En un contexto en que cada vez las empresas están haciendo una integración más profunda de los criterios ESG y los inversionistas están decantando más las aristas de la inversión sostenible, se ven cambios en el horizonte. Esa es la visión de Douglas Beal, del área de Finanzas e Inversión de Impacto Social de Boston Consulting Group (BCG), que anticipa que lo social tome un mayor protagonismo y la industria mire con más detención la comercialización de estos productos, entre otros.
En entrevista con Funds Society, el ejecutivo delinea que una de las principales tendencias que ve venir en materia de inversiones ESG es que “la temática social se va a volver más importante, relativamente”.
Hasta ahora el debate ha estado dominado por la preocupación por el cambio climático y el medio ambiente –enfocándose en aristas como la reducción de las emisiones de carbono y la transición energética–, pero cada vez más inversionistas están mirando el componente social. La desigualdad, por ejemplo, se está evaluando como un riesgo tan relevante como los ambientales.
En ese sentido, lo que viene por delante es poder aplicar métrica. “Lo social es más desordenado”, explica Beal, agregando que hay distintos tipos de desigualdad y desafíos de derechos humanos, con variables que dependen de la geografía y la industria, entre otros. “No hay cero neto para lo social. Es más difícil de medir”, comenta.
Factores múltiples
El ejecutivo asegura que esa es una tendencia que se ve en el horizonte: “una exploración más cuidadosa del lado social, midiendo impactos, clasificando distintos productos, reportando el impacto, etc”.
En ese sentido, otra tendencia que Beal prevé tiene que ver con cómo se relacionan las variables ambientales y sociales, en un escenario en que la transición a una economía libre de emisiones de carbono va a generar “ganadores y perdedores” en la sociedad.
“Es un riesgo que no tomamos en consideración, esas disrupciones sociales. La sociedad va a protestar. Los gobiernos van a desacelerar el esfuerzo, la transición energética se va a ralentizar”, explica.
En ese sentido, lo que ven a futuro en BCG es que los inversionistas tendrán que ver cómo priorizan los distintos elementos en los que el plano ambiental y social se sobreponen. “En vez de pensar en lo social y el cambio climático como baldes separados, ya seas una corporación o una institución financiera, tienes que pensar en ellos juntos”, señala.
Cambios en la industria
Otra gran tendencia que el ejecutivo anticipa es que la industria va a instalar una visión más cautelosa respecto de las inversiones sostenibles, con un análisis más profundo de los instrumentos calificados como ESG y una visión más macerada de estos criterios en el proceso de inversión.
Esto, explica Beal, se enlaza con algunas fricciones que se han generado en torno a este tipo de inversiones. En Estados Unidos, algunos estados han levantado la voz contra las inversiones ESG, acusando a los inversionistas institucionales de no priorizar el retorno, mientras que en Europa cada vez son más visibles los riesgos de greenwashing y socialwashing.
Este fenómeno, agrega el ejecutivo, “ha hecho a los gestores mucho más cuidadosos sobre lo que dicen y lo que hacen”, con distintos gestores reevaluando sus procesos de inversión y el marketing de sus productos. Ahora, señala, son más precavidos sobre cómo se reportan y clasifican este tipo de estrategias.
Hay un cambio de diálogo, comenta, que ha llevado a los actores del mercado a considerar con más cuidado la materialidad financiera de los criterios ESG. Y a futuro, esto se mantendría. “Vamos a seguir viendo esta tendencia de gestores de activos recalibrando que hacen versus lo que dicen versus lo que aseguran, para evitar acusaciones de greenwashing y socialwashing”, dice.
En esa línea, Beal asegura que, mientras que algunos inversionistas más calificados –como los family offices– son sus propios fiduciarios y pueden manejar más de cerca su visión del ESG, “los distribuidores van a empezar a poner más escrutinio en los fondos mismos”.