Hasta el tercer trimestre de 2021 se emitieron 1,1 billones de dólares en bonos y préstamos sostenibles, frente a menos de 15.000 millones de 2010; aunque la estimación para todo 2021 es de 1,4 billones. Según un estudio conjunto de Pictet AM y el Instituto de Finanzas Internacionales, este tipo de emisiones puede alcanzar 4,5 billones de dólares anuales para 2025.
El documento explica que hasta ahora la inversión con criterios ESG se ha centrado principalmente en renta variable, pero para hacer frente a los restos climáticos y medioambientales, de aquí a final de la década, se necesitan anualmente inversiones de 4 billones de dólares, por lo que es inevitable acudir a la deuda. Por ello, defiende que, en los próximos cinco a diez años, se producirá una revolución en los mercados de renta fija.
“Hay que tener en cuenta que la deuda relacionada con cuestiones ESG parte de una base limitada, pero ha crecido con rapidez los últimos años y la variedad de instrumentos y actividades con orientación medioambiental que financian ha aumentado a ritmo vertiginoso. Los ejemplos de estructuras innovadoras que pueden convertirse en habituales en pocos años, incluyen: la deuda verde (requisitos respecto a uso); bonos sostenibles (objetivos sostenibles o combinación de verde y sociales); vinculada a sostenibilidad (cupones ligados a resultado medioambiental de un Estados o empresa); bonos de transición (financia empresas con altas emisiones de gases de efecto invernadero en transición a actividades más ecológicas o menores emisiones de carbono); y bonos sociales (destinados a proyectos de impacto social positivo)”, identifica el informe.
Para el inversor, estos cambios implican nuevos desafíos. Según las conclusiones, hoy día es posible crear carteras de renta fija que, además de objetivos financieros, facilitan satisfacer objetivos no financieros, como atenuación del cambio climático, protección de biodiversidad o lucha contra la desigualdad. No obstante, hay que estudiar los riesgos, advierten: “Los bonos con criterios ESG, pueden, por complejidad, ser caros de analizar y deben ser examinados con mucho más detalle. A menudo no se ajustan fácilmente a la construcción de carteras que el inversor emplea”.
El crecimiento de la deuda sostenible emergente
En este sentido, el informe argumenta que la deuda soberana sostenible y empresarial de mercados emergentes será la clase de activo que cobre mayor importancia. El estudio de Pictet AM e IIF estima que las emisiones de bonos ESG en emergentes crecerá de 50.000 millones de dólares en 2020 a 360.000 millones para 2023 y más de 700.000 millones para 2025. Y, en el mejor escenario, pueden alcanzar 2 billones de dólares.
Ahora bien, las conclusiones del informe tamizan que hay que tener en cuenta que “en 2020, solo 83.000 millones de dólares de inversiones transfronterizas a países en desarrollo estaban relacionados con el clima, menos de 8 % del total”, y la diferencia entre inversiones necesarias y recibidas para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas 2030 en países en desarrollo y emergentes se estima en 2,5 billones de dólares anuales. Por eso concluye que la expansión de bonos ESG y un verdadero mercado de deuda sostenible puede poner a disposición de estos gobiernos y empresas el capital que necesitan.
“El desarrollo de bonos sello ESG es un segmento al que llevamos prestando gran atención desde hace cierto tiempo. El estudio de IIF y Pictet Asset Management corrobora nuestra convicción de que se va a producir una revolución silenciosa en los mercados de renta fija, que beneficiará tanto al inversor y la sociedad en su conjunto, como al medioambiente”, destaca Raymond Sagayam, director de inversiones de renta fija de Pictet AM.
Por su parte, Sonja Gibbs, directora ejecutiva y responsable de finanzas sostenibles de IIF, estima que, en 2025, habrá muy pocos inversores a nivel mundial que no cuenten con una importante asignación a inversiones verdes o con sello ESG. “Si miramos más allá, hacia 2050, cuando estados y empresas en todo el mundo estén a punto de alcanzar objetivos de emisiones netas cero de CO2, habremos realmente logrado un mercado de renta fija mundial más verde, al tiempo que mejorado nuestro entorno”, afirma Gibbs.
El liderazgo de las economías desarrolladas
Pese a que las mayores expectativas están puestas en el potencial que tienen los mercados emergentes, la realidad es que las economías desarrolladas dominan el mercado de bonos verdes. En concreto, el 50% de los bonos verdes en circulación están denominados en euros: desde finales de 2015 la expansión ha sido más rápida en Alemania, Francia y EEUU, que juntos representan más de un tercio del total del mercado.
En cambio, en mercados en desarrollo y emergentes China, India, Chile y Brasil representan 80% de la emisión de este tipo de deuda desde finales de 2015. Según destacan desde Pictet AM, como emisores, también destacan las empresas financieras, que representan 35% de los bonos verdes emitidos desde 2019, y las de servicios públicos e industriales 17% y 4%. En empresas no financieras, matizan, la emisión está dominada por calificaciones grado de inversión, 80% del total desde 2015.
En el futuro y crecimiento de este mercado la estandarización de taxonomías y metodologías de calificación ESG serán relevantes. En este sentido, varias regiones y países desarrollan estándares propios para bonos verdes y productos financieros sostenibles, como los Estándares de Bonos Verdes de la UE o el Catálogo de Apoyo a Bonos Verdes de China, además de esfuerzos liderados del sector privado, como la Iniciativa de Bonos Climáticos para bonos alineados con el clima (sin etiqueta ASG, emitidos por empresas que contribuyen a la transición a la energía limpia).
Según la gestora, el progreso en la estandarización de taxonomías debe fomentar un desarrollo más rápido de este mercado. “Un marco global es el de la Asociación Internacional del Mercado de Capitales (ICMA), con directrices de transparencia y divulgación para Bonos Verdes, Bonos Sociales, Bonos de Sostenibilidad y Bonos Vinculados a la Sostenibilidad. Por su parte las agencias de calificaciones bonos y emisores ASG utilizan diferentes metodologías, a menudo en conflicto entre sí y no totalmente transparentes. Una mayor transparencia sobre cómo recopilan, analizan y calculan métricas ASG puede impulsar la demanda y oferta de deuda ASG”, explican.
Greenium y rentabilidades
“Los bonos verdes son el segmento más dinámico, aunque aún supone menos de 1% del total del universo de renta fija en circulación. Es relativamente pequeño y no especialmente diversificado. Tiene su origen hace 15 años y aún no ha adquirido el peso que permita a los inversores transacciones grandes y rápidas sin oscilaciones adversas de precio. Los bonos verdes se han colocado con rentabilidades a vencimiento persistentemente menores que los convencionales, a pesar de ser menos líquidos y negociarse con menos frecuencia. Puede atribuirse a que los compradores tienden a ser instituciones de comprar y mantener, como fondos de pensiones, seguros y soberanos, a fin de ecologizar sus carteras en línea con sus compromisos de cero emisiones netas”, explican desde la gestora.
Y añaden: “La demanda por bonos verdes ha sido evidente en mercados primarios y secundarios y parece haberse traducido en menores costes de endeudamiento para algunos emisores, con una pequeña prima (greenium) respecto a los bonos convencionales. Esta prima parece mayor en bonos de peor calificación y ciertos sectores como servicios públicos y bonos soberanos. Es el caso de los bonos verdes alemanes, que cotizan con prima respecto a los convencionales para vencimientos similares”.
En este sentido, los bonos verdes han proporcionado una rentabilidad similar o mejor que sus pares no verdes los últimos años. “En concreto, los bonos verdes soberanos han superado a los convencionales desde finales de 2017 en 0,1% mensual promedio. Los índices de renta fija verde han sido ligeramente superiores a los de bonos convencionales, aunque variando considerablemente a nivel de valores individuales. Sin embargo, los índices de bonos verdes han sido más volátiles que los convencionales los últimos años, con diferencias significativas entre sectores. Los índices de bonos verdes de deuda soberana han sido más volátiles que los convencionales, con menor rentabilidad ajustada a volatilidad. Pero la volatilidad de los bonos verdes empresariales es inferior a la de los convencionales, en particular en denominaciones en dólares. Puede ser consecuencia del efecto de la divulgación adicional y verificación de estas emisiones por parte de terceros”, comentan desde la gestora.