La transformación será verde o no será. Esta es una idea que llevaba rondando varios años, pero que ahora ha cogido más fuerza que nunca con el Plan de Recuperación Transformación y Resiliencia de la UE, el cual se centra en cuatro ejes: transición ecológica, transformación digital, igualdad de género y cohesión territorial. “De los 70.000 millones, el 40% irá destinado a la tranformación verde”, ha explicado María Francisca Gómez-Jover, subdirectora de la Organización de Estudios y previsión social complementaria, en una de las jornadas de la Semana ISR de Spainsif.
En este nuevo contexto en el que prima la sostenibilidad, la inversión juega un papel crucial a la hora de canalizar el dinero hacia aquellos proyectos que ayuden a crear una economía más verde. Los planes de pensiones han sido uno de los vehículos que han incorporado los criterios ESG, pero dicha incorporación también conlleva retos como la medición o los costes asociados.
Según Pablo Nortes, CAIA, Associate Director of Investments en Willis Towers Watson, ya no vale el enfoque de rentabilidad/riesgo, “tenemos que incluir el impacto y eso nos obliga a empezar a medirlo, gestionarlo y establecer objetivos. Los tres, rentabilidad, riesgo e impacto, tienen que estar en la misma altura”, defiende.
Conforme a la medición, Andrés Herrero, previsión social de UGT, cree que el rápido avance de la ISR ha podido comprometer el manejo de una información comparable y fiable, ya que no ha dado tiempo a que se desarrollen marcos sólidos. Asimismo, considera que en el momento en el que los fondos aterricen un indicador sobre huella de carbono y temas laborales, dicho elemento puede ser un amplificador de la ISR.
Respecto a los posibles costes que genera la inclusión de la ESG, Adrián Martínez Marcelino, presidente de la Comisión de Control del Fondo de Pensiones de Empleados de Telefónica, considera que más que un coste es una inversión. “En el corto plazo, el desarrollo de una política ISR puede encarecer los costes, pero creo que es un primer coste que se considera inversión. Una política ISR desarrollada reduce los sustos en la cartera, controla los riesgos y ayuda a nuestros ahorros”, apunta.
“Cuando se nos ofrece algo nuevo y bueno pensamos siempre en la parte negativa, y en la ISR ha pasado algo parecido, pensando que algo tan bueno tendrá un coste. Pero creo que ya, tanto las comisiones de control como los inversores, debemos entender que el caso de la ISR no supone renunciar a nada”, expone Pablo Nortes. Un argumento que se refuerza si comparamos el MSCI Global en la vertiente ISR con la tradicional, ya que se observa cómo el mercado recompensa a las compañías que cuidan más la responsabilidad. “En los mercados privados es aún más evidente”, añade Nortes.
En este sentido, el experto cree que, a pesar de que las gestoras trabajan y están implicadas en incorporar la sostenibilidad en sus procesos de inversión, gama de productos y due dilligence, a la hora de entrar en las carteras y en particular de los fondos de pensiones te das cuenta de que queda mucho trabajo por hacer.
“A nivel de comisiones de control vemos tres grupos de grado de avance: comisiones que aún no han tomado posición en la sostenibilidad, los que han empezado a dar los pasos de considerar su impacto, y, por último, hay un grupo reducido que destaca por ser líderes en la materia. A pesar de que el regulador ha hecho esfuerzos para que todos nos pongamos las pilas, es importante tener la conciencia de incorporar el impacto y medirlo. Todo el trabajo que hagamos de la mano de asesores, comisiones y entidades de control impulsará la ISR”, concluye.