Nuestro sistema actual de pensiones data del siglo XIX, pero si consideramos cualquier mecanismo de solidaridad entre individuos capacitados e incapacitados para trabajar, tenemos que remontarnos hasta docenas de miles de años atrás. Así lo cuenta José Antonio Herce, doctor en economía, en el libro del Instituto Santalucía “Pensiones del futuro”.
Según explica, la arqueología y la antropología han revelado sistemas sociales de este tipo desde hace miles de años. Por ejemplo, los legionarios romanos, desde Augusto, tenían ya instituidos pagos por jubilación equivalentes a varios años de salario. Si seguimos avanzando en el tiempo, en la Edad Media y hasta la Edad Moderna también podemos encontrar estos sistemas solidarios, “eran muy frecuentes los sistemas de apoyo mutuo en los gremios y cofradías”, añade Herce.
Sin embargo, la seguridad social de la que se han nutrido todos los sistemas actuales pertenece al siglo XIX. “Se introdujo en la Alemania del Kaiser Guillermo en el último cuarto del siglo XIX, en España, la Seguridad Social data de 1919”, apunta.
Los sistemas solidarios se remontan a los homínidos
Si queremos llegar al origen de todo, Herce recomienda estudiar a los homínidos. Según se ha podido observar, las sociedades formadas por homínidos o humanos modernos (homo sapiens), desarrollaron instituciones, normas y pactos sociales para cuidar a sus miembros más necesitados. Las pensiones, no son cuidados, pero están ligadas a este principio de solidaridad.
“Desde los cuidados en el grupo tribal en el paleolítico a las pensiones contemporáneas hay un largo trecho histórico en el que abundan ejemplos de instituciones sociales que se han ocupado de regular las transferencias intergeneracionales de recursos, mucho más allá de los círculos familiares más o menos amplios”, explica Herce. “La historia muestra que esta institución social es ubicua en todas las sociedades, desde tiempos muy remotos”, añade.
Aerarium militare, el mejor sistema de pensiones de la época histórica
Augusto, el primer emperador romano, creó el Aerarium Militare para compensar a los legionarios que habían servido su tiempo en la milicia (16 años) con un pago único equivalente a 12 años de sueldo. “Fue un pago que remplazó al sistema de pago por tierras, el cual era muy poco efectivo a la hora de dar seguridad a los jubilados del ejército y enfurecía a los terratenientes, a pesar de que el aerarium se financiaba con los impuestos de estos últimos, si bien, Augusto, dotó al erario militar con 170 millones de sestercios de su propio bolsillo para la creación del sistema”, explica el doctor en economía.
Sin embargo, según señala, no sorprenderá saber que el motivo por el que se creó este esquema fue el de contener la amenaza que suponían los legionarios después de haber cumplido su servicio y, a veces, tentados de rebelarse contra el emperador.
“Otto von Bismarck, de hecho, creó la Seguridad Social moderna, en la Alemania unificada de finales del S. XIX para contener la revolución socialdemócrata. Y, en la actualidad, muchos expertos ven en los sistemas públicos de pensiones una manera de sobornar a los trabajadores de más edad (supuestamente menos productivos) para que abandonen su puesto de trabajo y lo “cedan” a los trabajadores jóvenes recién llegados. Incluso, en las propias leyes y sus preámbulos, se alimenta esta arraigada y peligrosa creencia de que el trabajo es una tarta de tamaño fija que se va rotando entre las generaciones de trabajadores, como las sillas musicales”, aclara el experto.
Respecto a la Edad Media, se mantiene la creencia de que los miembros activos o sanos de la familia extensa, en la que convivían varias generaciones, se hacían cargo de los miembros mayores o con discapacidades que no estaban en condiciones de ganarse el pan con su esfuerzo.
“Sin duda así era, pero en muchas sociedades medievales europeas existían ya instituciones y leyes que regulaban lo que hoy llamaríamos pensiones privadas o, incluso, hipotecas inversas, de las que se servían muchos pequeños propietarios de tierra o inmuebles para proveerse de rentas y servicios durante su “jubilación” cuando ya no podían utilizar estos activos de manera productiva por sí mismos”, detalla Herce.
Las pensiones, ¿una vía para evitar revoluciones?
En todos estos casos, las pensiones se ven más como un mecanismo para evitar o conseguir algo (evitar una revolución o rotar el trabajo) y no como un mecanismo (de ahorro forzoso o voluntario) de diferimiento de la capacidad de consumo desde los años activos hacia aquellos en los que nuestra capacidad o deseo de trabajar están sensiblemente mermados por la edad. Es decir, “un compacto social, más o menos institucionalizado, para acumular recursos o derechos de jubilación durante los años laborales que posteriormente se pueden transformar en rentas vitalicias de jubilación”, aclara Herce.
Esta, la idea de la renta vitalicia, es una idea crucial para Herce. «En torno a ella se han organizado los sistemas de Seguridad Social en el mundo a partir de finales del S. XIX. Aunque muchas personas entienden lo que es una “renta para toda la vida”, muy pocas conocen y/o comprenden el principio en el que se sustenta el producto asegurador que la canaliza, que es el de la “mutualización” del riesgo de longevidad», aclara Herce.