En esta primera semana de la COP26 se ha puesto de manifiesto el papel relevante que juega el sector financiero para canalizar parte de los recursos económicos necesarios para cumplir los objetivos en la lucha contra el cambio climático y en la transición hacia la sostenibilidad.
Ese papel se concreta en hacer más ecológico el sistema financiero, mejorando su resistencia a los riesgos relacionados con el clima y el medio ambiente, y fomentando el aumento de los flujos de financiación necesarios para apoyar la transición hacia una economía sostenible, según Chris Kaminker, responsable de Inversión Sostenible de Lombard Odier. “Se está prestando cada vez más atención a los riesgos relacionados con la naturaleza y el clima, lo cual es nuevo y muy importante”, añade.
Para su colega Thomas Hohne-Sparborth, responsable de Sustainability Research de Lombard Odier, el sector financiero, en muchos sentidos, es un aliado natural del movimiento climático. “El cambio climático no es sólo un problema medioambiental, sino también económico. El cambio climático plantea crecientes riesgos físicos y de responsabilidad civil para las empresas, y los costes ocultos de la contaminación atmosférica y otros peligros medioambientales actúan como un lastre para nuestros sistemas sanitarios, la sociedad y la economía. A medida que las tecnologías verdes se vuelven más rentables y el comportamiento de los consumidores cambia, las empresas que no se adapten a la rápida descarbonización se enfrentarán a crecientes riesgos transitorios, y se verán excluidas de las oportunidades que se generen de esta transición. Por lo tanto, el sector financiero tiene un fuerte incentivo natural para fomentar la rápida descarbonización y transformación de las empresas en las que invierte y de la economía en general”.
Inversión y transición ecológica
En opinión de Adrienn Sarandi, director de Renta Fija ESG de Janus Henderson, los mercados financieros tendrán que facilitar, mediante la asignación de capital, la transición a un modelo económico sostenible. “Los gobiernos y los reguladores tendrán que proporcionar las señales e incentivos adecuados para que los mercados de capitales financien esta transición. Se calcula que necesitamos invertir al menos 120-150 billones de dólares para la transición a un mundo con bajas emisiones de carbono de aquí a 2050”, comenta Sarandi.
Este trabajo de transitar hacia menos emisiones puede suponer que los inversores comiencen a evitar aquellas empresas que están más rezagadas o tengan un mayor trabajo por delante. En opinión de Samuel Grantham, Investment Manager Fixed Income de abrdn, es importante no evitar sectores de forma precipitada. “Sea cual sea el sector o la empresa, en la transición hacia una economía de cero neto, debemos asegurarnos de que el capital se asigna donde se necesita y donde puede tener el mayor impacto. Nadie debe quedarse atrás”, apunta con una visión constructiva.
Hablando en términos de activos, Ostrum Asset Management, firma afiliada a Natixis IM, considera que los bonos verdes, en particular, son bonos que guían a los fondos hacia proyectos con un impacto positivo en el clima y el medio ambiente, son un activo clave para aunar inversión y transición ecológica. Según su visión, otro activo que aúna inversión y transición ecológica son los bonos sostenibles, cuyo desempeño está indexado con métricas establecidas que promueven la neutralidad de carbono de los emisores, son también herramientas interesantes.
“Los bonos verdes se han convertido en una clase de activo obligatoria para los inversores interesados en poner en práctica estrategias bajas en carbono. El 2021 ya ha demostrado ser un año récord, con nuevos temas relacionados con la sostenibilidad que se estima alcancen cerca de 900.000 millones de dólares en valor, incluyendo más de 400.000 millones de dólares en bonos verdes. Este impresionante crecimiento puede atribuirse a continuos temas gubernamentales, por ejemplo, en Italia y España, junto con factores de bonos corporativos. Además, se espera que esta tendencia se siga fortaleciendo en los próximos años: la Unión Europea por sí sola planea emitir unos 250.000 millones de euros en bonos verdes en los próximos años. La oleada verde ha llegado para quedarse, y nuestros criterios para seleccionar bonos necesitan volverse más estrictos”, señala Olivier Vietti, gestor de carteras de renta fija senior en Ostrum AM.
Una visión que también comparte Grantham: “Al desarrollar fondos de bonos que buscan ayudar a la transición hacia una realidad cero neto, pueden ayudar a canalizar el capital donde más se necesita. Para los inversores, esto crea oportunidades para poner su dinero a trabajar en las áreas más necesitadas, al tiempo que buscan asegurar su propio futuro financiero.
Los responsables políticos también están ayudando. Por ejemplo, en marzo la UE puso en marcha su Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles (SFDR). Esto obliga a los participantes en el mercado financiero y a los asesores a proporcionar información más detallada sobre la sostenibilidad. El objetivo es dar a la población la información crítica que necesita para tomar decisiones de inversión en línea con sus objetivos de sostenibilidad.
Por último, un tema clave en la agenda de la COP26 está siendo las emisiones de carbono. Según Andrew McCaffery, CIO Global de gestión de activos de Fidelity International, es necesario ponerles un precio para alcanzar la neutralidad. En este sentido, argumenta que, con un precio de alrededor de 3 dólares por tonelada, el precio internacional del carbono sigue siendo demasiado bajo para instigar un cambio y tiene que subir. “El FMI espera que los precios internacionales alcancen los 100 dólares por tonelada en 2030, (lo que podría ser incluso una estimación conservadora si la inflación se mantiene en niveles elevados. En mayo, el precio del carbono en la UE alcanzó un récord de 50 dólares por tonelada en previsión de los impuestos al carbono, un 50% más que a comienzos de 2021, y desde entonces ha seguido subiendo, dado que el bloque trata de incorporar más sectores a sus marcos de precios del carbono”, señala.
Un compromiso también de la industria
No se trata solo de activos e inversiones, también de la actitud proactiva de la industria. El ejemplo más evidente de todo esto es el compromiso que han alcanzado más de 450 entidades bancarias para destinar 130 billones de dólares durante las próximas tres décadas a actividades que contribuyan a descarbonizar la economía y a reducir las emisiones de CO2, así como las suyas propias. Hasta el momento, 35 países acordaron acciones obligatorias para garantizar que los inversores tengan acceso a información fiable sobre el riesgo climático para orientar sus inversiones hacia áreas más ecológicas. Para canalizarlo, se ha puesto en marcha la creación de un nuevo organismo internacional: el Consejo Internacional de Normas de Sostenibilidad (ISSB).
Desde la Asociación Europea de Fondos de Inversión y Gestión de Activos (Efama, por sus siglas en inglés) han aplaudido y apoyado esta iniciativa, y destacan que la industria de gestión de activos está dispuesta a “participar activamente en su gobernanza y su labor técnica”, a medida que se vaya desarrollando. Según sostiene Efama, los gestores de activos aún no pueden integrar plenamente las consideraciones relativas al cambio climático en sus decisiones de inversión, debido a la fragmentación global de la información relacionada con el clima, la modesta comparabilidad de la información divulgada y la ausencia de un marco único y global de información obligatoria.
“Es esencial que la ISSB se centre en la convergencia de las numerosas normas existentes en una base común para un marco obligatorio de información sobre sostenibilidad a nivel mundial. Dado que algunas jurisdicciones, como la UE con su organismo de normalización EFRAG, pueden adoptar marcos más ambiciosos, elogiamos el anuncio del ISSB de un mecanismo de coordinación formal con dichas jurisdicciones. En este contexto, también nos gustaría que el ISSB se comprometiera a ampliar el enfoque de las NIIF sobre la materialidad en los informes de sostenibilidad, incluyendo los impactos climáticos positivos y negativos de las empresas, además del impacto de los riesgos medioambientales en las empresas; es decir, la doble materialidad”, reclaman desde Efama.
A esto se suma otra iniciativa puesta en marcha esta semana, la Alianza Financiera de Glasgow para el Cero Neto (GFANZ, por sus siglas en inglés), que estará liderada por Mark Carney, ex gobernador del Banco de Inglaterra. Según se ha explicado esta semana, los miembros de la GFANZ están obligados a establecer objetivos sólidos y de base científica a corto plazo en los 12-18 meses siguientes a su adhesión, y más de 90 de las instituciones fundadoras ya lo han hecho. Uno de sus principales objetivos es apoyar a los países en desarrollo y a los mercados emergentes.