Mientras que la salida del «rey de los bonos» Bill Gross de Pimco monopoliza la atención de los observadores del sector de la gestión de activos, entre bastidores, los líderes del sector manifiestan su inquietud ante una eventual competencia de gigantes de Internet, tales como Google, Facebook o Alibaba; así lo afirma Yves Bonzon, director de Inversiones de Pictet en este análisis.
¿Pero qué pueden temer de unas empresas en principio tan alejadas de su ámbito de actividad? Fundamentalmente, existen tres estilos de inversión: pasivo, activo discrecional y activo sistemático. Cuando usted decide invertir en una clase de activos, por ejemplo, en renta variable europea de gran capitalización, puede hacerlo utilizando uno de estos tres enfoques. Por una parte, es posible que le baste el rendimiento del mercado y decida invertir en un instrumento que replique fielmente el índice del mercado en cuestión, el Stoxx 600 o MSCI Europe en el ejemplo.
Alternativamente, puede intentar obtener mejores resultados que el mercado. Tiene entonces dos opciones. La primera, la clásica, consiste en invertir con un gestor que seleccione, en teoría, los mejores títulos del universo en cuestión, y construya una cartera relativamente concentrada en el objetivo de superar la rentabilidad del mercado a lo largo de un ciclo de varios años. En la era digital y sobre todo con una reglamentación mucho más restrictiva que antes en materia de información a los inversores por parte de las empresas cotizadas, esta opción se ha vuelto cada vez más competitiva.
Hoy en día, resulta prácticamente imposible que un gestor activo discrecional disponga de una ventaja de información recurrente, que le permita batir al mercado de forma repetida. De ahora en adelante, la principal ventaja competitiva que puede lograr un gestor activo discrecional radica en su manera de tratar la información y/o en la fijación de objetivos a más de tres años, un lujo que pocos de estos gestores pueden permitirse ante la impaciencia crónica de la mayoría de los inversores.
La segunda opción consiste en seguir un enfoque sistemático, o cuantitativo, con el que se seleccionan los títulos y se construye la cartera siguiendo unos criterios predeterminados. Se crean así carteras relativamente bien diversificadas, pero con tal o tal orientación, como altos dividendos, títulos de valor, momemtum u otras variables cuantificables. Una de las mayores ventajas es que se limita la dependencia del resultado de los vaivenes del factor humano con la coherencia y la calidad de las decisiones de un gestor tradicional. Por otra parte, la mayoría de estos gestores no trabajan en este ámbito durante un tiempo lo suficientemente largo como para saber realmente si sus resultados son el fruto del talento o de la suerte, en términos estadísticos.
En resumen, la información de la que dispone un gestor en los mercados públicos está ampliamente difundida y es improbable que nadie pueda disponer de una ventaja competitiva prolongada a este respecto. Los enfoques sistemáticos utilizan la misma información, pero presentan la ventaja de tratarla fuera de todo contexto emocional y, en términos medios, resultarán probablemente más robustos.
Sin embargo, imagine lo que podría hacer una empresa como Google si intentara aprovechar la información contenida en las búsquedas de sus usuarios: cuando, por ejemplo, comienza una epidemia de gripe en alguna parte del país, Google lo sabe antes que los servicios sanitarios, debido al incremento de las búsquedas por Internet relacionadas con el lugar donde ocurre el fenómeno. Por lo tanto, aunque estos algoritmos no sean infalibles, uno puede imaginarse que este tipo de empresas pueda aprovechar en los mercados una ventaja informativa sistemática con respecto a los gestores institucionales establecidos.
Nadie sabe si caerán en la tentación y si el regulador las dejará aprovechar esta ventaja crítica. A pesar de todo, es posible que las fuertes restricciones reglamentarias y de supervisión relacionadas con la actividad de gestión de activos logren disuadirlas. Pero, sobre todo, el alfa disponible en los mercados públicos permanecerá, en todos los casos, en cantidad muy limitada, por definición. En estas condiciones, preferirán concentrarse en el mercado de los pagos electrónicos, un «pastel» mucho más grande, que puede resultar muy rentable.