adquisitivo en las futuras pensiones, Arroyo explica que el prejubilado puede firmar un convenio especial con la Seguridad Social por el que acuerda una cantidad a abonar a la Seguridad Social que cubra la ausencia de cotización. «Tal cantidad, según acuerden el trabajador y la empresa, puede ser cubierta por la empresa (pese a que el convenio especial lo firma el prejubilado con la Seguridad por lo que la obligación recae en éste)», añade.
¿Qué debo tener en cuenta antes de prejubilarme?
La prejubilación puede ser una opción que las empresas ofrecen a través de ERES (Expedientes de Regulación de Empleo) o a petición voluntaria del empleado. Sin embargo, antes de prejubilarnos es necesario reflexionar acerca de algunos aspectos.
Para los expertos de Willis Towers Watson, el primer elemento que hay que tener en cuenta es la longevidad. “Ahora la gente va a vivir más años y va a llegar en mejores condiciones a la jubilación y, probablemente, con una situación diferente porque las familias se han construido más tarde, por lo que hay que hacer una reflexión de los gastos que se pueden tener en la jubilación”, aconseja González.
A la hora de ver si le interesa, el empleado tiene que valorar si con las condiciones que se ofrecen podría mantener un cierto estilo de vida y cubrir sus necesidades. “Hay que tener en cuenta qué gastos vas a tener a futuro, cuál es la estructura de vida que tienes y cómo la vas a poder organizar en los próximos años”, resume.
Desde el lado de la empresa, los expertos aconsejan acompañar al empleado durante este proceso para que sea capaz de entender todos los entresijos de su relación con la seguridad social. Con toda esta información, los empleados serán capaces de tener una foto real de la situación y tomar mejores decisiones.
¿Qué ocurre si tengo un plan de empleo?
A pesar de que los planes de empleo no sean un vehículo muy desarrollado en nuestro país, sí puede surgir la duda de qué ocurre con él cuando el partícipe se prejubila.
Según explican los expertos, una vez hayan pasado 12 meses desde que el empleado se haya prejubilado, este podrá rescatar su plan de pensiones, ya que cumpliría una de las condiciones de rescate: desempleo de larga duración. Sin embargo, según relatan, lo más común es que los empleados prejubilados vivan con el porcentaje de su salario que les paga la empresa y reserven el dinero de su plan para cuando estén jubilados.
Tal y como recuerdan los expertos, la ventaja de contar con un plan de empleo no es muy común e insisten en que hay más vehículos que tienen que entrar a formar parte de la ecuación de la toma de decisión de la prejubilación.
El talento senior y las prejubilaciones
El hecho de que las prejubilaciones estén siendo una de las respuestas más comunes para ajustar plantillas puede llevar a la conclusión de que el talento senior se está perdiendo o se le da poco valor. Sin embargo, los expertos de Willis Towers Watson, aunque admiten que la prejubilación, erróneamente, aún tiene cierta connotación negativa, insisten en que nada más lejos de la realidad. “Que haya prejubilaciones no quiere decir que se vaya el talento ni que todas las personas vayan a salir. Vemos casos dentro de las organizaciones en los que gente de 67 o 70 siguen trabajando, principalmente porque aportan valor”, aclaran.