Si, como inversor, todavía no tiene claro si destinar una parte o la totalidad de su patrimonio a un fondo de inversión de gestión activa puede resultarle útil conocer algunas de las razones que los expertos argumentan para defender este estilo de gestión. Desde Legg Mason señalan las siguientes 7 razones:
–Los promedios de la industria no cuentan toda la historia. Las estadísticas sobre la rentabilidad de los fondos de gestión activa han obtenido conclusiones diferentes a lo largo de los años. Pero lo que importa a los inversores es que la rentabilidad de los fondos activos puede variar mucho y, por lo tanto, es recomendable elegir gestores que tengan un enfoque realmente distinto al de su índice de referencia, desconfiando de los llamados «huggers índice» que no se desmarcan lo suficiente como para batirlo.
–Los inversores pueden exigir una rentabilidad superior al índice. Muchos inversores tienen objetivos agresivos y/o prioridades inminentes que sólo pueden alcanzarse con rentabilidades mayores de las que las estrategias pasivas pueden proporcionar. En muchos casos, el mejor desempeño posible a través de estrategias activas puede ser la única manera de alcanzar estos objetivos sin tener que reasignar el patrimonio a sectores de mayor riesgo.
–Los índices pueden ocultar riesgos reales. Los índices no son promedios de todo el universo de valores de una clase de activos. Son, por el contrario, modelos construidos alrededor de suposiciones – muchas de ellas arbitrarias – acerca de qué incluir y cómo ponderarlo. Desafortunadamente, con el tiempo, esos supuestos pueden introducir riesgos imprevistos. Un ejemplo de ello es el enorme aumento de bonos del Tesoro del popular Blochberg Barclays US Aggregate Bond Index que, al replicarse, puede exponer a los inversores pasivos a una duración no deseada y a un riesgo de tipo de interés. Otro ejemplo es el riesgo de concentración inherente a un índice ponderado por capitalización como el S&P 500, donde las 10 principales acciones representan más del 18% de su valor. En este caso podemos cabe preguntarse si ese conjunto de acciones constituye la mejor oportunidad para obtener ganancias futuras.
-Algunos mercados son por naturaleza más adecuados para la gestión activa. En los mercados especializados, donde la información es más difícil de encontrar, los gestores activos pueden agregar valor utilizando su experiencia para identificar los valores que están infravalorados en relación a sus fundamentales. Descontando las comisiones, una estrategia pasiva sobre un índice obtendrá la misma rentabilidad que éste, pero también perderá todo lo que éste pierda. Por el contrario, una estrategia activa proporciona la opción de ajustar las pérdidas en respuesta a condiciones adversas. En un contexto como el actual en el que las valoraciones en muchos sectores y bonos son históricamente altas, y con los tipos de interés al alza, la flexibilidad de la gestión activa ofrece una dosis de prudencia, así como de potenciales ganancias.
-Es un mundo incierto: ¿Puede permitirse el lujo de no utilizar ambos estilos de gestión? Las sorpresas que nos dio el mercado en 2016 pusieron de manifiesto la dificultad de predecir los acontecimientos. La trayectoria de rentabilidad que ha impulsado las estrategias pasivas desde la crisis financiera no necesariamente tiene que continuar en el futuro. Un análisis reciente realizado por eVestment Alliance sobre las rentabilidades bursátiles pasivas y activas de grandes capitales entre 1985 y 2015 revela un patrón cíclico en el desempeño de ambos enfoques durante los últimos 30 años. Sin embargo, reconocer que un patrón puede existir no significa que uno pueda anticipar el inicio y el final de una nueva fase – lo que significa que es prudente mantener ambos estilos de gestión.
-Los inversores merecen tener opciones. Aceptar los altibajos de la inversión activa no es simplemente una cuestión financiera. También es de temperamento. Algunas personas prefieren arriesgarse a una rentabilidad superior frente a la mera rentabilidad del índice, aceptando los riesgos de un rendimiento inferior. En este sentido, la clave está en el riesgo que uno quiere aceptar en su cartera – algo que refleja una actitud personal como sucede también con el nivel de volatilidad que uno está dispuesto a aceptar.