Start-up o fintech son algunos de los términos que se cuelan últimamente en la industria bancaria y, seguramente, en cualquier conversación. Sin embargo, y aunque a veces se relaciona erróneamente ambos términos, no deben confundirse.
Una startup es una empresa pequeña o mediana de reciente creación, relacionada habitualmente con el mundo tecnológico, mientras que el término fintech engloba empresas financieras que aprovechan la tecnología para mejorar sus servicios y la experiencia del cliente, independientemente de su tamaño.
Aclarados los términos, cada vez hay más voces que consideran que tanto start-ups como empresas fintech están comiéndose el futuro de la banca tradicional. Aunque sin lugar a dudas hay y habrá start-ups que lo harán magníficamente bien, los actores principales lo pueden hacer mejor. Los grandes bancos han multiplicado clientes con negocios de millones de dólares, pero es cierto que muchos se han quedado atrás en la transformación tecnológica, en una época en la que el ahorro de costes y la interacción con el cliente cada vez más digitalizado son la clave del futuro.
Según Matteo Cassina, responsable global de ventas y líneas de negocio de Saxo Bank, más que pensar en que los grandes bancos van a echar el cierre, cree que los bancos tienen que seguir adaptándose a este nuevo cambio de paradigma. La banca de inversión lleva adaptándose desde hace años. La primera ola fuerte de transformación tecnológica se vio a finales de 1990 o principios del 2000, donde la industria brokerage online fue vista como una revolución. Por aquél entonces había miedo de que los bancos desaparecieran y los brokers online se hicieran cargo de dicha parte del negocio. Pero nada más lejos de la realidad. Si analizamos el escenario hasta el día de hoy, esto no ha sucedido todavía, es más, desde Saxo Bank pueden asegurar que llevan 20 años haciendo fintech.
La solución en este nuevo escenario disruptivo pasa por la conversión del modelo de negocio, el ahorro de costes y el cliente digital. La tecnología va a continuar siendo parte de la interacción diaria con los bancos y las gestoras, y es aquí precisamente donde se deben poner manos a la obra. La conversación tiene que moverse hacia los robo-advisor (servicios online de gestión financiera, en los que la elaboración y/o gestión de la cartera de inversión del cliente se hace de forma totalmente automatizada) y hacia el “user experience” (experiencia de usuario). Algunas start-ups han demostrado con sus sitios web y experiencia de usuario un gusto por el buen diseño y la facilidad de uso frente a los bancos tradicionales y a costes inferiores.
Reducción de costes ¿el salvavidas de la gran banca?
Comprimir costes tiene que ser una prioridad. Cada vez hay más “key players” que ofrecen servicios financieros, lo que obliga a ser más competitivos y a ajustar los precios. Los avances tecnológicos han permitido, además, democratizar la banca privada, lo que antes estaba sólo al alcance de clientes institucionales, hoy está disponible para los clientes minoristas, que se han vuelto más exigentes y buscan entre toda la oferta un asesoramiento de máxima calidad al precio más reducido.
La industria aún tiene demasiadas funciones que no están automatizados y en la banca digital del futuro hay que tener un “user experience” de un cliente totalmente digitalizado. Es aquí donde la figura del robo-advisor juega un papel imprescindible.
Ventajas del robo-advisor: atractivo para el banco y para el cliente
Lo más importante de la figura del robo-advisor (gestor automatizado) es que el cliente final interactúa con la gestora de forma directa y puede tener acceso a su dinero y su rendimiento de forma real. Mientras que con la gestión tradicional es imposible.
A día de hoy, existe un problema importante con las comisiones, pues no podemos olvidar que las comisiones siempre van a competir con los rendimientos. En un momento de volatilidad y retorno bajo en Europa en general, invertir en algo donde el gestor no automatizado se lleva un 2-3%, y el 80% de las veces intenta hacer tracking de los mercados, hace que el inversor tras 10 años haya pagado a la gestora mucho más en comisiones del rendimiento final que le deberían entregar.
Desde Saxo Bank han comparado un robo-advisor con ETFs, con comisiones de 70 puntos básicos por año y un asset management tradicional que ofrece el mismo rendimiento que se puede tener a través de un ETF. Con una inversión de 1.000 euros a 10 años, la diferencia radica en que el cliente que opera a través de un gestor automatizado tiene 5.000 euros más que quien ha llevado a cabo la gestión sin automatizar.
La diferencia no parece insignificante si pensamos o nos preocupa el futuro, donde el ahorro es cada vez más difícil y donde a los gobiernos les supone un problema creciente el pago de las pensiones.
La industria bancaria podría pasar al modelo del “automóvil”
La “columna vertebral” de esta industria se está moviendo cada vez hacia el modelo de “fabricación” industrial. Un gran ejemplo de ello es la industria del automóvil – con empresas especializadas en neumáticos, limpiaparabrisas, baterías, etc. En definitiva, tenemos que comprender que los actores que están aquí han venido para quedarse, pero no necesariamente van a sustituir a los grandes bancos.
El mismo escenario de la industria del automóvil ocurrirá en el sector bancario, donde habrá margen tanto para grandes bancos como para los pequeños. Por ejemplo, los bancos podrán ofrecer acuerdos o servicios peer-to-peer a otras organizaciones. Si cuesta un céntimo y ya ha sido resuelto, ¿por qué habría que encontrar una alternativa? La columna vertebral está aquí.