Uno de los temas de debate más recurrente de la inversión sostenible es ¿cuándo tendremos datos de suficiente calidad? En opinión de Rachel Whittaker, directora de Investigación en Inversión Sostenible de Robeco, la recopilación de datos no constituye en sí misma el objetivo final, y el interés por unos datos de sostenibilidad perfectos no debe ser excusa para cruzarnos de brazos.
“El reto que, como inversores sostenibles, perseguimos es la total seguridad de que estamos invirtiendo en empresas sostenibles, además de obtener rendimiento financiero, y al mismo tiempo ser capaces de medir el impacto (positivo o negativo) que esas empresas tienen en el mundo. En este debate solemos perder de vista que los orígenes de la inversión sostenible son muy anteriores a la disponibilidad generalizada de datos ESG. Los primeros fondos de inversión éticos aparecieron en 1971 en EE.UU. y en 1984 en el Reino Unido. Los índices ESG empezaron a despegar en la década de 1990 (MSCI, Sustainalytics, y más tarde DJSI en 1999), mientras que en 1997 se fundó la iniciativa Global Reporting Initiative (GRI), que anima a las empresas a hacer públicas cuestiones no financieras”, apunta Whittaker.
Sin perder de vista esos inicios, hoy día nos encontramos que la mayoría de las empresas publican un informe de sostenibilidad, los inversores disponen de abundante información ESG a su alcance, y el mercado de datos alternativos se ha disparado, sobre todo en el campo del procesamiento del lenguaje natural y los datos geoespaciales. Por eso Whittaker tiene una visión optimista y recuerda que, en comparación con los inicios de siglo, estamos desbordados de datos, y es probable que en los próximos años la normativa provoque una avalancha de información adicional de las empresas.
“En la actualidad estamos sin duda más preparados para tomar decisiones mejor fundamentadas de lo que nunca hemos estado. Pero un exceso de datos puede incluso crear nuevos retos, dificultando que los inversores identifiquen los indicadores más importantes entre tanto ruido”, afirma.
La imperfección de los datos
Según la experiencia de la directora de Investigación en Inversión Sostenible de Robeco, los datos tradicionales tampoco son la panacea. Es decir, según su criterio no podemos olvidar que los datos financieros no son perfectos, aunque existan unas normas internacionales de contabilidad o de cotización. Muestra de ello es que hay innumerables ejemplos de fraude contable y escándalos financieros. Si comparamos estos datos con los de ESG, no podemos negar que, de entrada, los parámetros ambientales y sociales son más difíciles de medir que los flujos de caja. “Las diferencias en la definición de las medidas y el carácter intangible de muchos parámetros medioambientales suelen producir errores e incoherencias, siendo difícil comparar las mediciones de cada empresa”, reconoce la experta de Robeco. Una reflexión que hay que tener presente sin olvidar que la información financiera también tiene carencias.
Según su experiencia, otra crítica de los datos ESG se refiere a la divergencia de las calificaciones. En su opinión, tal percepción se basa en un error sobre qué son las calificaciones y cómo deben emplearse. “Las calificaciones son opiniones subjetivas, no un dato objetivo concreto. La opinión puede basarse en distintas creencias de fondo sobre las cuestiones ASG más importantes, o sobre si la relevancia financiera o el impacto de sostenibilidad son más importantes. Si comparamos las calificaciones ESG con las recomendaciones de inversión tradicionales también vemos que se atienen al mismo patrón. Los analistas financieros que estudian una empresa disponen de la misma información financiera como punto de partida, pero no todos llegan a las mismas recomendaciones de inversión”, explica
¿Cómo abordan los inversores unos datos imperfectos?
Si nos centramos en el punto de vista del inversor, Whittaker advierte de que los inversores en sostenibilidad llevan años lidiando con datos imperfectos. “Los inversores que puedan trabajar con datos ambientales y sociales confusos tienen una ventaja sobre aquellos que esperan sentados a que los datos lleguen a ser perfectos. Cuántos datos son ‘suficientes’ depende del grado en que una estrategia de inversión se comprometa a incorporar consideraciones de impacto y sostenibilidad y a informar sobre las mismas. Los inversores minoritarios se enfrentan siempre al reto de no saber nunca todo acerca de una inversión, por lo que tienen que formular estimaciones e hipótesis para predecir el desempeño futuro de una empresa participada. Ello es de aplicación a las inversiones tanto tradicionales como sostenibles”, argumenta.
Sin embargo, avida de que las expectativas sobre los datos y estrategias ESG parecen a veces poco realistas: “¿Por qué se critica más a los gestores de cartera de fondos sostenibles que experimentan una ‘controversia’ en su cartera que a aquellos gestores de cartera que sufren una advertencia sobre beneficios en una de sus posiciones? Debía ser al revés, dada la creencia general de que los datos financieros son superiores a los datos ESG”, añade. Su principal conclusión es que, en última instancia, cualquier dato, sea financiero o no financiero, no es más que una herramienta para las decisiones de inversión, y es mucho más importante la forma en que se interpreta. Tratar de predecir el futuro conlleva necesariamente que alguien se va a equivocar.
“No debemos perder de vista el objetivo de la inversión sostenible: canalizar capital hacia actividades económicas sostenibles mediante la inversión en empresas sostenibles que generen rendimientos financieros y tengan un impacto positivo en el mundo. La recopilación de datos no constituye en sí misma el objetivo final, y el interés por unos datos de sostenibilidad perfectos no debe ser excusa para cruzarnos de brazo”, concluye la experta de Robeco.